La historia es como la cuentan los vencedores. Dado que es imposible conocer las causas exactas de lo que ha sucedido, solo conocemos las consecuencias que afectan nuestro presente. Así, revisitar el pasado e intentar descubrir sus causas implica inevitablemente reescribirlo. Y dependiendo de la pluma, la reescritura puede inclinarse hacia un lado u otro. En el caso del Ludismo, es un ejemplo paradigmático.
El Ludismo fue un movimiento violento y antiprogreso que ocurrió en Europa a finales del siglo XVIII y XIX como reacción a la automatización del trabajo y la creación de fábricas. Se inició en el norte de Inglaterra, y entre sus acciones se incluía la destrucción de telares automáticos, el incendio de instalaciones y la coacción y asesinato de empresarios. Un movimiento liderado por un ficticio héroe del pueblo, el General Ned Ludd de Nottingham (observa la rima con Robin Hood), que se replicó en todo el norte industrial de Inglaterra y puso en jaque a una corona británica temerosa de una contagiosa revolución proveniente de Francia. Para aplacar el movimiento, en 1812 se movilizó un contingente de 35.000 soldados, el más grande desplegado en territorio británico (el duque de Wellington tenía 28.000 en la península ibérica contra Napoleón). En nuestro país, se registraron acciones luditas en Alcoy (1821), Camprodon (1823), Barcelona (1835) e Igualada (1847).
"Todos hemos comprado la idea de que todo lo que no sea disrupción, la famosa frase 'muévete rápido y rompe cosas', es ludismo"
Dos cosas hacen dudar de esta "versión oficial": la primera es que el relato que nos ha llegado lo han escrito los vencedores, los industrialistas de la época; y la segunda es que "ludita", usado como insulto, es el comodín de cualquier empresa de Silicon Valley cuando se les cuestiona por el impacto de su tecnología en la sociedad.
Cuando en 1998 Microsoft fue acusada por el gobierno de los Estados Unidos de monopolio, su abogado afirmó que los luditas eran trabajadores que destrozaban las máquinas "para frenar el avance del progreso guiado por la ciencia y la tecnología". Este argumento es recurrente en Silicon Valley; lo hemos escuchado de Apple, Google, Amazon, Facebook, Uber, OpenAI... la lista es infinita. Es el comodín para desacreditar cualquier crítica monopolística, abusiva o poco ética por parte de estas empresas. Todos hemos comprado la idea de que todo lo que no sea "disrupción", la famosa frase "muévete rápido y rompe cosas", es ludismo. Por cierto, "disrupción" es una adaptación bastante pobre del término inglés "disruption", a pesar de que en ESADE lo conviertan en una asignatura y todo. Proviene del latín disruptio ('rotura', 'fractura') y sus traducciones correctas según el contexto (y el Termcat) deberían ser 'perturbación', 'alteración', 'interrupción' o 'ruptura'.
De hecho, podemos dudar de la versión oficial antiludita porque el tema ha sido estudiado en profundidad y tenemos muy buenos estudios historiográficos e investigaciones que dan la vuelta a la historia como un calcetín. De hecho, la giran tanto que nos convierte a todos en luditas.
El primer mito que cae es que los luditas estaban en contra de la tecnología. Los mismos que iban a romper máquinas en las fábricas, como hilanderos, tejedores, tejedores de medias, utilizaban telares automáticos en sus talleres y, en general, cualquier tecnología que les permitiera aumentar la productividad y ganar más dinero. La tesis se respalda con el hecho de que en algunos casos documentados de asalto a talleres, solo habían destruido las máquinas de empresarios que abusaban de sus trabajadores y habían respetado las de los demás.
"Tendemos a confundir progreso tecnológico con prosperidad. Uno puede llevar eventualmente al otro, pero nunca de manera inmediata ni generalizada"
El segundo mito que cae es que eran anti-progreso. Cuando lo que ganas con tu trabajo apenas alcanza para mantener a tu familia una semana, tienes poco tiempo para pensar en como será el mundo dentro de 100 años y si tus acciones tendrán alguna trascendencia. De todas formas, tendemos a confundir progreso tecnológico con prosperidad. Uno puede llevar eventualmente al otro, pero nunca de manera inmediata ni generalizada. La aceleración en la producción de derivados del algodón gracias a la industrialización creó una demanda de recolectores en los Estados Unidos que solo pudo suplirse con el trabajo esclavo llevado desde África. La Revolución Industrial en Europa, Estados Unidos, Japón y Australia tiene las manos manchadas de sangre africana.
Lo que impulsó a muchos tejedores a la acción directa fue la situación de competencia desleal a la que se veían sometidos: mientras ellos habían tenido que pasar 7 años de aprendizaje para poder tener un trabajo en un taller operando un telar, los nuevos burgueses industriales contrataban gente sin ninguna calificación y llevaban niños de orfanatos a quienes encadenaban literalmente a los telares. La calidad de las medias era mucho inferior, pero podían producir más cantidad a un precio más bajo. Hoy eres un artesano que se gana la vida, mañana compites con un niño de 4 años de un orfanato. El movimiento no tenía nada que ver con la tecnología, sino con la explotación de las personas con los medios de producción, fueran o no tecnológicos.
"La Revolución Industrial en Europa, Estados Unidos, Japón y Australia tiene las manos manchadas de sangre africana"
¿Les suena todo esto? Por si no les suena, les hago un recordatorio: las manifestaciones contra la implantación de Uber de los taxistas, quienes según la empresa californiana son los grandes luditas de nuestro tiempo. No son los únicos, de hecho, somos legión.
La semana que viene, la segunda parte del artículo, con más explosiones, más violencia y con un par de preguntas que les convencerán de que ustedes también son luditas. Voy fuerte.