¿Tenemos que dejar Twitter?
Esta semana la alcaldesa de Barcelona Ada Colau ha anunciado que deja Twitter. Entiendo y respeto su decisión, pero no comparto sus argumentos. Dice que deja Twitter para poder hacer buena política y para no someterse a la “tiranía de la presencia permanente”, y me cuesta seguir este razonamiento donde parece que es la herramienta quien te obliga a hacer cosas que no quieres. Es cierto que hay quien hace cosas muy extrañas, pero uno mismo hace lo que quiere y la herramienta no parece impedir que un responsable haga política como crea que debe hacerla.
Ahora bien, eso no quita que Twitter y por extensión eso que llamamos redes sociales se está convirtiendo en un territorio turbio donde muy probablemente políticos y responsables públicos como Ada Colau harán bien de ir abandonando. La tecnología no es un trozo de hierro estéril sino que tiene ideología, y la digital todavía más. Twitter, al igual que Facebook, Google, Apple, Tesla o Amazon tienen ideología, y tienen un volumen tan desmesurado que se gestionan con algoritmos que son hijos de esta ideología, una ideología que no ha sido declarada, validada ni supervisada pero que actúa en todo el mundo.
La tecnología no es un trozo de hierro estéril sino que tiene ideología, y la digital todavía más
En el caso de Twitter es conocido y sabido que hay millones y millones de cuentas tras las cuales no hay ningún usuario humano real, sino que se gestionan automáticamente de manera mancomunada desde un algoritmo al servicio de algún interés. Es fácil programar que si Ada Colau dice alguna cosa en Twitter, lo que sea, los centenares o miles de cuentas que tu controlas empiecen a responderle de manera automática e inmediata. Si en su tuit aparece el término “vivienda” se programan unas respuestas automáticas, si dice “soberanía” otras, y si habla de “familia” todavía otras. Y aunque no diga nada de todo esto, también recibirá respuestas automáticas. Centenares. Miles. De todo tipo. Insultos, quejas, críticas… menos bonita le dirán de todo.
La mayoría de ciudadanos no conoce o no quiere creer que las redes funcionen de esta manera, y la percepción pública es que Ada Colau es una persona contestada, cuestionada, criticada y odiada. Y se generan estados de opinión, que es de lo que se trataba. Aunque tu y tres amigos decidáis que es injusto y queráis contestar, no tenéis nada que hacer ante un ejército de bots. Ada Colau, y el político de turno, lo tienen mal. El espacio público se les gira a la contra, su imagen y reputación sufre, y si quieren contestar o conversar resulta que al otro lado no hay nadie, sólo robots a los que les importa un bledo cualquier intento de dialogar. Su tarea es otra, y no tiene nada que ver con argumentar o razonar.
El problema radica en que Twitter no actúa pese a que le sería muy sencillo identificar esas cuentas gestionadas por bots en lugar de humanos, y si no actúa es por desidia o porqué ya le va bien. Hace poco activaron una nueva opción por la que puedes elegir quien puede contestarte un tuit, y si yo fuese Colau la habría utilizado mucho, pero no es suficiente. Si Twitter es una herramienta de conversaciones y diálogo las reglas de juego que lo ordenan deberían ser mucho más claras y contundentes, y ahora no es así. Siempre se han dicho sandeces en el espacio público, pero cuando se cruza la línea y la opinión expresada ya es claramente constitutiva de delito, Twitter no actúa con la necesaria contundencia. Contenidos xenófobos, amenazas de muerte, exaltaciones fascistas… demasiados casos en los que se avisa a Twitter y éste no reacciona ni hace nada para evitarlo. Y recurrir a la ley para resolverlo nos pone en unos plazos de tiempo insoportables de asumir en la actual sociedad instantánea.
Si Twitter es una herramienta de conversaciones y diálogo las reglas de juego que lo ordenan deberían ser mucho más claras y contundentes, y ahora no es así
Si técnicamente todo esto se podría gestionar mucho mejor, y pese a todo no se hace, es porqué Twitter tiene ideología. Como todo y como todo el mundo. Cuando Donald Trump estaba en su delirio final las redes sociales se atrevieron a cancelar la cuenta ni más ni menos que del Presidente de los Estados Unidos. Pero mucho me temo que aprovecharon que ya era un ángel caído para blanquear su más que dudoso funcionamiento.
No estoy de acuerdo con los argumentos de Ada Colau para dejar Twitter, pero espero que su acción contribuya al debate que deberíamos tener, y sobre todo a forzar mecanismos de transparencia y control en los sistemas de toma de decisión en las grandes plataformas digitales.