Pacto Nacional por la Sociedad del Conocimiento
La presentación del nuevo Pacto Nacional por la Sociedad del Conocimiento es una gran noticia. Demuestra una sensibilidad sincera de la Consejería de empresa y Conocimiento por la necesaria y urgente transformación del modelo productivo que requiere Cataluña para sustentar una auténtica sociedad del bienestar, que sólo podrá ser realidad en el marco de una avanzada economía del conocimiento. Hay que decir claro, alto y fuerte que las pensiones y la sanidad del futuro no las pagarán nuestras cotizaciones actuales. Que nadie se engañe. Nuestras cotizaciones actuales pagan la sociedad del bienestar actual. No hay ninguna bolsa de ahorros preparada por el futuro. El bienestar de mañana lo pagarán las inversiones en I+D actuales, que se convertirán en productividad a medio y largo plazo. Pero cuenta! Hay que inducir especialmente inversiones productivas en I+D, no cualquier inversión en I+D. Y en este punto hace falta también transformar las dinámicas preexistentes.
"Hay que decir claro, alto y fuerte que las pensiones y la sanidad del futuro no las pagarán nuestras cotizaciones actuales. Que nadie se engañe... El bienestar de mañana lo pagarán las inversiones productivas en I+D actuales"
Durante más de una década, las actuaciones públicas destinadas a lograr la anhelada economía del conocimiento han ido orientadas de forma casi exclusiva a la generación de conocimiento, con la esperanza que este se difundiera de forma espontánea a la economía. Esto no ha pasado, ni pasará. Durante más de diez años, el verdadero foco estratégico de las políticas de ciencia y tecnología ha sido la investigación. La investigación de per se, como objetivo último, dejando la transferencia de tecnología, la innovación o las políticas de investigación industrial como apéndice (casi molesto) de las actuaciones puras de creación de conocimiento. A pesar de que Cataluña ha disfrutado de un cierto posicionamiento innovador, las verdaderas estrategias-país se contrastan en presupuestos. Y los presupuestos han sido destinados en proporción 10 a 1 a actividades de investigación, versus las de transferencia o innovación. Actividades que desembocan en papeles científicos de gran calidad, que han posicionado Cataluña como polo investigador del Sur de Europa, pero que no han revertido en creación de ocupación de calidad. Centenares de millones de euros de financiación pública se han convertido en miles de artículos científicos, muchos de auténtica excelencia, pero que no se han transferido a la industria para crear ventajas competitivas económicas. Una estrategia muy eficiente en la creación de nuevo conocimiento de calidad, pero extremadamente ineficiente en la activación económica. Se dirá que "la culpa es de la industria". No es cierto. La creación de dinámicas de crecimiento económico basadas en innovación requiere políticas compensadas en oferta (creación de conocimiento) y demanda (absorción rápida de este conocimiento por parte del sistema productivo). Los resultados que tenemos son los lógicos de un sistema de innovación que ha apostado implícitamente por la potenciación de una sola dimensión: la excelencia científica.
No nos extrañamos que no haya niveles de transferencia de conocimiento, de inversión productiva en I+D o de creación de empresas deep tech equiparables a las otros países europeos, ni siquiera niveles de innovación dignas de la base científica creada. Simplemente, se han obviado las políticas en estos ejes. Y cuando han existido, han sido precarias, discontinuas y erráticas. Y no nos hacemos trampas al solitario. No caigamos a la autosatisfacción. Nos gusta ver las magníficas singularidades que tenemos en Cataluña en forma de centros de investigación relevantes, infraestructuras científicas, casos de éxito emprendedores, o figuras de prestigio. Presumimos de una capital envidiable para atraer talento. Pero las estadísticas frías son implacables: nos alejamos cada vez más de los estándares internacionales. En el último año, la inversión en I+D de la economía catalana ha crecido una centésima de PIB. Exactamente como el conjunto de la economía española. Y necesitamos 150 centésimas (1'5 puntos) para llegar a los estándares que pide Europa. Así que sólo hay que contar cuánto de tiempo sería necesario, con las dinámicas actuales.
"El Pacto Nacional tiene que ser un Pacto de todos los agentes del sistema de ciencia, tecnología e industria, con su centro de gravedad a la empresa. No una nueva iniciativa circunscrita a los círculos académicos y de investigación"
El Pacto Nacional tiene que servir para corregir estas deficiencias y acelerar la convergencia con Europa. No utilizamos el Pacto sólo para consolidar políticas científicas sobre las cuales existe ya un gran consenso y liderazgos, sino –sobre todo- para complementarlas con políticas de transferencia tecnológica, de investigación industrial, de crecimiento de empresas de base tecnológica y de desarrollo de clústeres productivos intensivos en investigación. Es el momento de potenciar un Eurecat que, para tener impacto real en la economía, y ser equiparable a sus homólogos europeos, tendría que multiplicar por cuatro su dimensión. Es el momento de recuperar redes de transferencia tecnológica universitaria, potenciando específicamente los profesores-emprendedores que ya trabajan con la industria. Es el momento de consolidar clústeres de industria 4.0, apoyando de forma decidida la transformación digital y la I+D en el tejido de Pymes. El Pacto Nacional tiene que ser esto, un Pacto de todos los agentes del sistema de ciencia, tecnología e industria, con su centro de gravedad a la empresa. No una nueva iniciativa circunscrita a los círculos académicos y de investigación.
Enhorabuena a la Consejería, y muchos éxitos en esta iniciativa, estratégica y absolutamente necesaria para el país.