"En tiempos de tribulación, no hacer mudanzas", dijo San Ignacio de Loyola. Siguiendo esta recomendación, muchas familias empresarias durante la gran recesión iniciada en 2007 aplazaron los procesos de relevo, haciendo que algunos continuadores tuvieran el síndrome del príncipe Carlos, que con 71 años todavía no sabe cuándo será rey de Inglaterra. Ahora, con la crisis de la covid-19, puede volver a pasar lo mismo, puesto que en tiempos de incertidumbre se puede tener tendencia a buscar la seguridad.
Uno de los procesos críticos para la continuidad de la empresa familiar es el relevo. La mayoría de empresas familiares no tienen prefijada fecha de relevo, hecho que facilita aplazarla a las calendes griegas mientras se viva; especialmente, en el caso de los fundadores. Los empresarios planifican el futuro del negocio y aprovechan las disrupciones. Hay que planificar el relevo si se quiere la continuidad de la empresa familiar. Hay diferentes relevos: en la propiedad, en el gobierno, en la dirección y en el liderazgo de la familia; y no tienen porqué coincidir en el momento ni en la persona. Hay que tener claras las diferencias de cada uno: propiedad da derecho al dividendo, a decidir el gobierno y aquellos temas que considere esenciales; el gobierno decide la estrategia; la dirección, la ejecuta; y el liderazgo familiar mantiene la cohesión de la familia.
En primer lugar, los tiempos de incertidumbre son buenos para transmitir valores a las siguientes generaciones. ¿Cómo reaccionamos ante una crisis? También pueden ser oportunos para dar a una nueva generación capacitada para que se forjen en circunstancias que, como las plagas bíblicas, se repiten de forma periódica. Además, los continuadores pueden tener un mejor conocimiento de la nueva normalidad, de los nuevos consumidores, de las nuevas tecnologías... Y estos conocimientos pueden ser esenciales para incorporar la innovación necesaria para mantener el negocio.
La mayoría de empresas familiares no tienen prefijada fecha de relevo, hecho que facilita aplazarla a las calendes griegas mientras se viva; especialmente, en el caso de los fundadores
Según la paradoja del Gatopardo, "todo tiene que cambiar para que nada cambie". Es decir, que quizás tiene que cambiar todo el modelo de negocio para que este continúe. Quizás tiene que cambiar el público objetivo, la propuesta de valor, los socios clave... Pero hay cosas que no cambian nunca, hay que gestionar de forma adecuada la tesorería y los recursos humanos.
Entre el blanco y el negro hay muchas tonalidades de gris. Se pueden dejar en manos de la siguiente generación muchos aspectos del negocio y mantener el control financiero. Una de las principales preocupaciones de la generación precedente puede ser la de su seguridad financiera. La otra puede ser la continuidad de la familia empresaria, lo que no quiere decir necesariamente de la empresa familiar. A veces es más conveniente vender o cerrar y empezar un nuevo proyecto; es esencial implicar a la siguiente generación en la decisión de lo que es mejor.