La tienda de La Moianesa en Moià, el mismo local donde empezó el obrador el 1880 | Cedida

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La Moianesa, más de 140 años elaborando pasta catalana desde Moià

La Moianesa nació cómo un pequeño obrador de pasta y se ganó su supervivencia gracias a la innovación y especialización

1880. Calle del Comerç, en el centro de Moià. Una familia compra una pequeña máquina y empieza a elaborar pasta para vender a los vecinos. La pasta apenas se estaba extendiendo por Catalunya y en muchos pueblos nacieron pequeños obradores. Este es el origen de La Moianesa, que 140 años después se ha consolidado en el mundo de la pasta de calidad y cómo un referente innovador en pasta ecológica e integral.

Es la historia de una familia dedicada al mundo de la pasta que ha destacado por el amor por el producto y seguir los métodos de los auténticos pastificios italianos y que siempre ha tenido que ir a un paso por delante para mantenerse en un mercado cada vez más globalizado y competitivo. Una historia de pasta catalana.

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El fenómeno de la pasta a Catalunya

"En Catalunya, la pasta se pisos moda por influencia de Italia y a muchos pueblos se pusieron máquinas. Fue un fenómeno muy catalán, había muchas fábricas", explica Jordi Soler, quinta generación de La Moianesa. Cada obrador alcanzaba los vecinos de su zona. En su caso, se movían por el Moianès, Vic o Manresa y periódicamente en Barcelona. Todo ello hecho con la harina que llevaban los agricultores de la zona, que hasta entonces solo se utilizaba para el pan: "Fue una novedad muy grande".

La primera pasta que se fabricaba en La Moianesa, cómo en la mayoría de lugares, eran unos fideos largos y enroscados en forma de ocho. Los macarrones no llegaron hasta los años 30 o 40 del siglo XX. Lo secaban en el piso de arriba del obrador de manera natural y respetando "el arte de secado", una de las claves de la calidad. Entonces, la pasta todavía era con trigo convencional y era de color blanco.

Un siglo de obrador local

"A principios del siglo XX fue el boom de las fábricas de pasta, salían cómo setas en todas partes, en todos los pueblos y ciudades de Catalunya", explica Soler, que enfatiza que la popularidad de la pasta escaló rápidamente. Los clientes aumentaban, pero también los competidores, que hacían la misma pasta: "Nos íbamos ganando la vida". Ya avanzada la primera mitad de siglo veinte, La Moianesa incorporó el trigo duro, que hacía una pasta de más calidad y con el actual color amarillo.

Prácticamente durante cien años, La Moianesa se mantuvo cómo un pequeño obrador que elaboraba pasta de proximidad para clientes del entorno. Era un pequeño taller familiar con una única máquina.

El punto de inflexión de La Moianesa

El 1979, La Moianesa vivió un punto de inflexión que ha sido clave por su supervivencia. Las pequeñas fábricas de pasta del territorio iban desapareciendo por la creación de grandes empresas que podían ofrecer mucha más producción y precios más bajos: "De los 80 hasta los 2000, fue un cierre continuo de empresas".

La Moianesa apostó por construir una nueva fábrica en las afueras de Moià y hacer una apuesta revolucionaria: la fabricación de pasta para dietética: pasta con más fibra, integral y con más gluten para deportistas. "La que más éxito tuvo fue la integral", explica Soler, que recuerda que fueron uno de los pioneros en adentrarse en aquel sector y que lo hicieron con la colaboración de algunos clientes que se lo planteaban.

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Una reunión por la supervivencia

"Nuestros clientes tuvieron un crecimiento muy importante y, nosotros, con ellos", destaca. La Moianesa elaboraba esta pasta especializada y se vendía bajo la marca de los clientes, mientras seguía haciendo una pequeña parte de pasta tradicional, que vendía con su marca y en la tienda que mantenía en el centro de Moià, donde había tenido el primer obrador.

Aquella apuesta pionera e innovadora por pastas especializadas fue la salvación de La Moianesa: "Mi padre siempre recuerda la reunión que tuvo con aquellos clientes y que abrió la puerta a diferenciarnos de la pasta clásica. Fue una casualidad". La lucha por la pasta clásica contra las grandes empresas era inviable. Así fue cómo se especializaron en pastas dietéticas, una apuesta que todavía mantienen.

Jordi Soler: "Siempre hemos ido un paso por delante para ir sacando productos innovadores"

"Siempre hemos ido un paso por delante para ir sacando productos innovadores", recalca Soler. Siguieron las pastas vegetales de colores: "Hacíamos productos que no elaboraban los grandes fabricantes". Hasta que en los 90 también vivieron un nuevo punto de inflexión con la pasta ecológica: "Empezamos a hacerla cuando nadie hacía". Y la siguiente apuesta, ya en el siglo XXI, fue la pasta de legumbres.

La historia se repite: La Moianesa abre camino en productos diferenciales y, al cabo del tiempo, se suman los grandes fabricantes: "Cuando se suman, nos tenemos que especializar en otras novedades y volver a innovar". "El secreto ha sido mantenernos pequeños, que nos permite ser muy flexibles e investigar nuevos productos y hacer pruebas constantemente", reflexiona Soler, que añade: "Si en los 80 hubiéramos hecho cómo muchas empresas y hubiéramos invertido mucho dinero en maquinaria para hacer muchos kilos de pasta, quizás hoy no estaríamos aquí".

El amor por la pasta

Y es que Jordi Soler lamenta que la pasta se ha convertido para las grandes superficies cómo un "producto reclamo" por su precio: "Casi te lo regalan". La Moianesa ha continuado elaborando una pequeña parte de pasta clásica para vender bajo su propia marca y apostando por la calidad, con materia primera muy buena y con unos procesos que respeten los tiempos del producto: "La esencia de toda la vida de la fabricación de pasta".

Jordi Soler: "Es una pasta de calidad, con un poco de aceite ya te la puedes comer"

"Es una pasta de calidad, con un poco de aceite ya te la puedes comer". De hecho, a Moià llegan clientes de todo Catalunya para comprarla. Pero lamenta que los consumidores en general no valoran tanto la calidad de la pasta, a diferencia de lo que puede pasar en Italia. Ahora, uno de los retos de La Moianesa es potenciar más su propia marca y su pasta tradicional, aprovechando también un cambio del mercado, que cada vez valora más el producto de proximidad.

Además, Jordi Soler también hace una reivindicación del trigo: "Ahora parece el demonio por el gluten, pero a la gran mayoría de la población le prueba bien. El trigo ha sido la base de la alimentación humana desde hace 2.000 años y sin el trigo no estaríamos donde estamos". Aún así, también elaboran pasta de espelta ecológica que viene de agricultores del Moianès. El trigo que usan lo llevan de Aragón y Andalucía, puesto que el clima es más propicio.

Jordi Soler: "Las pymes de 10 o 12 trabajadores quedamos un poco escondidas, pero somos las que gitanos del carro del país".

Actualmente, La Moianesa fabrica unos 900.000 kilos de pasta al año, de los cuales un 85% son dietéticas que se venden bajo otras marcas. Facturan casi 2 millones de euros y dan trabajo a una docena de personas. Una medida que reivindica Jordi Soler: "Las pymes de 10 o 12 trabajadores quedamos un poco escondidas, pero somos las que tiramos del carro del país".