¿Burguesía? ¿Élites? Connais pas!
Últimamente he escuchado a hablar de la decadencia de la burguesía catalana. Se ha hecho referencia en algún que otro artículo relativo al y a sus elecciones que ahora se acercan. También ha tenido eco un libro del señor Manel Pérez titulado La burguesía catalana que, tengo que ser sincero, tengo pendiente leer. Pero a pesar de esta falta mía, puntual, quiero hablar del tema. No del contenido de los artículos, ni del libro. Porque lo que pretendo es hacer una enmienda a la totalidad: Catalunya nunca ha tenido burguesía. Lo ha intentado. A veces de manera desesperada. Pero no ha existido nunca una burguesía catalana con el correspondiente sentimiento de clase, con la evidente sensación de pertenecer a un grupo con una misión social.
Burguesía quiere decir riqueza organizada. Y por organizada se entiende como la materialización de un colectivo practicante de unos determinados ritos producto de un sentimiento de pertenencia al grupo. El hecho aúna la generación de riqueza productiva, el espíritu emprendedor para luchar por un cierto mercado, el gasto en formas de lujo propio interno que acaba generando modelos de negocios ad latere otros negocios que viven de este lujo: coches, mobiliario, consumibles, etc.-, pero también externo en forma de mecenazgo, expansión en las formas de comportamiento, transmisión de valores a través de los sucesivos descendientes, transmisión de patrimonio productivo con intención de permanencia y expansión... En resumen, un montón de gente que, en nuestra casa ha existido, pero que ha sido escasa, numerosa solo esporádicamente y que, en definitiva, nunca ha tenido suficiente peso específico. Sin comparación posible al burgués francés o norteño de Italia, y menos todavía al alemán o al anglosajón.
Si alguna vez hubo un intento de burguesía, murió porque el país lo mató
Las razones son obvias. Un siglo XIX con tres guerras civiles después de la Guerra del Francés. Una primera mitad de siglo XX alborotada y acabada con guerra civil, seguida de una absoluta irregularidad hasta casi al final de siglo con la incorporación en la estabilidad europea. Hagamos un repaso. Las primeras grandes riquezas aparecen gracias a la Revolución Industrial. Ciertamente, aquellos ricos intentan estructurarse en forma de burguesía. Y se nota. ¿Qué es la Renaixença sino el resultado a largo plazo de una riqueza mínimamente organizada y reconocida por el poder político? Allí nació y murió prematuramente la potencial burguesía catalana. Los ricos llegaron a este status gracias al proteccionismo del mercado español. Para resumirlo: "podrás vender en toda España sin aranceles y protegido del mercado extranjero siempre que sepas que Madrid manda políticamente". Así se fue tirando hasta la Primera Guerra Mundial. La riqueza se multiplicó gracias a la exportación de ropa y zapatos para los soldados de una guerra que no nos afectaba. Pero he aquí que cuando esta riqueza miraba de organizarse -podemos considerar Francesc Cambó como el primer elemento impulsor de una burguesía no provinciana- Primo de Ribera va y da un golpe de estado. ¿Después? No hace falta que entre en detalles. Una república que, a pesar de que recientemente se quiera blanquear, fue un desastre. Seguida de un desastre peor: la dictadura fascista del general Franco. Y muerto una vez Franco, diez años de estabilización antes de incorporarnos a Europa.
En resumen: si nunca hubo un intento de burguesía, murió porque el país lo mató. ¿Competencia y economía de mercado? Nunca ha habido hasta la incorporación a Europa. La inestabilidad fue continuada. Y de aquel proyecto de burguesía -La Renaixença- todavía vivimos. ¿Los ricos aparecidos después? Oportunistas arrimados al poder de Madrid. ¿Intentos de crear una burguesía bajo Franco? Muchos. Se involucraron gente rica, intelectuales (Josep Pla, Vicens Vives...), empresarios ambiciosos (Ferrer Salat), empresarios comprometidos (¿o nos hemos olvidado de los que enviaban dinero al presidente Tarradellas en el exilio?). Pero nada cuajó. Todo había soplado en contra. Y hoy ya no quedan ni rastro ni los herederos de todos aquellos ricos que quisieron organizarse de manera conversada y europea. Hoy la españolización es total. Madrid usa el concepto "burguesía catalana" para darnos ínfules -como la ya magrejada apelación al "seny catalán"-. Saben que no hay, de burguesía ni de élites económicas. Hay una "telaraña", como bien explica Roger Vinton. Demasiados de ellos dispuestos a marchar de Catalunya cuando Madrid toca el silbato.
Por eso cuando visiten Milán, o Lyon, o Turín, o Burdeos... respiren fondo y notarán el olor de lo que es una ciudad burguesa. Y una anécdota que acostumbro a explicar. ¿Quieren una demostración de que no tenemos, ni hemos tenido, burguesía en Catalunya? Sencillo: no tenemos cocina burguesa. Porque, no se engañen, una de las cosas que han hecho las burguesías internacionalmente cuando se han reconocido como clase es preparar una mesa como Dios manda. Y no es nuestro caso. Nuestra excelente cocina nacional es popular. El hecho es lógico e inevitable.
Las élites que hubieron podido surgir a falta de una burguesía desaparecieron durante la década de los noventa
En cuanto a las élites -que hubieron podido surgir a falta de una burguesía-, dejémoslo correr. Desaparecieron durante la década de los noventa. Los últimos miembros fueron gente encabezada por Pere Duran Farell, Carles Ferrer Salat y algún otro. A partir de entonces estamos huérfanos de élites económicas y, también, intelectuales. Y así vamos. Nuestras élites se vendieron -la última remesa a raíz de los hechos del 1-O-. Josep Maria de Sagarra describe magistralmente -no podía ser de otra manera- la desaparición total de la aristocracia catalana a lo largo del XIX. Les dejo con dos de sus frases perfectamente válidas para explicar, hoy, la desaparición de nuestras élites.
"Los Lloberola pertenecían a este tipo de casa que, en su profunda ignorancia del tiempo y del espacio, llevaba la carcoma que la tenía que convertir en un inofensivo espectro". "La política no era otra cosa que el caciquismo más bajo de techo, a base de amistades y vínculos con la Corte; a veces, por un fin utilitario, como la concesión de una carretera que mejoraba una propiedad".