Cambio. Innovación. Transformación. Estas palabras resuenan siempre en todas las organizaciones, sean públicas o privadas, grandes o pequeñas, jóvenes o centenarias. La mayoría de los retos que afrontamos consisten en resolver cómo gestionar los cambios: diagnosticar bien dónde hacen falta, no hacerlo ni demasiado pronto ni demasiado tarde, apostar por una opción u otra de entre las muchas que tendremos, decidir cuántos recursos dedicaremos, dimensionar correctamente los esfuerzos, convencer al resto de que el cambio que proponemos realmente vale la pena, implementar el cambio en el orden y tempo adecuados, recoger indicios que permitan evaluar el progreso de los cambios… La historia de los humanos es desde hace miles de años una sucesión continuada de cambios, pero aún y así no hay nada que nos cueste más que cambiar.
Hemos desarrollado un montón de teorías sobre cómo gestionar los cambios, algunas muy interesantes y contrastadas como las de John P. Kotter, pero lo más abundante son las excusas para no cambiar. Y es normal porque cambiar molesta, pide esfuerzos, obliga a explorar la incertidumbre, hace renunciar a las rutinas y te lleva a abandonar los territorios conocidos. No todo el mundo quiere y no todo el mundo puede. Y además las personas tienen todo el derecho a no estar de acuerdo con el diagnóstico y la propuesta, y a tener una opinión razonada contra aquello nuevo que se propone.
"La historia de los humanos es desde hace miles de años una sucesión continuada de cambios, pero aún así no hay nada que nos cueste más que cambiar"
La verdadera dificultad de los cambios siempre radica en las personas antes que en el presupuesto o la tecnología. A menudo es más difícil reunir complicidades y voluntades que no recursos y medios, y si se trata de mover voluntades y esfuerzos personales aquello que motiva más a las personas a cambiar es la necesidad. Cuanto más extrema sea la necesidad, más probable será el cambio.
La crisis del covid-19 ha generado y generará necesidades extremas y por tanto veremos muchos cambios, pero no todos los cambios perdurarán en el tiempo pese al abuso de la insoportable expresión “este cambio ha venido para quedarse”. Aquello que determina si un cambio es real y profundo radica en la percepción de gravedad y de riesgo, y de si se considera algo realmente necesario o por el contrario es sólo una opción. Los verdaderos cambios se producen cuando no tienes una alternativa más fácil o cómoda. Bajo este criterio es relativamente sencillo identificar cuáles de los muchos cambios que hoy observamos en nuestro día a día se mantendrán y cuáles no.
"Aquello que determina si un cambio es real y profundo yace en la percepción de gravedad y de riesgo, y de si se considera algo realmente necesario o por el contrario es sólo una opción"
Las personas que van a una reunión sin mascarilla, o las que intentan darte la mano pese a todo, muy probablemente no han sufrido en su entorno ninguna muerte por esta enfermedad. De la misma manera que quien más ha abrazado el teletrabajo son aquellas personas que necesitaban continuar y no se podían permitir pararse o esperar a que se recupere la movilidad. Cambia quien lo necesita.