Etnógrafo digital

Una nube negra

10 de Agosto de 2023
Josep Maria Ganyet | VIA Empresa

Se acerca una nube negra que afectará a toda la humanidad. La frase puede servir para la próxima crisis económica, una nueva pandemia, la emergencia climática, la victoria de Trump en las elecciones o para un artículo apocalíptico sobre cómo la inteligencia artificial nos va a exterminar. O esto o un argumento de una novela de ciencia ficción. Quedémonos en este último escenario y seguimos imaginando.

 

Científicos en distintos países del mundo se dan cuenta de que algunas estrellas han desaparecido del cielo nocturno del hemisferio norte. Comparten información y corroboran la hipótesis: una nube de gas se acerca a la Tierra a una velocidad fabulosa. A partir de ahí se abren todas las incógnitas. ¿Llegará a la Tierra? ¿Pasará de largo? ¿Qué pasará con la atmósfera? Y si bloquea la luz del sol durante mucho tiempo, ¿qué va a pasar con el clima? ¿Qué consecuencias económicas tendrá? ¿Cuáles son las políticas adecuadas para cada escenario? ¿Quién tiene acceso y controla toda esta información? ¿Cuál es el rol de las potencias nucleares?

El paralelismo entre el temor a las inteligencias alienígenas de mediados del siglo XX se asemeja mucho a los temores hacia la IA del siglo XXI

Éste es precisamente el argumento del libro La nube negra escrita por el astrofísico Fred Hoyle en 1957. Que el autor sea un científico es relevante; a pesar de ser un relato de ciencia ficción es también un libro de divulgación científica. La narración está a menudo ilustrada con dibujos, esquemas y razonamientos que van más allá del argumento, con conceptos fundamentales de física explicados de manera comprensible. Hoyle, Sir Fred Hoyle (1915-2001) compaginó su trabajo de astrofísico con el de escritor. Brillante y polémico era a la vez un firme defensor de la teoría de la panspermia, que propone que la vida en la Tierra habría llegado vía un meteorito. También era defensor de un Universo estacionario, la teoría hoy refutada de que el Universo nunca tuvo un origen y que siempre ha sido tal y como lo conocemos hoy. Hoyle encontraba ridículo que tuviera un inicio, tanto, que bautizó la teoría con la expresión burlón de “Big Bang” (gran pedo).

 

La nube negra, sin ser premonitoria, tiene muchos puntos de contacto con la actualidad, incluida la presencia de una IA. No os haré spoilers, pero el paralelismo entre el temor a las inteligencias alienígenas de mediados del siglo XX se parece mucho a los temores hacia la IA del siglo XXI. Recuerda a Yuval Harari cuando califica la IA de “alien inteligence”, que tanto puede significar “inteligencia extraña” como “inteligencia alienígena”. El calificativo está buscado seguramente para dar miedo y vender más libros y entrevistas.

Los paralelismos no terminan aquí. Tanto en el escenario que plantea Nube negra —finales de la década de 1950— como en el actual —el de la IA— el papel de los tecnólogos es fundamental y choca a menudo con el de los políticos que ven cómo el poder de la tecnología se confronta con el de la democracia. También son críticos los flujos de información: quien tiene toda la información sobre la nube —o la IA—, cómo, cuándo y hasta dónde se explica en la sociedad y quien controla su relato. Y finalmente el rol de las superpotencias, que en 1957 ya eran nucleares: frente a una amenaza global se miran de reojo y las decisiones que toman son locales. Suena a un día cualquiera de titulares sobre tecnología.

Tanto en el escenario que plantea Nube negra como en el actual —lo de la IA— el papel de los tecnólogos es fundamental y choca a menudo con el de los políticos

Todas estas similitudes también nos remiten al proyecto Manhattan de desarrollo de la bomba atómica, ahora tan popular gracias a la película Oppenheimer. Pequeño spoiler: en la novela de Hoyle científicos y militares de una de las potencias también construyen una especie de ciudad-laboratorio secreta en un lugar lejos de todo para tener toda la información posible sobre la nube antes que los rivales.

Y lo que ocurre a continuación te sorprenderá.

P.S.: Ya os dije que este verano procuraría ser un poco millonario.