Cataluña exporta el 25% del total del Estado español, y con el 16% de la población genera el 19% de la actividad económica de todo el Estado. Este esfuerzo de las empresas y de los trabajadores que residen en Cataluña contrasta con la inversión que el Gobierno central incluye anualmente en los Presupuestos Generales del Estado, puesto que, si bien por población en Cataluña le correspondería un 16% de la inversión y por actividad un 19%, en los últimos 20 años la mediana ha sido inferior al 13%. Esta situación todavía fue peor en los tres últimos años, puesto que ni siquiera se logró de media el 10% de la inversión estatal.
Que la inversión sea baja en Cataluña es grave porque afecta las empresas y las personas. Hoy en día, en una economía globalizada las regiones compiten entre sí. Un producto que se fabrica en Cataluña compite tanto con un producto hecho en Francia cómo con un producido en la China o el Japón.
En Cataluña las empresas se esfuerzan a competir en una economía globalizada. Si la energía y el transporte son más baratos en Francia, los productos fabricados en Francia serán más competitivos y se venderán mejor que los productos catalanes. En este caso, las empresas tienen muchas dificultades para avanzar, la menor actividad supone menos puestos de trabajo, menos impuestos y cotizaciones a la Seguridad Social, los servicios públicos seresienten y el bienestar de las personas disminuye.
A los trabajadores los afecta gravemente por dos motivos: por un lado, con menos inversión en la red ferroviaria y en la red viaria, el tiempo dedicado al trabajo se alarga, se dispone de menos tiempo personal, y al ser el transporte más caro, se dispone de menos renta personal; por otro lado, cuando una empresa pierde competitividad deja de vender y se pierden puestos de trabajo. De aquí la importancia de disponer de unas buenas infraestructuras.
Pero el problema es todavía más grave. Aparte de presupuestar pocas inversiones, la ejecución real en Cataluña es muy inferior a la media del Estado. El grado de ejecución de las inversiones reales en Cataluña está alrededor del 80%, de tal manera que Cataluña es una de las comunidades con menor grado de ejecución.
Cataluña necesita mejoras en el transporte ferroviario de mercancías, en Corredor Mediterráneo y en las cercanías ferroviarias, las telecomunicaciones y los accesos a los polígonos industriales, a la vez que hay que avanzar hacia un modelo de gestión eficiente de las infraestructuras. Y tan importante como la inversión en infraestructuras es poder disponer de una gestión de proximidad de estas, poder decidir su gestión.
Como consecuencia del bajo nivel de inversión estatal, mientras Cataluña no disponga de los medios para administrar los impuestos que genera —unos 80.000 millones de euros anuales— tendrá graves dificultades para competir a escala internacional. Las infraestructuras son fundamentales para la producción y el comercio. Una inversión adecuada en infraestructuras y una buena gestión de estas incentivaría la competitividad de las empresas catalanas.