La semana pasada se hizo público que el veteranísimo inversor Juan Miguel Villar Mir -uno de esos perfiles que a menudo se llaman dinosaurios- daba un paso atrás y salía del accionariado de la constructora OHLA, que él había fundado. Para ser escrupulosos diremos que no se ha salido del todo de la compañía porque se ha quedado un pequeño paquete que equivale sólo al 0,001% del capital. Esta noticia es el desenlace de toda una serie de historias que se cruzan y que conviene poner en orden.
Para empezar, diremos que Villar Mir (1931) es un constructor que proviene de la administración pública, un camino explicable si consideramos que la obra pública y el poder político están íntimamente ligados desde la noche de los tiempos. Tras licenciarse en ingeniería de caminos, y antes de los treinta, empezó a acumular cargos relevantes en la administración pública franquista, y tiempo después también las presidencias de las empresas Altos Hornos de Vizcaya y Electra de Viesgo. Con el paso de los años, acabaría comprando a precio de saldo una de las filiales de Altos Hornos de Vizcaya, la constructora Obrascon (Sociedad General de Obras y Construcciones), sobre la que edificaría, nunca mejor dicho, su imperio. Antes de que esto sucediera (1987), y pocos días después de la muerte del General Franco, Villar Mir fue nombrado vicepresidente del gobierno español, con Carlos Arias Navarro como presidente, lo que da una idea de su buena ubicación dentro de las estructuras de poder.
Como hemos avanzado, en 1987 adquirió la constructora Obrascon por una peseta a cambio de quedarse la deuda de la compañía, que se encontraba al borde de la quiebra. Una década más tarde, en 1998, la fusionó con la histórica constructora navarra Huarte, aquella que hizo edificar la cruz gigantesca del Valle de los Caídos. El nuevo grupo pasó a ser el sexto del Estado en su sector y nuestro protagonista poseía un 48%. Pero sólo un año más tarde, al dúo se le añadiría la firma Lain, para formar un conglomerado en el que el máximo accionista sería precisamente Villar Mir, con un 27% del capital. La nueva OHL empezó a andar con dos copresidentes, Enrique de Aldama (presidente de Lain) y el propio Villar Mir. La constructora Lain había nacido en 1963 como filial española del grupo británico John Laing Construction.
Problemas con las obras y de reputación han derrumbado la cotización de las acciones hasta que, hoy en día, ya sólo valen medio euro
Durante casi dos décadas, Villar Mir controló cómodamente la firma OHL, pero en los últimos años (sobre todo a partir del 2015) las cosas empezaron a complicarse. Los problemas en algunas obras emblemáticas, como es el caso de las autopistas que realizaron en México, iniciaron un deterioro de la imagen de la compañía, que vio como sus acciones iniciaron un camino de bajada que provocó que, en sólo tres años (entre dicho 2015 y 2018), cayeran de los 20 euros a los 5. En esta tesitura, todo empezó a fallar: la deuda se comía todos los ingresos (incluso el dinero de las ampliaciones de capital, como la de 2015), la justicia les acusó de sobornos a las autoridades mexicanas por el asunto de las autopistas y aparecieron sospechas de fraudes contables. Con el paso del tiempo, todo esto quedó en nada, pero ya se había dañado la imagen. La vinculación a los casos Gürtel, Púnica, Bárcenas, Lezo y Son Espases tampoco ayudaron a calmar las cosas. Desde 2018 la crisis no ha hecho más que acelerarse, hasta el punto de que hoy en día las acciones ya cotizan a sólo medio euro.
Villar Mir claudica ante su financiador, Tyrus Capital, con sede en Mónaco y propietario del hotel barcelonés Juan Carlos I
El único clavo al rojo vivo al que Villar Mir pudo agarrarse en medio de la caída fueron los hermanos Amodio, unos inversores mexicanos que en el 2020 empezaron a insuflar oxígeno a OHL con la voluntad de devolverla a sus mejores tiempos. Precisamente han sido los Amodio quienes han acompañado a la puerta a Villar Mir, que se ha visto obligado a vender sus acciones al fondo de inversión Tyrus Capital, domiciliado en Mónaco y que entró en el mundo OHL a través de proveerlo la de financiación (las acciones que ahora se han vendido eran garantía de un préstamo) y también como accionistas en la ampliación de capital de 2015. De este fondo de inversión ya hemos hablado recientemente, porque son los nuevos propietarios del hotel Rey Juan Carlos I (ahora Miranda Pedralbes) de Barcelona. Por cierto, con todos estos cambios, OHL ha pasado a llamarse OHLA, cabe suponer que para añadir la letra A de Amodio.
La participación de Villar Mir en OHL se instrumentaba a través de una de las empresas familiares, la inmobiliaria Espacio, relacionada íntimamente con una de las cuatro torres de la Ciudad Esportiva del Real Madrid, precisamente la que hasta hace poco llevaba por nombre Torre Espacio. La relación proviene del hecho de que el empresario madrileño fue constructor y propietario (la vendió en 2015 al grupo filipino Emperador, que ahora le da nombre) y allí tiene la sede de sus empresas. Aparte de Espacio, el otro vehículo inversor de Villar Mir es la sociedad Ferroatlántica.
Candidato fracasado a la presidencia del Real Madrid, en aquellas elecciones de 2006 famosas por las sacas de correo
Otra vertiente del empresario es su relación con el Real Madrid, porque fue candidato (2006, las famosas elecciones de las sacas de correo) y vicepresidente (1995). Dice haber sido fan de Ricardo Zamora, aunque parece raro porque cuando el guardameta catalán se retiró, Villar Mir tenía sólo cinco años de edad.
En resumen, los avatares del mercado y la mala gestión han podido vencer a uno de esos tótems que acampaban en el ojo del huracán del poder desde hacía muchas décadas. Ha tenido que superar los noventa años de edad para que alguien le dijera que se hiciera a un lado y dejara su juguete en manos de quienes se ven capaces de reflotarlo. Veremos cómo termina la historia.