A pesar de los problemas que sufre Francia, ya querría yo llorar con sus ojos. Es cierto que todo lo ven criticable. Me provoca una cierta estupefacción cuando escucho decir que los catalanes somos negativos. Los que manifiestan esto no conocen a los franceses. En cuanto a este aspecto -la valoración general negativa de la marcha del país- solo nos diferencia un rasgo principal, principalísimo: los franceses están orgullosos de los hitos históricos del país. Yo, y me sabe mal, no puedo participar de este sentimiento cuando se habla de Catalunya. No al nivel de los franceses, está claro.
El caso es que ser puntero, cómo es el caso de los franceses, a menudo provoca una cierta angustia. Aquellos que no se avanzan no participan de la marcha de las cosas. Pero el precio a pagar es el descontento continuado con el cual se tiene, la inquietud que provoca observar que las cosas podrían ser mejores. Querer cambiar y avanzar exige no estar de acuerdo con el estado actual de las cosas. Una de las causas de la decadencia de Catalunya -que es causa en cualquier sociedad- proviene de pensarnos que vivimos en el mejor de los mundos y por eso vienen los turistas.
Bien, el caso es que los franceses tienen un ministro de Economía y Finanzas, Bruno Le Maire, que, además, escribe libros. Ha escrito ensayos, pero también novelas. Algunas eróticas, hecho que ha levantado polémica. Ya lo ven: quién pudiera tener un ministro -el de Economía y Finanzas es un cargo principalísimo, y más en Francia- que, además, tiene una vida intelectual intensa. Cuesta imaginarlo en nuestra casa.
Una de las causas de la decadencia de Catalunya proviene de pensarnos que vivimos en el mejor de los mundos y por eso vienen los turistas
Cómo este señor, cómo digo, tiene inquietudes intelectuales, se ha enfrascado en una polémica con el presidente del grupo Stellantis (Peugeot, Fiat, Opel, Chrysler, Citroën, Dodge, Maserati, Vauxhall o PSA), el señor Carlos Tavares.
Desde la pandemia, el gobierno francés ha puesto la directa hacia la industrialización del país. Y el ministro Le Maire es el principal valedor. No se está de decir que si la industria necesita dinero público para avanzar, lo tendrá. Cómo lo ha tenido durante la pandemia. Además, hay que hacer frente a las subvenciones que el gobierno de los Estados Unidos ha dado a la industria de transición energética. Y los que ofrece permanentemente China a su industria. El señor Le Maire cuenta con el apoyo total del presidente Macron. Los dos han hecho de la reindustrialización de Francia el objetivo económico principal. Porque, según el ministro, lo que está en juego es la democracia. "Una fábrica que cierra es una oficina del Rassemblement National (Le Pen) que abre". Asegura que los puestos de trabajo de la industria están muy remunerados, son a tiempo completo, acostumbran a estar ocupados por gente formada y, en consecuencia, ayudan a crear clase media. Todo esto -lo dice el ministro y yo me apunto- al contrario del sector servicios que, según él, ha creado un proletariado mal pagado que polariza la sociedad.
El señor Tavares comparte con el ministro Le Maire el objetivo a impulsar: el crecimiento de la clase media. Pero discrepa de las decisiones que se toman. Dice Tavares que si los coches se manufacturan mayoritariamente en Europa, los precios de los coches aumentarán y la clase media no los podrá comprar. Los coches han bajado de precio debido a la internacionalización de los componentes. Critica, por ejemplo, la Comisión Europea que al prohibir "de manera brutal" los coches con motor de explosión para el 2035, ha puesto la alfombra a los coches eléctricos chinos que, cómo tienen subvenciones, están copando el mercado europeo. Las subvenciones chinas y su precariedad laboral ponen sus costes un 25% más bajos que en Francia.
Una discusión interesante. Los dos propugnan la importancia de la clase media. ¿Ahora bien: mal pagada y que solo pueda comprar barato o bien pagada y que pueda comprar caro? Pienso que esta es la polémica. Catalunya ha apostado por una economía de la primera opción: pobrecillos pero contentos. En mi opinión hace falta reindustrializarse. Y a toda máquina. Y jugando con las herramientas del contrincante: si hace falta subvenciones. A nivel europeo, claro. Esta guerra ya ha empezado. Y enfrenta a menudo la señora von der Leyen con los líderes que visita fuera de Europa. Pero hay que entender que los europeos no podemos continuar siendo aquello que en Francia ya dicen el idiot du village mondial (el tonto del mundo mundial). ¿Se imaginan cómo progresaría el país si nuestro Govern, sin pelos en la lengua, apostara por el sector industrial en lugar de hacerlo por el turismo? Francia, el primer país del mundo en turismo, lo hace. Pero hace falta coraje.
Los europeos no podemos continuar siendo aquello que en Francia ya dicen el 'idiot du village mondial'
La desindustrialización lleva a la precariedad y es un peligro para la democracia. Tiene toda la razón la periodista Elsa Conesa de Le Monde cuando escribe: "Un país que se desindustrializa es un peligro para él mismo". Señores de la Generalitat, tomen nota, por favor.