¿Deben entrar los robots en casa?
Hablaba la semana pasada de si la IA tenía que entrar a las aulas. Los generadores de texto y de imágenes a partir de modelos de lenguaje están provocando un cambio que más que tecnológico es cultural.
Ha estado al volver de las vacaciones de verano y nos hemos encontrado de narices con imágenes generadas con IA que compiten en belleza y creatividad con las de artistas reconocidos. En el decurso de una semana he visto las caras de estupor de diseñadores, directores de arte, fotógrafos, ilustradores, diseñadores editoriales, directores de escuela de diseño, profesores de máster y publicistas. Los debates éticos, legales y filosóficos son incontables y apenas empezamos a plantear los que tocan. De todos, el que más me interesa es el filosófico de la existencia, del ser de la tecnología: una vez una tecnología existe no puede no-existir. Preocupémonos de qué hacemos con ello.
Una derivada del fenómeno es con la celeridad que se ha producido. Hace cinco años las imágenes que estos sistemas eran capaces de generar eran de 32 x 32 píxeles (un icono del móvil ya hace 180 x 180) y justo antes del verano teorizábamos todavía con cuatro demos y un par de betas privadas. Mientras estábamos entretenidos con el ingeniero iluminado de Google que contrataba un abogado porque afirmaba que el modelo de IA LaMDA tenía conciencia ("Sé distinguir una persona cuando hablo con ella") llegaban modelos con licencias abiertas descargables en el ordenador.
¿Podría pasar lo mismo con los robots? O mejor dicho, ¿podría estar pasando lo mismo con los robots? ¿Ya ha pasado y no nos hemos dado cuenta? Si miramos lo que tenemos en casa encontraremos unos cuantos robots: la Roomba, la Termomix, Alexa, la televisión inteligente, las luces que encendemos con la voz. Si hacemos caso de la definición de robot —sistema con sensores, capacidad de proceso y actuadores capaces de modificar su entorno— encontraríamos todavía más; un coche moderno encaja con esta definición. Y en un futuro no demasiado lejano, un par de años, podríamos tener más.
El debate viene a pelo porque esta semana han coincidido unos cuantos anuncios que apuntan en esta dirección. Por un lado, Amazon ha presentado una actualización de su Astro Bot, el robot doméstico de vigilancia que presentó el año pasado. La característica estrella de esta versión es la capacidad de monitorizar mascotas mientras los amos están fuera. El Astro, que no se encuentra haciendo una búsqueda en Amazon, pero curiosamente sí haciéndola en Google -que después te dirige a la plataforma-, es lo que en Amazon se dice un "Day 1 Edition": productos solo disponibles por invitación para gente muy pionera. Amazon lo pondrá a la venta por unos 1.500 euros, el chocolate del loro para los que compran mascotas a precios desorbitados y después les ponen vestidos. Les auguro rotura de stocks.
Musk dice que el negocio de los robots será más lucrativo que el de los Tesla
La noticia ha coincidido con la esperada presentación del robot Optimus de Tesla. Después del ridículo espantoso del año pasado presentando un actor vestido de lycra con un casco diciendo que Tesla estaba construyendo un robot, Elon Musk lo tenía muy difícil el pasado viernes. Y no lo consiguió. Todo lo que vimos fue un robot humanoide que saludaba a la gente mientras caminaba como si tuviera dolor de tripa.
A un precio de mercado por debajo los 20.000 dólares, la tercera parte de un Tesla Model Y, Musk dice que el negocio de los robots será más lucrativo que el de los Tesla y que él aspira a hacer la máquina que construya la máquina. Si hace una iteración más y hace la máquina que hace la máquina que hace la máquina, se queda sin trabajo. Musk se curó en salud y dijo que empezarían a aceptar pedidos a partir de 2024-25. De momento lo archivamos en la carpeta de trucos publicitarios de Musk para promocionar Tesla.
Hay un tercero en discordia, que ha pasado más desapercibido y que por eso me resulta bastante más interesante. Creado en Aberfal, un pueblo de la costa de Cornualla en Inglaterra, el robot Ameca es un modelo de humanoide con expresión facial que ya nos sorprendió a principios de año por cómo de inquietante resultaba. Pues ha pasado lo que tenía que pasar y lo han conectado con el modelo de lenguaje GPT-3 de Open AI, aquel que es capaz de generar textos a partir de frases. Ameca es capaz de mantener conversaciones totalmente abiertas con todo tipo de personas en situaciones cotidianas. El resultado es mucho más que la suma de las partes. Expresiones faciales familiares más un discurso razonado y coherente es bastante del futuro como podéis comprobar en el vídeo que han colgado en YouTube.
Ha pasado todo en un mes: una marca de coches de lujo anuncia la voluntad de poner un robot en cada hogar, una marca de gran consumo anuncia que pondrá un robot para cada mascota y una integración de tecnologías exponenciales nos promete poner un robot en cada conversación. Me fascina y a la vez me preocupa la velocidad a la que todo está pasando. Para ver de dónde veníamos y dónde estamos podéis ver el vídeo-resumen de la evolución de los robots de Boston Dynamics: de dos bastones a modo de patas andando en círculo hace 25 años a humanoides capaces de hacer rutinas de gimnasia y parkour hoy. Bien pronto en casa.