Opinión

Las redes sociales, oportunidad y quebradero de cabeza

El pasado mes de febrero, el Ayuntamiento de Nueva York presentó una denuncia contra cinco de las principales redes sociales (Facebook, Instagram, TikTok, Snapchat y YouTube) por, cito textualmente, "alimentar una crisis de salud mental juvenil". El objetivo de la demanda no es sino forzar a estas compañías a cambiar su comportamiento y asumir los costos que generan los trastornos que desencadenan.

Por el contrario, se refuerza la creencia generalizada de que las redes sociales reciben grandes beneficios de los usuarios más jóvenes. De hecho, un nuevo estudio dirigido por la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard estima que en el año 2022 Facebook, Instagram, Snapchat, TikTok, X (antes Twitter) y YouTube obtuvieron en conjunto alrededor de 11.000 millones de dólares en ingresos publicitarios de usuarios estadounidenses menores de 18 años.

Controlar lo que los más pequeños de la casa hacen en Internet se ha convertido en una tarea fundamental que padres, madres y tutores deben llevar a cabo para evitar que los menores caigan en los riesgos vinculados directa o indirectamente al mundo online. Las redes sociales son hoy las plataformas por excelencia con las que nuestras criaturas y adolescentes se relacionan, se divierten y socializan, de ahí la importancia de poner límites y activar controles parentales en las principales redes sociales.

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Las características propias de las redes sociales afectan a todas las personas, pero en los jóvenes son más peligrosas porque estos se encuentran en un momento existencial de definición de su propia identidad y de búsqueda de su lugar en la sociedad. Estudios recientes constatan que la edad promedio en la que los menores tienen su primer móvil es de 11 años y la inmensa mayoría con acceso a internet. En cuanto a los adolescentes, prácticamente todos tienen alguna forma de interacción en las redes sociales.

"Controlar lo que los más pequeños de la casa hacen en Internet se ha convertido en una tarea fundamental que padres, madres y tutores deben llevar a cabo para evitar que los menores caigan en los riesgos vinculados directa o indirectamente al mundo online"

Los datos del Observatorio Nacional de la Tecnología, en su estudio sobre el Uso de las tecnologías por parte de los menores en España, señalan que el uso de Internet en niños de edades comprendidas entre los 10 y los 15 años es ya una práctica habitual en el 98% de los casos, habiéndose incrementado de manera alarmante en los últimos años en un aproximado del 5% (dependiendo de cada región de España). De manera coetánea al auge del uso de estas redes sociales en menores, aumentan los riesgos ligados al uso de Internet. En determinados casos, algunos de los riesgos relacionados con el uso de las redes sociales son a la vez señales de alerta de un uso excesivo o problemático. Hablamos del agravamiento del rendimiento académico y la disminución del tiempo de actividades de ocio al aire libre: deportes, salir con amigos, aislamiento de la familia y/o las amistades, del malestar emocional y físico o del ciberacoso, el grooming y el sexting. Por todo esto, como adultos y como tutores, tenemos la gran responsabilidad de evitar posibles situaciones que puedan perjudicar a los menores y controlar su uso y su comportamiento en las redes a través de la activación del control parental.

Según un estudio de Dove, la conocida marca de cuidado e higiene corporal, a los 13 años el 72% de las niñas del estado español ya han descargado un filtro o aplicación de retoque. Hoy ya no hablamos de los cánones estéticos que hasta ahora veíamos en las revistas o medios de comunicación. Hoy esos modelos de aparente perfección llegan a nuestros menores y adolescentes a través de las redes sociales y su ilimitado poder de difusión.

"Con el anteproyecto de ley de protección al menor en entornos digitales, la edad para prestar consentimiento en las redes sociales se eleva desde los 14 años actuales hasta los 16 años"

El auge de estas redes sociales en los últimos diez años está provocando que la distorsión digital se produzca a una escala mucho mayor.

En esta línea, el pasado martes el Consejo de Ministros del gobierno español aprobaba el anteproyecto de ley de protección al menor en entornos digitales. Esta ley introduce mecanismos eficientes de acceso según la edad y establece un control parental gratuito y obligatorio de fábrica que será aplicable a todos los dispositivos (móviles, tablets, ordenadores y televisores). Además, la edad para prestar consentimiento en las redes sociales se eleva desde los 14 años actuales hasta los 16 años. La norma también incluye revisiones periódicas de los menores en el pediatra para detectar posibles adicciones. En definitiva, una ley revolucionaria y pionera en Europa

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La medida ha sido muy bien recibida por los expertos en la materia, quienes, si bien celebran el avance, abogan porque este sistema de control parental no se aplique de manera rígida, sino que sirva como punto de partida para una conversación en familia sobre límites y contenidos, ya que las medidas de control por sí solas no generarán usuarios responsables. El texto es sin duda una mejora, aunque son finalmente las familias las que deben implicarse y asumir responsabilidades.

"Las redes pueden actuar como amplificador del malestar psicológico del individuo, precisamente por tratarse de un canal continuo"

Y es que el principal riesgo no son las redes en sí mismas, sino la manera en que las utilizamos, nosotros y nuestros niños y adolescentes. Las redes pueden actuar como amplificador del malestar psicológico del individuo, precisamente por tratarse de un canal continuo, a diferencia del resto de entornos como el instituto, los encuentros con amigos o el trabajo. Por este motivo, se requiere regulación y moderación, especialmente en cerebros inmaduros.

Es una realidad y ya no podemos evitarla: las redes sociales forman parte de la vida de nuestros adolescentes. Lo que sí podemos hacer es inculcarles los peligros más importantes para que siempre los eviten.

Legislar es tan solo un primer paso. El verdadero trabajo apenas comienza y depende mayoritariamente de nosotros.