La emergencia climática ya es una evidencia. | iStock

Análisis

Y esto quién lo paga?

Reguant defiende que "sólo desde la formación, la información objetiva y la solidaridad se podrá salir adelante ante la emergencia climática"

Ya se ha celebrado (5 de junio) el día mundial del medio ambiente, un hito anual que desde 1974 nos quiere recordar los deberes pendientes crecientes en este ámbito crítico, tales como la contaminación, la pérdida de biodiversidad, la erosión de los suelos y tantos otros impactos de un desarrollo depredador despreocupado por el futuro. El año 1974, pero, no se hablaba de cambio climático, y hoy es el principal desafío medioambiental. Los acuerdos de Paris de diciembre de 2015 expresan un punto de inflexión respecto a la voluntad fehaciente de actuar por parte de una mayoría de países del mundo. El cambio climático se expresa ya con tantas evidencias que los negacionistas –interesados o ingenuos- se han ido reduciendo ante la fuerza de los hechos. Los daños previsibles, muchos de ellos ya inevitables, son cada vez más importantes. Y quien habla de daños habla de costes. Los costes de la inacción empiezan a ser inaceptables.

Uno de los objetivos de los acuerdos de Paris es mantener el incremento global de temperatura por debajo de los 2oC a pesar de hacer esfuerzos para lograr sólo un 1,5oC sobre los niveles de la sociedad preindustrial. Esto requiere reducir las emisiones de CO2 entre un 40% y un 70% hasta el 2050 y dejarlas a cero en 2100. Si se tomara la opción de un máximo de incremento de temperatura de 1,5oC las emisiones cero se tendrían que obtener entre 2045 y 2060. Sin duda un objetivo titánico del que la sociedad todavía no es suficientemente consciente.

"El cambio climático se expresa ya con tantas evidencias que los negacionistas –interesados o ingenuos- se han ido reduciendo ante la fuerza de los hechos"

Pero esto, cómo y quién lo paga? Hablar de proyectos es relativamente sencillo, pero pagarlos no acostumbra a resultar agradable. De aquí ya se desprende un primer punto de atención: la información. La lucha contra el cambio climático exige cambios de una profundidad tal que tendrán que ir acompañados de un gran cambio cultural que permita adaptarse a nuevas relaciones económicas y sociales, a nuevas exigencias con el uso de los recursos, en su producción, en su consumo y en su distribución. Una sociedad desinformada o mal informada no aceptará las acciones que hay que emprender y fácilmente se dejará seducir por discursos demagógicos que pregonan la inacción cuando en realidad se estará acercando el desastre. Agentes interesados en esta vía perversa hay y más que habrá. Sólo desde la formación de acuerdo con la información objetiva y el impulso de los valores solidarios se podrá salir adelante frente a la emergencia climática.

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La solidaridad es otro concepto truncal en el establecimiento de compromisos de actuación en la lucha contra el cambio climático. El problema es global y sólo una acción planificada y coordinada a escala global podrá lograr el éxito requerido. Aun así, las causalidades (las culpabilidades) son muy desiguales, como lo son también las capacidades. En esta dirección los acuerdos de Paris ya prevén formas diferenciadas de contribución y aportaciones financieras desde los países desarrollados..

Pero, qué se tiene que pagar? Como concepto clave y general hay que pagar los costes derivados de la necesaria internalización de los impactos medioambientales que se originan y redireccionar los impactos ya originados. Esto significa, como principal objetivo, la reducción de las emisiones mediante la transición a fuentes de energía limpias, es decir, mediante el abandono progresivo del consumo de combustibles fósiles y el secuestro posible de carbono ya emitido en alcantarillas tales como el suelo agrario, en acciones de reforestación u otras, todo ello con el apoyo de unas tecnologías cada vez más eficientes. En este sentido, es vital impulsar la investigación y la innovación con el objetivo de encontrar las soluciones que el desafío precisa. Y, sin duda, habrá que abordar medidas de adaptación necesarias para adaptarse y reparar los efectos del cambio climático que, atendidas las inercias y los retrasos de actuación, con toda seguridad se producirán.

Un destacado empresario catalán en relación a los costes medioambientales: "Nosotros cumplimos las leyes, no las hacemos, nuestro trabajo está en los mercados"

Una parte de estos costes serán asumidos por las mismas dinámicas de los mercados, debidamente orientados. Aun así para optimizar estos procesos hay que contar con las leyes. Es decir, normas que estimulen actuaciones positivas o bien acoten o pongan límites obligatorios a determinadas prácticas inadecuadas. Efectivamente, en relación a los costes medioambientales, comentaba un destacado empresario catalán: "Nosotros cumplimos las leyes, no las hacemos, nuestro trabajo está en los mercados". En otras palabras, si hay una norma obligatoria para todo el mundo esta exigencia tiene un efecto neutral en términos de competitividad, por el contrario la anticipación voluntaria puede debilitar la misma competitividad, a menos que la anticipación pueda ser considerada en el mercado como valor añadido.

Pero con las leyes no hay suficiente, ni es aconsejable un exceso normativo que ahogue las dinámicas creativas en un entorno tan cambiante. Por otro lado hay que tener en cuenta que el reto es gigantesco y romper las inercias de los mercados no es cosa sencilla. Por lo tanto, como corregir las carencias de los mercados a la hora de asumir este gran desafío? Para dar respuesta a esta cuestión el pasado 17 de enero el Wall Street Journal publicaba una postura firmada por 27 premios Nobel además de destacadas personalidades en el mundo de las finanzas y la economía de la Administración norteamericana. La propuesta se basa en la tasa al carbono, la cual, según los autores puede ser la herramienta más efectiva y a la vez de aplicación relativamente simple para inducir una progresiva orientación de la economía, tanto desde el punto de vista de producción como del consumo, respecto al objetivo de cero emisiones de gases efecto invernadero (GEH). La implementación progresiva de esta tasa alentaría la innovación tecnológica y el desarrollo de las infraestructuras (energías renovables, alcantarillas de CO2, etc), los productos y los servicios eficientes en términos de emisiones GEH. Esta tasa tendría que devolverse totalmente a la sociedad que lo habría pagado, regreso que, aun así, es la parte más delicada de una iniciativa que no está exenta de complejidad, teniendo en cuenta, además, las carencias de coordinación internacionales a la hora de concretar soluciones viables.

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Ciertamente los intereses a corto plazo y la pereza de las instituciones y operadores económicos resta credibilidad a la efectiva realización de las actuaciones que comporta este gran desafío. Juegan, pero, a favor dos cosas importantes. En primer lugar los mismos hechos. Día a día se va evidenciando la evolución imparable del cambio climático (incremento de temperaturas, desiertización, incremento de fenómenos meteorológicos extremos, subida del nivel del mar). Hace falta, por ejemplo, recordar como en las guerras norteñas de África contamos como detonante el incremento del precio del pan después de los daños en la cosecha de trigo debidos a unas prolongadas y nunca conocidas altas temperaturas en Rusia. Y aquellas guerras, además de la destrucción, la muerte y el dolor, trajeron masivos movimientos migratorios que han despertado en Europa nuevos movimientos xenófobos. La no acción empieza a costar cara. En segundo lugar el movimiento iniciado por Greta Thunberg, este es un movimiento con una fuerza extraordinaria y con una proyección a largo plazo. Su fuerza rae en que está promovido por las futuras víctimas del cambio climático, es decir los jóvenes, aquellos que ya visualizan el deterioro del futuro de su bienestar por muerte de la herencia de las generaciones precedentes. Las generaciones anteriores a Greta hemos obtenido nuestro bienestar quitándolo del futuro, Greta llega justo para devolver el préstamo, su indignación no puede ser menos justificable. El cambio climático empezó siendo un tema que preocupaba a los científicos y molestaba a los políticos, continua siendo una preocupación de mayorías pero Greta ha traído el movimiento al corazón de los afectados. Y, atención! Estos serán los líderes de la sociedad de aquí a pocos años.

"Ciertamente los intereses a corto plazo y la pereza de las instituciones y operadores económicos resta credibilidad a la efectiva realización de las actuaciones que comporta este gran desafío"

En cualquiera de los casos nos acercamos a fuertes controversias, si se acepta controversia como eufemismo. La principal complejidad nace de la imprescindible coordinación y planificación global ante un problema global de un mundo que está organizado en Estados con diferentes intereses. De hecho, en este escenario solamente la fuerza de los Estados puede condicionar y resistir la fuerza de poderes fácticos enfrentados a las soluciones. De aquí la importancia de propiciar y defender la vitalidad democrática de la sociedad y de los gobiernos que los representan. El objetivo es muy serio y hace falta que sea corresponsabilidad de todos.