Durante las últimas semanas estamos asistiendo, con cierta perplejidad, en el debate político que ha generado la ubicación de BCN World en nuestro territorio. Es cierto que no nos tendría que sorprender, porque desgraciadamente en numerosas ocasiones hemos sido espectadores de discusiones similares ante proyectos de innegable trascendencia por el país, que finalmente se han dejado escapar de manera incomprensible.
Pero en el supuesto de que nos ocupa, y atendiendo las actuales circunstancias económicas y los efectos casi balsàmics que el proyecto puede tener porlaeconomía de este territorio, costa de entender que haya que prefieran moverse por "tacticismes" políticos en ninguna parte de procurar por el que realmente puede ser importante a la hora de confortar un territorio que ha sufrido -y mucho- las embestidas de la crisis.
Port Aventura es uno de nuestros principales motores económicos. Una pieza clave para entender el enorme desarrollo que el turismo ha experimentado en nuestras comarcas, que se ha convertido en la fuerza motriz de la economía local con un impacto de 4.000 MEUR por ejercicio y un 18% del PIB. Todo el que sea complementar esta oferta tiene que ser bienvenido.
Lo han sabido ver los de Ferrari que ya han anunciado la implantación en esta zona de su parque temático. Y el proyecto de BCN World iría en la misma línea. Por lo tanto nos encontramos ante una ocasión única y seguramente irrepetible para consolidar el territorio como destino turístico mundial de alta calidad. BCN World es compatible y complementario con la industria, las empresas y el comercio de la zona y puede establecer sinergias muy beneficiosas con el entorno.
Además la previsión de recibir 10 millones de turistas el año supondrá un revulsivo por estas comarcas. Ante esta evidencia, habría que profundizar en el debate que ha generado. Pero un debate que hay que afrontarlo desde una óptica constructiva, para ayudar a mejorar y hacer más sólido el proyecto. Por eso hay que pedir en el Parlamento y a los partidos que actúen con responsabilidad y que la modificación de la ley sea satisfactoria para hacerlo viable.
En la difícil coyuntura económica, no nos imaginamos perder una inversión de estas características sin haber agotado todas las posibilidades. Esperamos que al final no lo hayamos de lamentar.