Un producto tan básico y tan presente en nuestras vidas como es el agua tiene, lógicamente, un protagonismo muy relevante en el mundo económico. El agua es fundamental en multitud de aspectos: como elemento de generación de energía en las centrales hidroeléctricas, como elemento necesario en la agricultura, como sustancia que llega a todos los hogares a través de las compañías distribuidoras y, por supuesto, como producto envasado para beber. Es este último mercado el que queremos analizar hoy.
El mercado español de agua envasada muestra un crecimiento tan importante, que el Estado se ha convertido a estas alturas en el tercer territorio de la Unión Europea con un mayor consumo, por detrás solo de Francia e Italia, y con un volumen de ventas que se atansa ya a los 1.000 millones de euros, gracias a los 5.700 millones de litros comercializados. Además, el agua en botella es el quinto producto más consumido de la cesta de la compra de los ciudadanos. Dentro de estas cifras, las aguas con gas y las preparadas (de origen no subterráneo y posteriormente adaptadas para el consumo) representan un porcentaje muy pequeño, porque la parte significativa se encuentra en aguas sin gas extraídas de manantiales naturales. El mercado está formado por unos 100 productores, la mayoría de dimensión pequeña, porque como pasa en gran parte de sectores vinculados con la alimentación, las principales marcas -alrededor de una quincena- forman parte de grupos muy potentes.
Si damos un vistazo a los estantes de los supermercados, encontraremos toda una serie de marcas que nos resultarán conocidas, y por encima de todas, la catalana Font Vella, líder del mercado. Esta, junto con Lanjarón, Fonter y Evian, pertenece a la multinacional francesa fundada en Barcelona Danone. La propiedad de Font Vella por parte del fabricante lácteo proviene de los años 70 del siglo pasado, porque fue en 1973 cuando Danone, que entonces se llamaba BSN, adquirió parte del capital de la firma. En aquellos momentos, Font Vella se denominaba Ebansa (Explotación de Balnearios y Aguas Minerales, SA), dado que cuatro años antes se había fusionado con esta última. La adquisición de Lanjarón es mucho más reciente, puesto que se produjo a partir de 1993, cuando compraron un 50% del capital a Agbar, su propietario del momento, que siete años antes la había comprado a Cepsa. La fusión definitiva entre Font Vella y Lanjarón se llevó a cabo en 2006, una circunstancia que fue vista con gran decepción en Granada, porque las dos marcas habían sido grandes rivales en el mercado. El origen del agua proviene de dos manantiales, el tradicional de Sant Hilari Sacalm y uno adquirido posteriormente en Sigüenza (Guadalajara).
Font Vella -líder del mercado-, junto con Lanjarón, Fonter y Evian, pertenece a la multinacional francesa fundada en Barcelona Danone
Otra familia de marcas es Veri (formalmente, Aguas San Martín de Veri, con agua procedente del Pirineo aragonés) y Fuente Liviana (de la provincia de Cuenca), las dos en manos de la cervecera catalana Damm. Hay que recordar que esta firma también tiene intereses en el sector de los batidos de cacao a través del 50% que posee de Cacaolat.
Las aguas de Nestlé, Coca-Cola, Mahou, Estrella Galicia...
En este lineal imaginario que estamos presentando también encontraremos Aquarel (agua del Montseny y de Extremadura) y Viladrau (del Montseny), que pertenecen a la multinacional suiza Nestlé a través de la filial Nestlé Waters. Otras marcas de su cartera son Vittel, Perrier o la gasificada San Pellegrino. Una de sus enseñas, Viladrau, sufrió un incidente grave en 2010 cuando una persona resultó intoxicada por una contaminación del producto con sosa cáustica, la sustancia que se usó para limpiar los envases.
Y para seguir con multinacionales, no olvidamos Aquabona (con manantiales en Galicia, Aragón, País Valencià y Castilla), propiedad de Coca-Cola. De esta agua podemos estar seguros de su procedencia mineral, pero no siempre ha sido así, porque en 2004 la multinacional americana tuvo que enfrentarse a un escándalo monumental cuando se supo que el agua envasada que vendía en el Reino Unido no era de manantiales naturales, sino artificiales... o en otras palabras, era agua del grifo posteriormente purificada. Obviamente, el coste del filtraje no justificaba el sobreprecio de muchos ceros que pagaban los consumidores, respecto al precio por litro que cobraban las compañías del pool UK Water, gestoras del sistema de distribución de agua potable en el país. Con el intento de enmendar la situación, todavía se complicaron más la vida, porque la explicación de los procesos depurativos para eliminar bacterias, virus y partículas tóxicas en general molestó al mencionado consorcio UK Water, que aseguraba que su agua ya pasaba todos los controles necesarios.
El ángel caído del sector es la cántabra Solares, que durante décadas lideró el mercado estatal con cuotas insultants que llegaban a superar el 60%
Antes hemos visto que Damm tiene sus productos muy bien situados en el sector que nos ocupa, pero no es la única compañía cervecera que ha diversificado por este camino, porque tanto Mahou como Estrella Galicia también disponen de marcas de peso. La firma madrileña es la propietaria de Solán de Cabras, mientras que la de Galicia es poseedora de Cabreiroá. Estas dos no son las últimas grandes empresas que aparecerán en el artículo de hoy, porque la láctea Pascual también ha invertido en el sector del agua. En este caso, la marca que explotan es Bezoya.
Otra de las marcas muy conocidas en el país es Aigua de Ribes, que pertenece a la empresa familiar Fontaga, SA, de Ribes de Freser y que está en manos de la familia Deulofeu. También dentro del contingente catalán está Sant Aniol, que pertenece a la empresa Hijos de José Bassols, propiedad de los Feliu Bassols. Quien más quien menos conoce esta familia por la figura de una de las hermanas, la farmacéutica Maria Àngels Feliu y, en menor medida, por su tía, Ana María Lajusticia, la gran apóstol del consumo de magnesio.
Finalmente, está el ángel caído del sector, la cántabra Solares, que durante décadas lideró el mercado estatal con cuotas casi insultants que llegaban a superar el 60%. Su destino, sin embargo, cambió repentinamente un día de 1977 cuando en algunas partidas del producto fue detectada una bacteria que podía llegar a ser perjudicial para la salud humana. Más allá de la multa millonaria que tuvieron que pagar, la publicidad nefasta por este incidente provocó un derrumbamiento de sus ventas del que nunca se llegaría a recuperar.
A todo lo que hemos visto, hay que añadirle el voluminoso segmento de las marcas blancas y, en menor medida, el pequeño tramo de las aguas con gas, donde Vichy Catalán tiene una posición de peso.