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Manel Casals: "Queremos superar los niveles de turistas previos a la pandemia"

El director general del Gremi d'Hotels de Barcelona defiende los negocios tradicionales ante empresas como Glovo, Cabify y Aribnb, a las que considera "agresivas"

El director general del Gremio de Hoteles de Barcelona, Manel Casales, en una imagen de archivo | Cedida
El director general del Gremio de Hoteles de Barcelona, Manel Casales, en una imagen de archivo | Cedida
Barcelona
10 de Julio de 2021
Act. 12 de Julio de 2021

El objetivo fijado es 2023, el año en el que el sector hotelero de Barcelona espera recuperar los niveles de turistas previos a la pandemia y no solo esto, quiere superarlos. Para el director general del Gremi d'Hotels de la ciudad, Manel Casals, es "necesario" y también compatible con un modelo de turismo sostenible. Barre para casa: el secreto, considera, se encuentra en reducir el número de turistas que duermen fuera de Barcelona o en pisos turísticos ilegales. Casals cree que el Govern es consciente de que se equivocó con la primera regulación de este tipo de apartamentos y carga contra Airbnb, pero también contra plataformas como Cabify y Glovo, que considera que son "agresivas con el entorno y las personas". Sobre su sector, asegura que las condiciones laborales son "muy correctas" para todos los trabajadores, incluidas las camareras de piso, con las que da el conflicto por cerrado.

 

Las previsiones que hace de los próximos meses no son buenas, a pesar de que sí se encuentran ligeramente por encima de las cifras del año pasado. A la espera de ver cómo afecta a las reservas el aumento de contagios acusado de las últimas semanas, confía en una cierta recuperación a partir de principios de 2022, cuando se prevé la celebración de dos grandes congresos internacionales en la capital catalana: el Mobile World Congress (MWC) y el ISE. Actualmente, hay un 46% de hoteles abiertos en Barcelona, pero un 38% del total de habitaciones están disponibles para recibir a visitantes. La ocupación es más baja, del 16%. Cada noche, se alojan en hoteles de Barcelona una media de 9.500 personas. El sector ha dejado de ingresar unos 2.500 millones de euros desde que estalló la covid-19 y entre un 60% y un 65% de los empleados se encuentran, todavía, en situación de ERTE.

¿Qué previsiones tenéis de cara a este verano?

 

Muy malas: tenemos muy poca demanda de turistas. Sí notamos un ligero aumento de las reservas en los hoteles, así que calculamos que podemos llegar a unas 14.000 personas durmiendo en hoteles, algo mejor que el año pasado, pero no mucho. El resto de turistas que se ven por la calle no sé donde duermen. Este crecimiento progresivo durante julio y agosto, pensamos que se puede acelerar en septiembre porque empiece a llegar el público de negocios. Además, tenemos la sensación de que ahora mismo la gente no quiere hacer turismo urbano: buscan más sol y playa, está cansada de estar en la ciudad. Esta tendencia también puede variar a partir de septiembre, y todo el turismo urbano que no se ha hecho en verano puede recuperarse. Visualizamos un relanzamiento fuerte en febrero de 2022 con un ISE y un MWC fuertes.

¿Se llegará entonces a las cifras previas a la pandemia?

No, hasta 2023 no volveremos, como mínimo. Pero sí tendremos una recuperación significativamente buena en 2022.

¿Es deseable recuperar el número de turistas previos a la covid-19?

Es necesario. En la ciudad, hay una tipología de turismo muy diversa: de los 32 millones de personas que nos visitaban en 2019, la mitad -16 millones- no dormían en Barcelona. Por lo tanto, se pueden seguir aumentando las pernoctacions en Barcelona reduciendo este otro grupo, que consume mucha ciudad pero aporta pocos recursos.

"El Govern sabe que se equivocó con la regulación de pisos turísticos"

¿Dónde dormían estos 16 millones de visitantes?

De estos 16 millones, dos son cruceristas, seis millones son catalanes que vienen a pasar el día, y los ocho millones restantes duermen fuera de Barcelona, consumen la ciudad y solo vienen en temporada de verano; es cuando da la sensación de que está muy llena la ciudad. En realidad, está mucho más llena durante el MWC, por ejemplo, pero no se nota por el tipo de gente que viene y por el consumo que hace de la ciudad. Si elimináramos toda la gente que no duerme en Barcelona, doblando la planta hotelera -que no es la intención- todavía tendríamos menos turistas que ahora. Lo destacable es que de los 16 millones que sí duermen en Barcelona, nueve millones se alojan en hoteles; 2,5, en apartamentos turísticos; y todavía quedan cuatro millones de personas que no sabemos donde duermen. Esto quiere decir que hay una parte de ilegalidad importante. 

¿Cómo considera el Gremi que se tiene que gestionar esta situación?

Creemos que tendríamos que seguir creciendo en hoteles, pero es necesaria no solo una gestión turística, sino una buena gestión turística. Durante muchos años, se ha ignorado el turismo porque la administración pensaba: "Que bien, estos hoteleros, que traen a gente y enriquecen la ciudad". A partir de 2010, después de la aparición de Airbnb, en la mayoría de ciudades del mundo empieza a haber problemas de convivencia entre el ciudadano y el turista. Es por un error colosal que comete la Generalitat: regula los pisos turísticos de una manera muy laxa, que permite un crecimiento desmesurado. Saben que se equivocaron, la Generalitat lo rectificó, pero no lo suficientemente bien. Hay otras ciudades y países que lo hicieron mejor: Nueva York no los permite, Amsterdam no los permite, Barcelona, ahora, tampoco los permite, pero ya se nos colaron 10.000. Es este fenómeno el que dispara las cifras de turistas de forma que hace ingobernable e ingestionable el turismo.

"Glovo es una empresa que saca beneficio de la explotación de las personas"

El modelo de Airbnb a menudo es visto como una democratización del turismo, a precios económicos a los que puede acceder una mayor parte de la población. ¿Está de acuerdo?

Creo que no va relacionado con la capacidad adquisitiva, sino con ser más o menos respetuoso con el destino. Estos modelo de pisos turísticos son muy agresivos hacia el entorno: sacan vivienda, no generan puestos de trabajo y no generan impuestos, que si queremos un estado del bienestar son importantes. Pongo el ejemplo de Airbnb, pero sirve el mismo argumento para modelos como Glovo o Cabify, que también son muy agresivos con el entorno y con las personas. Son modelos muy económicos respecto a alojamientos similares porque no pagan impuestos, ni seguridad social, ni tienen costes estructurales. Cuando viajas a un lugar, tienes que ser responsable de lo que pasa allí. Todo esto forma parte de que el turismo sea responsable.

Pondré el ejemplo de Glovo, que para mí es una empresa que saca beneficio de la explotación de personas con un perfil muy concreto, seguramente necesitadas. Esto lo puede hacer porque tiene clientes. Es una empresa que no trata como creo que se tienen que tratar los trabajadores. Que te traigan la comida a casa es un lujo, y, por lo tanto, no puede costar cinco euros, porque vale más. Mi mentalidad cambiaría si supiera que es más caro porque la persona que me lleva la comida tiene unas condiciones laborales correctas. En el fondo es lo mismo: ser responsable con el entorno o no.

¿Considera que todos los trabajadores de los hoteles de Barcelona tienen buenas condiciones de trabajo?

Sí. Yo parto del hecho de que todo el mundo cumple la ley correctamente. Los trabajadores de hostelería tienen un convenio colectivo muy correcto. Una camarera de piso, según convenio, en Barcelona cobra 1.580 euros al mes. Es un sueldo adecuado al perfil.

¿Todas las camareras de piso de Barcelona cobran 1.580 euros mensuales?

Lo tienen que cobrar. Si no, no queremos al hotelero que no se los paga en el Gremi. Estoy seguro de que los hoteles de Barcelona pagan esto. Hay una cosa malentendida: ha habido una batalla en los últimos años con un grupo de camareras de piso que no aceptaban la externalización. En aquel momento, los hoteleros dimos un paso adelante para defender que tiene que ser una decisión empresarial. El problema era que las empresas de externalización se regían por un convenio diferente a la hostelería. Así que en nuestro convenio colectivo añadimos dos líneas en acuerdo con los sindicatos en que establecíamos que cualquier empresa que daba un servicio externo tenía que cumplir con las mismas condiciones que el convenio colectivo de hostelería. Ha habido un grupo de camareras de piso que no ha aceptado nunca que añadiéramos esto porque se aceptaba el externalización. No nos da ni vergüenza ni miedo decir que la defendemos.

Muchos trabajadores se encuentran todavía en situación de ERTE. ¿Considera que es una medida adecuada?

Falta alargarlos mucho en el tiempo, hasta finales de 2022, o en el momento que se acaben tenemos que poder despedir a personas. Con el porcentaje de ocupación que tendremos en los hoteles en septiembre [hasta cuando está previsto que se alarguen los ERTE por la pandemia], no lo podremos aguantar. Como no queremos despedir a personas, el Gobierno lo tendría que alargar en el tiempo. Si no, matarán empresas.

"Los trabajadores de hostelería tienen un convenio colectivo muy correcto"

¿Tiene que cambiar el modelo turístico de Barcelona?

El turismo es una actividad muy joven, debe tener 70 años, o no tanto, en España. El modelo turístico cambia constantemente por el entorno, la accesibilidad a la información, las nuevas generaciones... Lo que tenemos que tener claro como destino turístico es qué queremos hacer, qué queremos conseguir con el turismo, qué tipo de turismo queremos tener y qué estrategia queremos seguir como ciudad.

¿Quién tiene que definir esta estrategia?

La administración. Yo no gobierno la ciudad y no la puedo definir. Ahora mismo, Barcelona tiene un regidor de turismo muy inteligente y con capacidad de pensar una estrategia y trabajarla, pero nos falta tener un modelo de ciudad, no sabemos hacia donde vamos. ¿Por qué no se ha dejado hacer el Hermitage? Porque hay un problema con el puerto. ¿Pero no se puede hacer en otro lugar? ¿Qué estrategia tiene Barcelona? ¿Queremos que haya más museos, que solo haya museos de calidad, que estén todos juntos, que haya uno en cada barrio? Un "no queremos el Hermitage porque no lo queremos allí" es no tener ningún tipo de estrategia. Lo mismo pasa con el turismo.

¿Qué papel tendrán los hoteles una vez establecida la estrategia?

La táctica, la haríamos entre todos. Tenemos muy claro que queremos seguir siendo una ciudad con un público de negocios muy importante. Para el sector hotelero, lo mejor sería llegar al 50% de turismo de negocios y el 50%, de ocio. Ahora, estaba 40%-60%, más o menos. El problema que tenemos a la hora de gestionar el turismo es que no tenemos experiencia. Hay muchos ámbitos de gestión de una ciudad, como el urbanismo, que hace cientos de años que se planifican. Nosotros hace 15 años que gestionamos el turismo y, por lo tanto, no sabemos. En vez de ser conscientes de ello, pensamos que lo hacemos muy bien.

¿En qué situación se encuentra la relación entre el Gremi d'Hotels y el Ayuntamiento?

No hemos tenido nunca una mala relación con el Ayuntamiento de Barcelona. Nos gustarán más o menos las políticas de quienes gobiernan, pero no nos lleva a ninguna parte tener una mala relación. Cuando hablamos del PEUAT, no estamos de acuerdo con el no crecimiento de habitaciones en el centro. Hay muchos edificios cerrados que podrían ser hoteles. No estoy diciendo hacer 25 cada año, pero uno quizás sí; de 20 en 20 habitaciones, no se notaría. La gente que está gobernando ahora piensa que no y ellos son los que han salido elegidos. Aunque no nos guste y que trabajemos para intentar hacer entender el porqué, tenemos que aceptar la decisión.

"Con esta crisis no cerrarán hoteles, pero empresas gestoras de hoteles, sí"

Desde que usted es director general del Gremi, en 2013, ha habido dos crisis económicas relevantes pero muy diferentes.

Nosotros tuvimos una bajada de precio importante en la crisis de 2009, pero no tuvimos una crisis de demanda. Venía gente, pero no estaba dispuesta a pagar tanto porque había perdido capacidad adquisitiva. Fue muy corta y aguantamos muy bien como sector. Después hubo otra crisis, en la segunda mitad de 2017, por los atentados y las crisis políticas. Entonces, tuvimos una bajada importante de la facturación, de un 30%, pero también fue una recuperación muy rápida. Ahora, la diferencia es que es una situación absolutamente desconocida por los libros; nadie te puede ayudar con nada.

¿Cómo ha reaccionado el sector ante una situación tan desconocida e incierta?

Una vez se acabó el confinamiento de los tres primeros meses, solo podíamos trabajar para rebajar al máximo los costes de los hoteles. Teníamos un objetivo muy claro y era muy poco trabajo, realmente. Ahora, tenemos más cosas por hacer y menos claras. Es sobrevivir. La gestión de la crisis es muy diferente.

¿Qué expectativa tenéis de los fondos Next Generation?

Llegan como una gran esperanza, pero no nos solucionan el problema inmediato. Son fondos pensados para desarrollar a largo plazo, pero yo tengo la cabeza muy puesta en la crisis actual.

A largo plazo y para una finalidad muy concreta: la transición ecológica y digital. ¿Os sentís excluidos, siendo un motor tradicional de la economía y poco evolucionado en este sentido?

No somos el sector más rápido y cambiante, pero hay muchos proyectos. No nos sentimos excluidos, podemos trabajar muchísimos elementos en temas de sostenibilidad y tecnológicos, como las llegadas a los hoteles, hacerlas más parecidos a coger un avión: si el cliente no quiere interactuar con nadie, tiene que poder entrar directamente a su habitación.

¿Tendrán que cerrar hoteles debido a esta crisis?

No cerrarán hoteles, pero empresas gestoras de hoteles, sí. De hecho, algunas ya lo han hecho y han tenido que vender el hotel o traspasar la gestora.

¿Quién los compra?

Quien está más al acecho son los fondos de inversión, pero hay transacciones de todo tipo. Entrar a Barcelona era muy complicado porque la gente no quería vender y era muy caro. Ahora, no se ha abaratado, pero la gente está dispuesta a vender. Creo que en los próximos meses estas situaciones irán a más, porque hay un componente psicológico: los empresarios no quieren vivir otra situación como la que han vivido.