Turismo
Los entresijos de la Costa Brava: de la "Costa de Corall" al modelo actual
Pocas zonas a Cataluña han tenido en los últimos ciento años la capacidad de atracción de la Costa Brava. 215 kilómetros de litoral con una historia, marca, escritores y muchas curiosidades
El topónimo Costa Brava no gustó a todo el mundo desde el principio, especialmente a Josep Pla, el escritor de Palafrugell que habría preferido que se dijera "Costa del Corall". Los geógrafos de mitad del siglo XX compartían su visión, puesto que no encontraban sentido a este nombre. Finalmente, el 1965, el Ministerio de Información y Turismo, hizo un golpe a la tabla y la convirtió en la marca oficial: "Bienvenidos a la Costa Brava!".
Tal como relata el periodista y escritor Ramon Aymerich en 'La fábrica de turistas', el que ha sido "uno de los destinos turísticos más populares de la Mediterránea en el siglo XX es el resultado de una excepcional operación de marketing en qué participaron políticos y periodistas el 1908". El impulsor: Ferran Agulló que, con el pseudónimo de Pol, publicó artículos en La Veu de Catalunya con este nombre, para referirse al litoral. Él pensaba en el turismo de lujo y se inspiraba en el que se había hecho con la Costa Azul francesa, "la Cote d'Azur". Lo acompañaban en las largas sobremesas, importantes dirigentes catalanes como por ejemplo Francesc Cambó, Enric Prat de la Riba o Josep Puig i Cadafalch que querían dar a conocer las maravillas de la zona, como por ejemplo el cap de Creus, el Far de Sant Sebastià y Begur.
El auge del turismo de las clases medianas
Después de una etapa oscura por los catalanes con la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial y el franquismo, la llegada de los años 60 y el auge del turismo con vacaciones pagadas, todo cambió: "¡por fin hay un milagro económico español!".
La Costa Brava pasó a formar parte del circuito internacional de la jet-siete cinematográfica, de crónicas rosas sobre los hechos y de la llegada de muchos ciudadanos franceses. "No sabíamos qué hacer", destacan los campesinos y pescadores de la época. Se empezó a construir Empuriabrava y, tal como destaca el periodista Aymerich, la publicidad de la época decía que "solo en Florida te pueden ofrecer algo parecido a esto".
Uno de los destinos turísticos más populares de la Mediterránea en el siglo XX es el resultado de una excepcional operación de marketing en qué participaron políticos y periodistas
Sin embargo, el modelo turístico de la Costa Brava empezó a mostrar los primeros síntomas de agotamiento. Como anécdota, había familias de Platja d'Aro que "alquilaban la casa a los extranjeros y dormían a las cortes con el ganado". Se colonizaba, poco a poco la costa, mientras los catalanes empezábamos a hacer turismo.
¿Y ahora qué?
Tal como explicábamos a VIA Empresa en enero de 2020, "en estos momentos la Costa Brava lidera la oferta turística a Cataluña. La zona concentra un 41% de los establecimientos de todo el territorio y un 37% del total de plazas. Los retos que tiene por delante la Costa Brava en materia de turismo incluyen la sostenibilidad, la innovación, pero también el Brexit y la creación de nuevos mercados". Y lo más importante: el encaje y equilibrio del territorio, para evitar cierta turismofòbia. Tal como destacaba el presidente del Consorci de Turisme de Barcelona, Eduard Torres, hace unos días: "No hay ciudad más atractiva que aquella en que el local se mezcla con el turismo".
Uno de los principales retos de la Costa Brava: el encaje y equilibrio del territorio para evitar cierta turismofòbia
Somos un país industrial que se ha convertido en un país de servicios. Un país donde el turismo representa un 12% del PIB. Cómo destaca Josep M. Ganyet, etnògraf digital: hemos pasado de la fábrica al turismo, de fabricar vetesifils a "fabricar turistas". Y todo esto en solo 60 años. Vemos como, Barcelona, antes de los Juegos Olímpicos del 1992 todavía había hoteles que cerraban en julio y en agosto; el 2019 teníamos 78.582 plazas hoteleras. Queremos turismo de calidad, pero todavía tenemos demasiado presente el turismo de masas que hemos vivido a lo largo de los últimos años. Aquel turismo que nadie quiere de cara al público, pero que muchos echan de menos en el boca-oreja.
La combinación del patrimonio histórico, su rica gastronomía, unas playas inimaginables, festivales y la esencia del Mediterráneo lo convierten en un lugar único. Arte, historia y cierto prestigio en tan solo 215 kilómetros. De Blanes hasta la frontera francesa. Y nuevos retos para redefinir el modelo, en un contexto de "nueva normalidad".
Bienvenidos a la "Costa de Corall". Bienvenidos a la Costa Brava.