Telescopios, microscopios, tuits y burofaxes
Levantarse temprano, leer prensa local, internacional y blogs de referencia en el iPad con el té cerca, guardar los artículos más interesantes en Refind, compartir en Twitter los que te harán parecer un experto, revisar la línea de tiempo, leer los artículos recomendados, hacer algún RT, intercambiar tuits, poner en marcha la radio, sentir las últimas noticias, las opiniones de expertos, las tertulias… todo esto es muy 2019.
En el 2020 las cosas van diferente. Cuando se dice que la pandemia del Covid son dos pandemias a la vez, la propiamente biológica y la de la desinformación, omitimos la de la información. Una información que sufre el síndrome del canal 24 horas: demasiada información desinforma. Puede parecer una falacia o un bonito juego de palabras que queda bien en un artículo pero numerosos estudios psicológicos con resultados medibles demuestran esta tesis. Estar muy informado no quiere decir consumir —y la palabra clave aquí es consumir— mucha información.
"Estar muy informado no quiere decir consumir —y la palabra clave aquí es consumir— mucha información"
Seguir el minuto a minuto del Covid, del divorcio de Messi y el Barça, del del PDCat con JXCat o el último rifirrafe en Twitter no nos informa, más bien al contrario, nos desinforma. Es similar a la prensa deportiva de verano con todas las especulaciones y las portadas con photoshops de jugadores con la camiseta del Barça. No me interpretéis mal, tengo mucho respeto por los periodistas deportivos que considero que tienen súper-poderes como el poder de comprimir y alargar el tiempo: narran acontecimientos rapidísimos por la radio o la TV, escriben crónicas sobre acontecimientos que no saben como fenecerán y las completan en cuestión de minutos una vez sabido el desenlace. Es este mismo súper-poder que les permite estirar no-informaciones como un chicle a lo largo de todo un verano si hace falta.
Y lo que vale para la información deportiva es generalitzable a cualquier campo del conocimiento. La realidad virtual nos permitirá estar en cualquier lugar del mundo sólo poniéndonos unas ojeras, la nevera hará la compra a solas, la Inteligencia artificial superará la humana, los robots nos quitarán el trabajo… todo, la semana que viene. La última iteración de lo mucho que sobrevaloramos la inmediatez es la promesa que Elon Musk hizo la semana ante los tres cerditos de que pronto nuestro cerebro estaría conectado con internet. Sobrevaloramos el impacto de la tecnología a corto plazo e infravaloramos el impacto a largo plazo, del mismo modo que sobrevaloramos aquello fuera de lo común y aquello llamativo, e infravaloramos aquello normal y cotidiano.
Centrarnos en aquello micro está bien si somos oncólogos, químicos, peritos u hormigas. Si queremos entender lo que realmente pasa en el mundo tenemos que echar unas cuántos órdenes de magnitud afuera y mirarlo desde allí con el telescopio. Si vamos a la selva del Amazonas es imposible que veamos la arena que cae procedente del desierto del Sáhara; si en cambio nos fijamos en imágenes de satélite veremos como dos ecosistemas tan distantes física y ecológicamente están conectados.
Del mismo modo si nos fijamos en los rifirrafes que generan los tuits de Trump en Twitter pensaremos que la causa de la decadencia de los EE.UU. es que hay uno perturbado en la Casa Blanca cuando en realidad, Trump es la consecuencia. Si nos fijamos en el minuto a minuto de las informaciones del Barça y del caso Messi creeremos lo mismo de la junta actual, y si hacemos lo mismo con las luchas internas en el seno del independentismo nos veremos obligados a culpar a unos u otros en vez de fijarnos otra vez en la vista del satélite y situar el origen en una situación colonial.
Dejé de seguir la actualidad hacia abril o mayo, no lo recuerdo bien, por culpa del exceso de información del Covid. ¿Qué información me aporta el número diario de muertos, los tecnicismos y las cambiantes opiniones de los expertos? Cero no, negativos. El recuento de los muertos es una estadística más en una sección del TN a la espera de las noticias de deportes, una estadística que a fuerza de verla repetida nos insesibiliza y nos distrae.
"¿Qué información me aporta el número diario de muertos, los tecnicismos y las cambiantes opiniones de los expertos? Cero no, negativos"
La frase atribuida a Stalin de que "un muerto es una tragedia, un millón una estadística" es más cierta que nunca. Si nos fijamos en el minuto a minuto del problema coyuntural que es el Covid —que los expertos dicen que "ha venido para quedarse"— nos distraeremos del problema estructural que es el cambio climático. El Covid no es la causa de todos los males económicos, sociales y psicológicos sino una de las consecuencias de una globalización que no sabemos gestionar en un entorno demasiado complejo donde sólo entendemos aquello pequeño. Y mientras tanto el tuit de un político, el burofax de un futbolista o la opinión de un experto continúa abriendo noticiarios, llenando tertulias y coleccionando clics en los digitales. Leed libros por la mañana.