Un granjero cerca de una vaca | iStock

El análisis

Ganadería, con datos y sin dogmatismos

En un anterior artículo en Vía Empresa me referí a las declaraciones del ministro Garzón sobre la ganadería; estas líneas son, en buena parte, continuidad. Recientemente Marc Coloma, CEO de Heura, decía que la ganadería era "uno de los problemas más graves del siglo XXI". Marta G. Rivera, en tanto que experta en sistemas alimentarios decía en una entrevista: "Yo, si fuera la Generalitat, propondría que todos los ganaderos de animales de ciclo corto, como el pollo, el cerdo y el conejo, (el 86% de la producción catalana y base de la industria cárnica) no produzcan más". Un dossier de un diario catalán culpabilizaba a los campesinos catalanes de las condiciones de vida en Brasil, el informe estaba encabezado por el siguiente titular: "Vidas rotas por la soja que alimenta nuestros cerdos".

En todas estas manifestaciones detecto ideologismo y dogmatismo que se ayuda de lemas simples tratados como verdades absolutas, mientras la realidad camina por otro lado. Se han usado expresiones de una gran dureza y desprecio que o bien se basan en una información muy sólida o, en caso contrario, expresan una inaceptable frivolidad. La contaminación informativa ha sido tan importante que incluso desde medios de comunicación pretendidamente rigurosos han publicado informaciones totalmente desenfocadas. Por ejemplo, un dato muy repetido, es la confusión de las emisiones GEI de la agricultura con las de todo el sistema alimentario (que incluye logística, transporte, distribución y consumo en el hogar o en el restaurante) y que está estimada en los estudios más recientes (tabla 1) en un 31% sobre el global. Por el contrario, las emisiones generadas directamente por la ganadería están estimadas en un 11,46%. Otro error muy repetido es la comparación de las emisiones de la ganadería con las de "todo el transporte", en cuanto en realidad se está comparando un producto en su ciclo completo (la ganadería) con las emisiones del uso del transporte sin tener en cuenta la producción de los combustibles, la fabricación de trenes, coches y aviones, ni su mantenimiento y reciclaje.

La desconsideración en la agricultura ya tiene un largo recorrido, pero ahora ha encontrado en el argumento medioambiental su mejor oportunidad para expresarse, hasta el punto de acercarse a lo que podríamos llamar mobbing social

La desconsideración a la agricultura ya tiene un largo recorrido, pero ahora ha encontrado en el argumento medioambiental su mejor oportunidad para expresarse, hasta el punto de acercarse a lo que podríamos llamar mobbing social. La sociedad ya tiene un culpable (la agricultura) y tan solo por este hecho ya se siente un poco liberada de la responsabilidad de luchar día a día y en todas partes contra el cambio climático. Que sencillo sería solucionar el cambio climático eliminando los cerdos de la tierra. Pero, equivocarse de causa también nos desvía de las soluciones. Desafortunadamente el problema es más complejo y para resolverlo se precisa una acción que implique a todo el mundo, a todos los sectores (que han holgazaneado tanto como la agricultura). Nos acercamos a grandes y necesarias transformaciones donde la ciencia y la tecnología será nuestra principal herramienta. Sin embargo, no tenemos tiempo para equivocarnos de culpables ni para esconder las más graves responsabilidades de consumos energéticos excesivos vinculados a formas de vida que hoy ya no nos podemos permitir. La tarea que hay que abordar está llena de dificultades y costes que parece que no queremos ver. No hay atajos ni puede haber demoras.

Datos sobre emisiones de GEI

En general hay un gran desconocimiento del mundo que nos alimenta. Con el fin de conocer la causalidad de la agricultura (incluyendo ganadería) sobre las emisiones globales de GEI debe observarse esta globalidad. Para responder a este tema es necesario que nos ayudemos de los datos objetivos publicados por el IPCC y la FAO. Una primera aproximación nos la da el siguiente gráfico de Our Data World, elaborado con datos 2016 y publicados en 2020 donde puede observarse la complejidad del conjunto de actividades y sectores emisores de GEI. En esta aproximación se adjudica un 18,4% a la actividad de la agricultura, forestal y otros usos del suelo (AFOLU, en sus siglas en inglés). Unas emisiones importantes, en paralelo, sin embargo, del 81,6% de otras fuentes de emisiones. Es decir, el problema no está en la agricultura está en el conjunto de la actividad humana. Para avanzar debemos actuar sobre este conjunto y en cada una de sus partes.

Descripción: Gráfico, Diagrama

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Una segunda observación que precisamos es el desglose de las emisiones del sistema agroalimentario entre el conjunto de sus actividades. Esta información nos la aporta el estudio recientemente realizado por un amplio equipo de investigadores encabezados por Francesco Tubiello basado en datos de la FAO[i] (ver tabla 1). El estudio define tres categorías de actividad emisoras de GEI.

  • En la granja (14,78%). La ganadería es la principal emisora (11,46%), pero también participa la agricultura en los procesos de fertilización. Al mismo tiempo, un emisor a tener en cuenta es el cultivo del arroz.
  • Cambios en el uso del suelo (8,24%). Donde se destaca la deforestación a la que me refiero más adelante.
  • Pre- y postproducción (13,69%). Para garantizar todo el ciclo de transformación, distribución y consumo con un impacto de emisiones equivalente a los que se producen en la granja

En conjunto, todo el sistema alimentario genera el 31% de las emisiones. Para evitarlas debemos ser más eficientes en la producción agrícola y ganadera pero también en los procesos de transformación, en el transporte de los alimentos optando preferiblemente por la proximidad y evitando el desperdicio.  Sin embargo, a menudo se olvida que además de producir de manera sostenible, deben producirse alimentos suficientes y que estos sean asequibles para todos.

Podemos afirmar que nuestra alimentación es casi un tercio de nuestro gasto

¿Cuál es el peso de la alimentación en nuestra economía? Una referencia pertinente es el peso del consumo alimentario sobre el total del consumo. De acuerdo con las ponderaciones 2022 del IPC la alimentación, bebidas y tabaco en el hogar representa el 25,7% de nuestro consumo. Pero hay que tener en cuenta que una parte destacable de nuestra alimentación la realizamos en hoteles y restaurantes. Por tanto, habría que añadir la parte (no desglosada) de alimentos consumidos en hoteles y restaurantes. Teniendo en cuenta que el consumo en hoteles y restaurantes representa un 13% del consumo, podemos deducir que una fracción importante de este porcentaje corresponde a alimentos. En otras palabras, sin una mejor estimación, podemos afirmar que nuestra alimentación es casi un tercio de nuestro gasto. Si todos los sectores generan emisiones GEI parece coherente que la alimentación (en su conjunto) le corresponda un 31%.  El esfuerzo debe dirigirse a reducir las emisiones en todos los sectores y actividades, pero debemos olvidar culpabilizaciones exprés.