Eurocopa 2020 (2021), el gran negocio de la UEFA
Una vez parado el balón, los gestores pueden empezar a contar el dinero que han ganado con la competición
Hace pocos días, cuando el italiano Donnarumma paraba el penalti que Saka le había lanzado, finalizó la Eurocopa de este año, que ha servido para coronar a Italia como nueva campeona continental, después de 53 años de sequía para los azzurri. Una competición, esta, atípica por varias razones: de entrada, el logotipo lucía un 2020 muy claro, cuando ya estamos en 2021... la pandemia tiene la culpa. La otra singularidad es que ha sido un campeonato descentralizado, sin una sede concreta como había pasado en las seis décadas anteriores. Hasta la edición actual, los gestores del invento, la UEFA, se habían atrevido como máximo a repartir el torneo entre dos países (en el año 2000 Bélgica-Países Bajos, en 2008 Austria-Suiza y en 2012 Polonia-Ucrania), pero en esta edición se han visto partidos hasta en 11 ciudades diferentes (Londres, Bakú, Múnich, Roma, San Petersburgo, Amsterdam, Bucarest, Budapest, Copenhague, Glasgow y Sevilla). Los efectos del virus más famoso del mundo también han proyectado su sombra sobre las ciudades sede, porque algunas de las previstas inicialmente han acabando renunciando a su derecho, como es el caso de Bilbao o Dublín.
Una vez parado el balón, los gestores de la UEFA ya pueden empezar a contar el dinero que han ganado, porque esta competición es uno de los grandes negocios de la entidad, junto con el torneo de clubes conocido como Champions League. Todavía no se saben las cifras de esta edición de la Eurocopa, pero nos podemos hacer una idea de las magnitudes a partir de los números de la edición anterior, celebrada en Francia en 2016.
En aquel torneo, los ingresos generados ascendieron hasta los 1.930 millones de euros, que deducidos los gastos de 1.100 millones, proporcionaron a la UEFA un beneficio de 830 millones de euros. La partida más relevante de los ingresos fue la proporcionada por los derechos de televisión, que superó los 1.000 millones, mientras que patrocinios y venta de entradas se quedaron en 500 y 400 millones, respectivamente. Mientras la facturación generada en 2016 creció un 37% respecto al torneo anterior, el de 2012, este año la UEFA esperaba un incremento del 30% sobre la edición de 2016, lo que vendría a decir que los ingresos previstos subirían hasta los 2.500 millones de euros, o dicho de otro modo, obtendrían unos beneficios alrededor de los 1.000 millones.
Los beneficios de la Eurocopa de este año serán oxígeno para las cuentas del organismo rector del fútbol europeo, que vio como en 2020 la pandemia le provocaba una bajada de ingresos superior a los 800 millones de euros
En cuanto a los premios que el máximo organismo europeo ha repartido a las selecciones participantes, el gordo se lo ha llevado, lógicamente, Italia, que gracias a sus resultados se ha hecho con un bonus de 37 millones de euros, el máximo posible porque, además de ser campeón, ganó los tres partidos de la fase de grupos. En total, el presupuesto para premios que la UEFA tenía previsto repartir entre las selecciones era de 371 millones de euros.
Los beneficios de la Eurocopa de este año serán oxígeno para las cuentas del organismo rector del fútbol europeo, que vio como en el año 2020 la pandemia le provocaba una bajada de ingresos superior a los 800 millones de euros, lo que desembocó en un inusual déficit de 75 millones. La caída de ingresos, de los 3.900 millones del ejercicio anterior a los 3.050 millones de 2020, fue causada tanto por los efectos generales de la pandemia, como por el aplazamiento de la Eurocopa, que se ha acabado disputando este verano (el ciclo de ingresos de la UEFA es irregular, de forma que cada cuatro años tiene un fuerte crecimiento por la disputa de esta competición).
Otra de las consecuencias de la alteración del ciclo habitual de la Eurocopa, a celebrar en condiciones normales cada cuatro años, es que la edición de 2020 -disputada de manera efectiva este 2021- ha quedado "enganchada" al próximo Campeonato del Mundo de la FIFA, que se diputarà el próximo año en Qatar. El margen habitual de dos años entre un acontecimiento y el otro habrá quedado reducido a solo un año (en realidad, algo más por el hecho excepcional de que el mundial se celebrará a finales de año y no en verano como es tradicional), y por lo tanto habrá que ver cómo afecta esto a las fuentes de ingresos de la FIFA, especialmente a los patrocinadores. Esta situación anómala podría superponerse con la más que previsible llegada de un ciclo bajista en la industria del fútbol, fenómeno acelerado por la llegada de la pandemia.