Calzados Bestard, la cumbre de los zapatos de montaña
La empresa mallorquina es uno de los pocos talleres de calzado que sobrevivió a la crisis de los años 70 en la isla y actualmente factura seis millones de euros al año
Desde que se fundó en 1940, la familia Bestard ha adivinado el momento de introducir cada cambio en su empresa. Bestard Mountain Boots es uno de los pocos talleres que sobrevivió a la crisis de los zapatos en Lloseta. Fue precisamente cuando la economía iba directa al abismo que supo encontrar un nicho en el mercado mallorquín. A pesar de que la montaña más alta de la isla –el Puig Major– no llega a los 1.500 metros, la afición de la segunda generación de Bestards por las excursiones abocó a la compañía a la especialización. Los zapatos de montaña, seguramente, los salvaron. Como también lo hizo salir de las Illes Balears e internacionalizarse en tiempos de crisis, adaptando el producto a las necesidades de cada lugar. Hoy, se sitúa entre las marcas de zapatos de montaña más reconocidas y vende a 35 países desde su fábrica de Lloseta.
Esperança Bestard es la actual administradora y nos explica la historia. "Cuando mi abuelo fundó la empresa, no tenía nada que ver con lo que somos ahora; hacía zapatos de vestir a medida para hombre", relata. Él siempre había estado relacionado con el mundo del calzado, puesto que empezó a trabajar en un taller de zapatos como mozo. De hecho, Mallorca y la industria del calzado tienen una relación histórica. La zona del Raiguer –donde se sitúa Lloseta– es conocida por la calidad de este producto, sobre todo hecho con piel.
Aprovechando el auge del sector, el abuelo Bestard decidió fundar la empresa en 1940. Los primeros años fueron discretos: "Hacían dos zapatos cada día, cosidos a mano, y eran entre ocho y nueve trabajadores", explica Bestard. El taller fue prosperando y a finales de los años 60 ya habían comprado maquinaria y habían aumentado el número de empleados a entre 10 y 15. Fue en aquel momento cuando encontraron el que sería el primer gran cliente fuera de la isla: el norte de la Península.
Bestard Mountain Boots sobrevivió a la crisis de los años 70 gracias a una reinvención: dejó de hacer zapatos de vestir de hombre para pasar al calzado de montaña
Así llegó la primera de las adaptaciones de la forma de hacer de la empresa. Como en el País Vasco, Navarra, Cantabria y Asturias hacía más frío que en Mallorca, los zapatos de vestir de hombre –todavía era este su único producto– tenían que ser más calientes. La segunda adaptación llegó poco después y fue un gran salto para Calzados Bestard. Estados Unidos fueron el siguiente mercado exterior. La crisis que se había instalado en el Estado español hizo que una pequeña empresa de Lloseta empezara a vender en la otra punta del mundo.
Hacia la montaña
Y justo cuando habían llegado a Estados Unidos estalló la crisis del petróleo, que empujó a la segunda generación Bestard a la tercera gran adaptación. "Mi padre y mis tios eran muy aficionados a las excursiones y empezaron a explorar un nuevo mercado", indica la administradora. En los años 70, el producto cambió radicalmente: Bestard dejó atrás los zapatos de vestir y se adentró en la montaña. Pero este cambio no sólo representaba modificar los materiales y el diseño de los zapatos, sino todo el ecosistema que se había establecido hasta aquel momento.
"Tuvimos que buscar nuevos proveedores, nuevos representantes comerciales, la manera de llegar a nuevos clientes, introducirnos en las tiendas de deportes, ir a ferias de montañismo y deporte... no sólo nos teníamos que especializar, sino también hacer marca", explica Esperança Bestard. A partir de aquel momento, la subida a la cumbre se suavizó hasta llegar a la posición nacional e internacional que ocupan hoy. Las únicas adaptaciones importantes que han tenido que hacer en los últimos 40 años ha sido seguir de cerca las tendencias del sector.
"El zapato de montaña actual tiene que ser ligero, cómodo, resistente a la abrasión, tiene que transpirar y durar mucho tiempo"
Las exigencias del excursionista son cada vez más altas: "El zapato de montaña actual tiene que ser ligero, cómodo, resistente a la abrasión, tiene que transpirar y durar mucho tiempo". La apuesta durante los casi 80 años de negocio siempre ha sido mejorar el producto. A pesar de que las condiciones a la Serra de Tramuntana –el núcleo de montañas más grande de las Balears– no son extremas, tienen líneas para todas las necesidades, desde los zapatos que se adhieren al hielo hasta los que se pueden llevar por ciudad.
Atrás han quedado las botas robustas y pesadas que marcaron los inicios de Bestard en el mundo de la montaña: ahora, una de las gamas está pensada para el público en general, otra es para niños, los cazadores también tienen una colección de zapatos que se adaptan a sus necesidades, los hay para hacer barranquisme y otros para senderismo. La mayor parte de la producción se hace en la fábrica que tienen en Lloseta, pero la administradora explica que la línea urbana se fabrica en otro país de la Unión Europea.
De Lloseta al mundo
La ruta de Bestard ha salido de Mallorca y del Estado español a menudo. Las primeras exportaciones después de haber hecho la transición a los zapatos de montaña se llevaron a cabo en los años 80 en Francia y Andorra, donde vendían en tiendas especializadas. Fuera de Europa, cuentan con la ayuda de distribuidores. Actualmente, las ventas en el extranjero de Bestard Mountain Boots representa un 25% de la facturación y se hace a 35 países. Los ingresos totales se sitúan entre cinco y seis millones de euros al año.
Las ventas en el extranjero representan el 25% de facturación y se hace a 35 países
A los 35 trabajadores que hacen funcionar la planta que tienen en su pueblo de origen se tienen que añadir 70 más que trabajan en las fábricas auxiliares repartidas por la Península y siete agentes comerciales que impulsan las ventas. Decathlon no es la competencia innombrable de Bestard, puesto que "en un mundo globalizado competimos con todas las empresas del sector". De hecho, Esperança Bestard ve muy claro que el tipo de cliente que puede tener el gigante francés no es el suyo.
Su vertiente internacional no acaba aquí. Entre sus proveedores más destacados está Vibram, un fabricante de suelas italiano con quienes ha creado los zapatos Vento y la tecnología Gore-tex Surround, que permite una transpiración de 360 grados. La innovación mantiene al producto actualizado.
De los 28 zapateros que había a Lloseta en 1970, sólo quedan tres. Las crisis, las grandes empresas de calzado y las jubilaciones sin relevo al frente de talleres familiares han arrasado con buena parte del sector mallorquín. La actual dirección de Calzados Bestard, Esperança y su primo Toni, todavía es joven y el tercer factor ni se contempla. El objetivo es mantener el espíritu de supervivencia de sus antepasados.