¿De verdad que vamos bien?
Aumento del PIB con estancamiento de la productividad: un fenómeno que hemos estado arrastrando durante dos décadas
Los pronósticos de crecimiento del PIB mejoran una vez tras otra, tanto para este año como para el siguiente, tanto en Catalunya como en España. Los respectivos gobiernos coinciden en un incremento de la producción generada durante el 2024 del 2,7%, previsión que el FMI aumenta hasta el 2,9% para el conjunto español. Son previsiones aún más llamativas porque contrastan con la atonía general de los grandes países europeos, donde la locomotora alemana no va bien trimestre tras trimestre y los 20 países de la zona euro solo crecerán un 0,8%.
Ahora mismo, ya sabemos que no serán dos sino tres, las fábricas de Volkswagen en Alemania que cerrarán. Dicen que es para ser competitivos a medio plazo y hacerlo con recursos propios. Mientras tanto, la misma Alemania ha encabezado el grupo minoritario de países que se han opuesto a establecer aranceles extraordinarios a los vehículos eléctricos chinos para proteger la industria automovilística europea. Se ve que pesa más la preocupación por una guerra comercial con el gigante asiático que encarezca las exportaciones alemanas a China que el futuro de la misma Volkswagen y del resto de la industria alemana del ramo. Ya hemos hablado en estas mismas páginas de las dificultades coyunturales y estructurales de la economía alemana y no insistiremos. Fijémonos, sin embargo, en cómo nos van las cosas a nosotros.
Aumento del PIB con estancamiento de la productividad
Se trata de un fenómeno europeo que arrastramos desde hace dos décadas: el menor crecimiento de la productividad en relación con China y con los Estados Unidos. En casa, sin embargo, es aún más extremo: la productividad en Catalunya y en España ha crecido entre el año 2000 y el 2022 a una tasa anual del 0,2%, cuando en la zona euro lo ha hecho al 0,5%. En 2023, el PIB catalán aumentó un 2,6%, mientras que la productividad volvía a caer otra vez —después de hacerlo en los años de la covid— y disminuyó un 0,2%.
La aparente contradicción entre producir lo mismo —o menos— por cada hora trabajada —o por cada trabajador o por cada habitante— y aumentar la producción, el PIB, muy por encima de la media europea tiene una explicación sencilla: cada vez somos más. Más trabajadores, más habitantes. La creación de empleo sigue una línea ascendente desde hace unos cuantos años y la Seguridad Social bate récords históricos de afiliados. Entre diciembre de 2022 y diciembre de 2023, los afiliados en Catalunya aumentaron un 3,05%.
La aparente contradicción entre producir lo mismo por cada hora trabajada y aumentar la producción tiene una explicación sencilla: cada vez somos más
Sin embargo, la mayor parte del empleo que se crea está en los servicios personales, sobre todo en aquellos que giran en torno al turismo y al ocio y, ahora más puntualmente, en los sectores educativo y sociosanitario. En los últimos 12 meses, los afiliados a los servicios han crecido más del doble que los de la industria y la construcción. Los servicios son sectores intensivos en mano de obra y, por definición, de baja productividad. En el caso de los servicios públicos, la convención establece que el valor añadido que genera cada trabajador equivale a su salario, ya que no existen beneficios empresariales. Cuando se trata de servicios privados, además del salario bruto, se contabilizan todos los ingresos empresariales, sean beneficios, intereses o amortizaciones.
El sector hotelero como ejemplo
Si nos fijamos en un sector emblemático como el hotelero, es de los que más capital incorpora dentro de los servicios personales —principalmente el hotel y sus instalaciones—. Sin embargo, muchas veces se trata de establecimientos ya amortizados hace tiempo. De hecho, ya en los años 90, un importante hotelero de Barcelona se vanagloriaba de que cada nuevo establecimiento lo amortizaba en cinco años, una tercera parte de lo que contablemente se considera razonable.
En cuanto a intereses, es evidente que el sector sufrió bastante durante la covid-19 y muchas empresas tuvieron que incorporar una mochila importante en forma de créditos. Sin embargo, ahora ya llevan dos o tres ejercicios con ganancias importantes, en muchos casos por encima de dos dígitos. Han aumentado considerablemente el precio de las habitaciones, que en casa aún eran relativamente asequibles, y la consistencia de la demanda ha hecho que la ocupación no se haya resentido. Solo el año pasado, el precio medio de la habitación de hotel en Barcelona aumentó un 9,5%, con una ocupación estabilizada en un elevado 79,8%, cuatro puntos, por ejemplo, por encima de Madrid, que también tiene un precio medio por habitación casi 30 euros más reducido.
Ahora, ¿todo esto ha servido para mejorar significativamente la remuneración de los trabajadores? No tenemos noticia al respecto. ¿Esta ola de beneficios empresariales ha permitido aliviar un poco la intensidad de los trabajos más pesados que realizan, por ejemplo, las camareras de piso? Parece que no. Todo esto nos conduce a uno de los mitos emergentes de esta última temporada: el absentismo laboral.
El as de todos los golpes: el absentismo laboral
Determinadas patronales y empresarios ya han encontrado la causa de la baja productividad de sus empresas: el absentismo laboral. Un reciente estudio de Foment del Treball estima el absentismo en un 7,2% de la plantilla de media cada día. Esto llevaría a una disminución de la producción a pesar de mantener la mayor parte del gasto laboral. Sin embargo, como todos sabemos, a partir de una determinada duración, el salario del trabajador lo cubre la Seguridad Social y, por lo tanto, las pérdidas empresariales son limitadas. Es cierto, sin embargo, que las bajas generan a menudo la necesidad de contratar sustitutos o de tener una plantilla ligeramente sobredimensionada para cubrirlas.
Las empresas deben preguntarse si el modelo organizativo, retributivo y de carga de trabajo es el más adecuado para evitar que muchos trabajadores recurran a las bajas laborales
Evidentemente, existe una picaresca de siempre en torno a este tema. Que la edad media de los trabajadores aumenta y eso genera más bajas por razones médicas. Que el valor y el compromiso con el trabajo, en términos sociales, han disminuido, sobre todo entre los más jóvenes y los menos cualificados. Ahora, las empresas también deben preguntarse si el modelo organizativo, retributivo y de carga de trabajo es el más adecuado para evitar que muchos trabajadores recurran a las bajas laborales cuando no pueden aguantar más. Si la motivación, la vinculación y el compromiso con el trabajo, los compañeros y la empresa no pueden mejorar sustancialmente.
La leve disminución de la tasa de paro
A pesar de las noticias positivas del PIB, la tasa de desempleo sigue siendo anormalmente elevada en el contexto europeo. El 9,1% en Catalunya para 2023 es bastante inferior a la media española (11,9%), pero también más elevada que en la zona euro (6,4%). Estas diferencias se mantienen a lo largo del tiempo, a pesar de la mejor coyuntura que ahora se supone que atravesamos. Y es que, aunque la población ocupada en Catalunya aumentó en 620.000 personas en 2023, el desempleo solo disminuyó en 364.000. Esto significa que solo el 59% de nuevos puestos de trabajo sirvieron para disminuir el número de desempleados
Los restantes 256.000 puestos netos nuevos fueron ocupados por personas que hasta ahora no buscaban trabajo (nuevos activos), en parte jóvenes que acaban los estudios y muchas mujeres inmigrantes que acceden a trabajos que, en muchos casos, son a tiempo parcial y de baja remuneración. De hecho, las mujeres de origen inmigrante son el colectivo con menor tasa de actividad y las ocupadas se concentran en los servicios, con especial intensidad en la limpieza. Y, finalmente, una parte significativa de estos nuevos puestos de trabajo los habrán ocupado personas de origen extranjero que han llegado recientemente. De hecho, durante 2023 el saldo neto de inmigrantes creció en 126.000 personas. Mientras tanto, la tasa de actividad (personas ocupadas o que buscan trabajo formalmente) sobre la población total en edad de trabajar se estanca en el 76,1% y aún es 1,6 puntos inferior a los máximos alcanzados en 2011.
Cada vez más pobres
Las estimaciones de la Cambra de Comerç de Barcelona indican que la renta familiar disponible, una vez descontada la inflación, ha disminuido en un 12% en lo que llevamos de siglo, concretamente entre 2002 y 2021. Los ingresos por persona (salarios, pensiones, rendimientos de los ahorros o las inversiones), una vez descontados los impuestos y las ayudas públicas, se han reducido en casi 1.000 euros en términos constantes. En el mismo periodo, el PIB ha crecido un 44,5%, en términos corrientes (inflación incluida), pero los ingresos netos por persona solo lo han hecho en un 22,3%. Para España, las cifras son similares, pero la diferencia no es tan extrema: 41% y 29% respectivamente.
Por lo tanto, es evidente que no vamos tan bien. De hecho, no vamos nada bien: el crecimiento global de la economía proviene del hecho de que cada vez somos más, pero la productividad no aumenta porque la actividad se concentra en sectores con poco valor añadido, como el turismo y otros servicios personales. Los puestos de trabajo que se crean solo disminuyen levemente la elevada tasa de desempleo porque en buena parte son ocupados por mujeres que no trabajaban y por población recién llegada de origen extranjero. Son los únicos dispuestos a aceptar las condiciones salariales de esfuerzo físico y de falta de conciliación de gran parte de los puestos de trabajo que se crean. Condiciones que están en buena parte en el origen de la elevada tasa de absentismo laboral que padecemos y que es una carga añadida para las empresas y para la Seguridad Social.