Agotadas

13 de Marzo de 2023
Ariadna Romans

El día antes del 8M es siempre un día de confesiones. Los mensajes con amigas, compañeras y familiares se vuelven una locura de contradicciones entre preguntas y respuestas de lo que haremos, este año, por el Día Internacional de la Mujer. Nadie sabe qué hacer exactamente, ni qué es mejor o peor para ser una “buenas feministas”. Algunos de mis mensajes fueron:

- “Chicas, ¿qué haréis mañana? Estoy hecha un lío”.

- “Yo es que no sé si hacer huelga, porque por un lado me solidarizo pero por otro claro, yo trabajo en temas de género… e iré a la mani por la tarde”.

- “Yo creo que no voy a responder correos, pero sí que voy a trabajar un poco desde casa, que si no trabajo un día esta semana no llego”.

- “Yo quiero hacer huelga, pero es que en el trabajo no lo hará nadie…”.

- “Feliz día hijas mías, os quiero. Gracias por descubrirme que yo era feminista antes de saberlo”.

- “Joder Ari, si te soy sincera, a mí el 8M me pone nerviosa, con todo este pinkwashing y viva las mujeres pero al día siguiente si te he visto no me acuerdo”.

- “¿Quedamos mañana para ir a un restaurante hoy por la tarde y beber vinos? Es nuestro día, ¡nos lo merecemos!”

- "Feliz día de la Mujer 'ma'ma, eres una mujer inspiradora y estoy muy contenta de compartir lucha juntas"

- “Ari, puedo hacerte una pregunta… como hombre, ¿qué hago hoy? No quiero ser un desconectado pero tampoco ir de aliado y ser un hipócrata.”

Yo estoy en Ciudad del Cabo, y aunque aquí se celebra el Día Internacional de la Mujer como en todas partes, la huelga feminista se hace en un día en el mes de agosto, así que más allá de algunos carteles en la universidad no vimos ni hicimos prácticamente nada. Lo que este año, a diferencia de otros años, he notado sobre todo, es una incertidumbre incómoda generalizada sobre cuál es la mejor forma de proceder.

Recuerdo que cuando estábamos en la universidad todo parecía más sencillo: apenas descubríamos lo que era el feminismo, leíamos todas las novedades editoriales y compartíamos reflexiones con las amigas en los ratos libres entre clase y clase. Íbamos a conferencias de las autoras que admirábamos y organizábamos charlas en la universidad y en el Ateneu para seguir aprendiendo sobre aquellas voces que estaban cambiando las cosas. Era un momento vital emocionante, también con muchas dudas, pero donde todavía nos estábamos construyendo y la inquietud de si lo estábamos haciendo bien o no era menor, porque sabíamos que apenas estábamos aprendiendo.

"Este agotamiento, que es propio de cualquier movimiento social, debemos interpretarlo"

Pero con los años y la experiencia, cuando las ideas revolucionarias se han ido solidificando en nuestras vidas y los grandes eslóganes se han convertido en situaciones diarias, hemos visto la complejidad de realizar una transformación radical dentro de un sistema enrocado en un patriarcado muy bien hallado. Las inseguridades sobre cómo, qué y por qué seguir haciendo una cosa u otra se han convertido en verdaderas angustias. Angustias que todas las feministas pasan en un momento u otro pero que a nosotras, que apenas estamos poniendo las primeras piedrecitas de nuestros proyectos vitales, se nos presentan, este año de forma especial, como abismos en una realidad que nos encuentra muy cansadas.

Cansadas no de las ideas, porque las seguimos predicando y defendiendo en la medida de lo posible, pero este año, sabiendo que el 8M será un día bonito pero también decepcionante, nos ha encontrado rendidas. Las desesperantes noticias que vienen de fuera y las enormes resistencias que seguimos encontrando en la feministización de nuestra cotidianidad nos hacen pensar que, por un año, quizás lo que necesitamos es dormir, quedarnos en casa, o cuidarnos un poco. Tanto si fuimos a la manifestación como si no, si hicimos huelga, si convencimos a un familiar de que deje de hacer el ridículo pidiendo el Día de los Hombres o si pusimos los ojos en blanco cuando grandes marcas nos ofrecieron un descuento especial para realizar una compra feminista, este año el 8M nos encontró agotadas. Este agotamiento, que es propio de cualquier movimiento social, debemos interpretarlo. Y ésta será la tarea que, a mi parecer, deberemos llevar a cabo durante el año que nos espera, hasta el próximo Día de la Mujer.