El misterioso caso de las balanzas fiscales
Hace unos días, el señor Canadell, diputado de Junts, presentó, con otra gente, el agravio constante y permanente del déficit fiscal que mantiene Catalunya respecto de España. Se trata de un 8% de nuestros impuestos que se van y no vuelven. Cada año. Uno detrás de otro. Con un grupo de gente promovimos una campaña para denunciar este agravio, ya hace años (2003). De aquella experiencia, y por lo que he ido viendo, he llegado a la conclusión que el enemigo no está en España. El enemigo lo tenemos en casa. Por eso sigo el consejo del profesor López Casasnovas y ya no hablo, como hacía antes, de expolio cuando me refiero a este lamentable hecho. Ahora digo drenaje, por el simple hecho que estamos ante una situación perfectamente tolerada y aceptada por determinadas élites catalanas: políticas y económicas.
De las élites económicas -ignoro si pueden ser calificadas de élites las asociaciones y grupillos de gente que hace dinerillo en casa y que pretende erigirse en representantes de los empresarios catalanes- no hablaré. Se trata de un conjunto de gente que está ufana de aplicar aquello que ellos piensan que es el pragmatismo, olvidando que lo que practican es el pragmatismo a cuatro patas. Por lo tanto, mejor no contar con ellos para este asunto.
Están convencidos de que Catalunya tiene la obligación de hacer ver que salva todas las repúblicas bananeras del mundo
Las élites políticas son más interesantes. Porque constituyen una élite como tal. Perniciosa, ciertamente, pero no tan miserable como los partidarios del afarta’m i digue’m moro! a los que me refería en el anterior párrafo. De élites a las cuales el tema de las balanzas fiscales ya les está bien hay de tres tipos. El primer colectivo está formado por los que, teniendo el amo en Madrid, la salud y el bienestar de Catalunya les interesa tanto como a mí me pueden interesar las técnicas taurinas que practicaba Manolete. Las provinciales del PSOE y el PP nunca tuitearán sobre el tema en cuestión bajo riesgo que, desde Madrid, les llamen la atención severamente. Del resto, alineada a la derecha y de disciplina española, ya ni hablo, por marginales. A la izquierda tenemos un partido -mejor dicho, un conglomerado de partidos que, si bien no tiene el amo en Madrid, si tiene los compañeros solidarios. Son todos de una solidaridad universalista -fruto de unos progenitores ideológicos formados en Moscú-. Y piensan que reclamar lo que es nuestro es un hecho de un egoísmo propio de capitalistas. Están convencidos de que Catalunya tiene la obligación de hacer ver que salva todas las repúblicas bananeras del mundo. Hablo de los Comunes.
El tercer grupo -el primero era lo de los renegados y el segundo el de los solidarios universales- está formado por partidos de disciplina catalana que no mueven ni un dedo. Y por eso creo que el tema de las balanzas fiscales constituye un misterio en sí mismo. ¿Por qué no se denuncia? Una vez me llamaron a comer con el consejero de Economía de turno. Éramos unas seis o siete personas. El consejero nos va preguntando por temas que la consejería podría atacar. Yo le dije que el más importante, estructuralmente hablando, era -en aquella época lo era, ahora la urgencia es por todas partes- el déficit de balanzas fiscales. Y sugerí una solución: una página web de transparencia donde el contribuyente picara su código postal y el sistema le detallara en que se gastaban sus impuestos (La Generalitat dispone de toda la información). Al final saldría un remanente que sería se va a España, para no volver. Manifesté que esta web en el marco adecuado (¡La Generalitat te informa!) crearía, especialmente cuando empieza la campaña tributaria, un efecto notable.
"¡Muy interesante!", dijo el consejero de turno. Tan interesante, que nunca más hemos hablado. He detectado, pues, que entre los partidos catalanes tampoco hay interés. He llegado a la conclusión que lo que no gusta a nuestros políticos es que descubramos en que se gastan nuestro dinero, aquello que se dice pasar cuentas.
Catalunya siempre perderá cualquier propuesta
El caso es que el país, todo él, ha decidido que el tema no tiene solución. El sistema de financiación de las comunidades autónomas se decide en una comisión (Consejo de Política Fiscal y Financiera) donde cada uno de los presentes dice la suya. Pero en una cosa están todos de acuerdo: a Catalunya se la tiene que continuar drenando por un hecho simple: si no es así, el sistema no es viable. Cómo que, sean del color que sean, ni el Gobierno ni la oposición nunca quieren destapar la caja de los truenos -tienen colocados simpatizantes por todas partes- el tema no se solucionará nunca. Catalunya siempre perderá cualquier propuesta.
Aun así, las últimas sentencias europeas han abierto una puerta, pequeña, al hecho que podamos luchar sobre este aspecto económico: considerarnos una minoría. Que se tome en consideración que, por el hecho de ser una minoría integrada en un grupo más grande, se sabe que siempre perderás. Creo que la vía judicial, si se fuera escalando dentro del sistema, hasta llegar a los tribunales europeos, abriría una puerta a discutir el tema seriamente y negociar una nueva base. Denunciar el Estado español por practicar un drenaje fiscal excesivo y discriminatorio, yo quiero decir un drenaje similar que no se aplica a todo el mundo. De lo contrario, solo la independencia del país puede solucionar el problema. No creo que nuestros gobernantes -después del intento del presidente Mas- hayan planteado nunca el asunto en estos términos tan dramáticos en Madrid.