Trump, el espejismo autoritario que seduce a una América desencantada
El éxito de una figura con los planteamientos de Trump es el resultado de casi medio siglo de políticas neoliberales y de un capitalismo sin reglas
No es nada casual que Donald Trump tenga opciones para presidir los Estados Unidos. Mucha gente está dispuesta a apoyar a un candidato condenado por delincuente, que es racista, misógino, mentiroso compulsivo, que insulta a quien le parece con expresiones muy violentas, que amenaza a la prensa y a los líderes europeos, que anuncia claramente la implantación de un gobierno autoritario en el que los enemigos políticos serán perseguidos, si hace falta, por el ejército, y donde las mujeres no tendrán ni el derecho a decidir sobre su propio cuerpo.
El éxito de una figura con los planteamientos de Trump es el resultado de casi medio siglo de políticas neoliberales, de un capitalismo sin reglas, con medios de comunicación sin regulación ni autorregulación, donde se ha olvidado que la información es un servicio público. Han sido años de políticas que benefician a los ricos y han dejado de lado las políticas educativas, sanitarias y de vivienda social que habrían permitido progresar a las clases medias y trabajadoras.
Las primeras elecciones que viví en los Estados Unidos fueron las de 1974. Se debía renovar un tercio del Senado y toda la Cámara de Representantes. El presidente republicano Richard Nixon acababa de dimitir, obligado por las revelaciones de unos periodistas sobre las prácticas ilegales de su partido para derrotar a los demócratas, el escándalo de Watergate.
Han sido años de políticas que benefician los ricos y se han dejado de banda las políticas educativas, sanitarias y de vivienda social que habrían permitido progresar en las clases medianas
En esas elecciones los republicanos cayeron en picado y los demócratas tomaron el control del Congreso de los Estados Unidos. Parecía que una nueva época de transparencia política era posible y aquel espíritu llevó dos años después a la elección del presidente Jimmy Carter. Carter era un hombre cristiano que quería aplicar los principios de su fe al gobierno de la nación. La gente lo eligió porque era un outsider, un hombre que no se identificaba con la burocracia de Washington y sus corruptelas políticas.
Lamentablemente, al final de su mandato, Carter tuvo que traicionar sus principios porque la dura realidad le hizo comprender que la política de una gran potencia no funcionaba como él había creído. En 1980, perdió las elecciones mientras 52 americanos eran rehenes de Irán en la embajada estadounidense de Teherán. El candidato republicano Ronald Reagan jugó sucio y pactó con los iraníes para que no liberaran a los rehenes hasta después de las elecciones, lo que precipitó la caída de Carter.
Los que cubríamos aquellas elecciones de 1980 y luego la administración Reagan no podíamos imaginar que la política conservadora ultraliberal que llegaba con ese líder republicano cambiaría los Estados Unidos y el mundo. Reagan bajó los impuestos a los ricos mientras recortó las ayudas y subsidios a los más pobres. Se promovió la desregulación en todos los sectores en los que era posible, entre ellos el de la prensa, que pasó a formar parte de grandes empresas multinacionales y multimedia donde ya no se exigía el principio de honestidad y rigor periodístico.
Millones de personas no han tenido acceso al seguro y se han tenido que arruinar para poder pagar los médicos cuando han tenido dolencias graves
Llegó la deslocalización de empresas que se marcharon a México o a China, dejando grandes áreas deprimidas y miles de trabajadores sin empleo y sin seguro médico, que casi siempre estaba ligado al puesto de trabajo. Durante años, miles de niñas, niños y adultos han muerto por enfermedades que se habrían podido curar si hubieran tenido asistencia médica. Millones de personas no han tenido acceso al seguro y han tenido que arruinarse para poder pagar a los médicos cuando han sufrido enfermedades graves.
Ese ascensor social del que los americanos estaban tan seguros ya no funcionaba. El sueño americano de hacerse rico trabajando duro se desvaneció. Apareció una nueva clase, la de los trabajadores pobres, que trabajan todas las horas y no pueden llegar a fin de mes porque los sueldos son demasiado bajos. Los bancos de alimentos y las diversas iglesias han sustituido al estado en la atención a los más pobres.
Cuando en 2009 el presidente Barack Obama llegó a la Casa Blanca, esta era la América que se encontró, pero los poderes fácticos y económicos impidieron que muchas de sus brillantes promesas se convirtieran en realidades. Además, Obama continuó gastando millones y millones de dólares en guerras. Aunque algunas cosas mejoraron, como también han mejorado con el presidente Biden, no ha sido suficiente para mantener las esperanzas.
La gente ve que la política exterior intervencionista de las últimas administraciones demócratas y republicanas, basada en la guerra infinita y la confrontación con Rusia, Irán, China... les perjudica. Muchos estadounidenses se preguntan por qué gastar millones y millones de dólares en armas que matan gente, cuando ese dinero invertido en educación, seguros médicos, vivienda social... podría hacer que el ascensor social volviera a funcionar, que el sueño americano fuera posible de nuevo.
Donald Trump da soluciones sencillas a problemas complejos y mucha gente le cree
Frente a todos estos problemas, que probablemente no resolverá, Donald Trump ha convertido a los inmigrantes en el enemigo público número uno que hay que eliminar. Como otros ultraderechistas, ha encontrado a alguien a quien culpar de los problemas de su país. Promete muros, expulsiones de todos aquellos que han buscado y siguen buscando refugio en el norte. La mayoría huyen de países que las desastrosas y egoístas políticas de Estados Unidos en el continente americano han convertido en estados fallidos, violentos y sin esperanza.
Donald Trump da soluciones sencillas a problemas complejos y mucha gente le cree. Creen en la persona y no en los partidos, que ya les han fallado muchas veces. Veremos si ese apoyo será suficiente para devolverlo a la Casa Blanca o si serán las mujeres quienes lo impedirán. Las mujeres a quienes Trump dice que quiere salvar de los hombres negros y de los inmigrantes, y que representan un 38% del electorado, quizá no estén tan de acuerdo en ser tratadas como criaturas sin poder de decisión.