El innovador nace o se forma
Pero la relación entre la idea y la innovación es más compleja que entre la gallina y el huevo, puesto que la imaginación no tiene limitaciones territoriales ni materiales, mientras que la innovación está limitada al conocimiento que tenemos, a cómo percibimos el mundo y cómo actuamos en nuestro entorno. Muchas técnicas de creatividad precisamente buscan esta imaginación abierta e ilimitada, para después analizar las limitaciones y oportunidades de estas ideas a nuestro entorno.
Los innovadores se caracterizan para poseer las competencias y habilidades necesarias para convertir Ideas visionarias en productos y servicios tangibles que aporten aquella diferenciación y mejora que sea beneficiosa por los clientes y/o usuarios. Por lo tanto, no sólo hay que crear un producto o servicio nuevo, si no hay que asegurarse que encontraremos el mercado adecuado y los usuarios aprecian esta novedad como un valor añadido.
Una pregunta que se nos plantea es si los innovadores nacen con estas habilidades o se pueden aprender. No todos sabemos ver en una cascada de agua una estructura arquitectónica o en un hueso de una fruta un ingrediente por un peeling cosmético. Una mente creativa y abierta no lo adquiriremos en ninguna aula. Pero estas ideas no serán ninguna crema ni edificio si no aprendemos técnicas para conocer la innovación tecnológica del entorno (local y global), si no realizamos estudios de mercado y de tendencias , si no sabemos diseñar prototipos y pilotos, entre otros.
El mundo de la gestión de la innovación está en movimiento continuo y sectores muy innovadores, como por ejemplo las TIC y la alimentación, integran de forma muy rápida estas técnicas en la gestión de la innovación corporativa. En un mundo cada vez más global con fácil acceso a datos, información y conexiones fáciles, nos encontramos con usuarios altamente informados.
Por lo tanto, se recomienda mapejar la experiencia del recorrido del cliente (en inglés, customer journey experience map) verso nuestro producto o servicio. Esta técnica se puede usar en diferentes fases del proceso de gestión de la innovación, desde la detección de problemas por los cuales buscamos ideas innovadoras, pasando por la validación de alguna idea innovadora, hasta el control de calidad de un nuevo servicio y el marketing.
En un mundo interconectado y tan informado, esto requiere la combinación de habilidades sociales, conocimientos técnicos y de gestión de la innovación así como herramientas colaborativas (herramientas 2.0, 3.0 y otras). A título de ejemplo, podemos crear de forma colaborativa mediante web mapas de empatía de nuestro cliente potencial, podemos crear mapas mentales y compartidos en relación a una idea y diseñar el modelo de negocio, etc.
En conclusión, si queremos combinar creatividad con viabilidad, veremos que técnicas y metodologías validadas para gestionar la innovación nos ayudarán a convertir nuestras ideas en innovaciones, y antes de que lo haga la competencia. Otros ejemplos de nuevas tendencias para gestionar de forma más eficaz la innovación son la organización de bootcamps para encontrar rápidamente muchas ideas por un reto, o la creación de aceleradoras para compartir el riesgo entre emprendedores y entidades.
Cómo vemos, no se nace como innovador pero sí que se pueden aprender muchas técnicas. Tengamos presente que tenemos un conocimiento sesgado del mercado, de nuestro producto (o servicio) y de los potenciales usuarios. Por lo tanto, es bueno que tengamos ideas que podamos contrastar con las técnicas aprendidas para validar nuestras ideas y así hacerlas más viables.