Las
propuestas de servicios que se basan en la participación y colaboración de los ofertantes y de los usuarios son cada vez más amplias: desde compartir un coche para ir a trabajar, hasta alquilar una habitación en una casa particular cuando vas de vacaciones, o financiar conjuntamente un préstamo. Muchas de las propuestas no son nuevas, todavía recuerdo los carteles de B&B
a las carreteras inglesas a principios de los 80, como también recuerdo las sábanas de plástico! Pero, entonces, antes te sentabas a la cama para ver si se hundía.
Internet ha permitido contratar desde casa o a pie de calle, facilitando una
oferta masiva en un solo mercado (o una suela plana web) y, por lo tanto, mucho más interesante. También ha permitido la posibilidad de compartir experiencias asignando estrellas al servicio, actuando de hecho de contrapeso a la carencia de regulación.
Aun así, hay todavía muchas
preguntas a responder, la primera en lo referente a la fiscalidad. En Inglaterra los
B&B estaban dados de alta y pagaban impuestos (entonces en Inglaterra ya tenían IVA, a nuestro país llegó en 1986, con la entrada a la Unión Europea). Y aquí llegamos al quid de la cuestión:
se tiene que pagar impuestos o no? Si sólo compartimos nuestro coche y nos ayudan con la gasolina, es una operación lucrativa? Y si, aprovechando que estamos en casa aburridos, damos un paseo en coche a un turista, tendríamos que pagar impuestos?
Creo que
el IVA lo tendría que pagar todo el mundo, finalmente
es un impuesto sobre el consumo y, efectivamente los que tienen el honor de ser paseados por la ciudad y, al final pagan un dinero, consumen como lo hacen los que suben a un taxi o los que cogen el metro.
Un país garantistaLa segunda pregunta al aire afecta la regulación
. Porque se tiene que regular, establecer niveles de limpieza, condiciones de regreso del dinero y otras muchas condiciones en vez de dejarlo al mercado?
Vivimos en
un país garantista, donde las cajas venden preferentes, aprovechándose de la confianza adquirida a lo largo de los años y del poco conocimiento financiero de los clientes (entonces eran depositants) y donde las pérdidas de los clientes las acabamos pagando entre todos. Directamente vía Frob o vía ayudas al sector bancario. Tendemos a socializar pérdidas, privatizando ganancias.
Y, entonces,
el Estado regula de forma contundente propuestas de economía colaborativa como pueden ser las plataformas de crowdfunding
, un estado de golpe muy preocupado porque pequeños inversores no pierdan su dinero en inversiones que no están controladas por el sector bancario. Y, en el fondo, todos creemos que es adecuado, que los pobres inversores necesitan tener un marco del cual no se puedan salir, como niños en el parque, no fuera caso. No siendo conscientes de que, actualmente,
las redes sociales ya actúan como un gran espía, avisando a la primera señal de peligro, comunicando los primeros atrasos en los pagos, dando la voz de alarma. Cómo lo hacen los usuarios cuando puntúan mal un apartamento, o un servicio.
Todavía no hemos visto la regulación sobre compartir coches, pero la de las plataformas de crowdfunding fue en el sentido garantista que he mencionat antes, cargando de costes de reporting las plataformas, haciendo que su crecimiento sea más lento.
Si queremos estar al frente de las
propuestas colaborativas, más directas, más participativas,
tenemos que dejar que levanten el vuelo sin pes a las alas, que se eleven, que podamos ver como funcionan y, entonces, quizás entonces, regular un poco, pero poco.
Confiando más en esta nueva forma de control que los reguladores todavía no han identificado: la de los usuarios opinando en Internet!