El impacto de la pandemia actual será probablemente mucho más intenso y dramático que el de cualquier de las transiciones que estamos viviendo. La reflexión que ahora quiero hacer no es para hablar sólo del virus; ya se está hablando bastante, y por eso querría ser más general. No hay ninguna duda que estamos viviendo un tiempo en el que se han comenzado una serie de procesos de transición. Entiendo por "transición" el hecho que en muchos aspectos de nuestra vida, tanto personal cómo sobre todo colectiva, no se trata de saber si vamos adelante o atrás, si no de entrar en una etapa que supone una transición a un nuevo modelo. Pensamos en la globalización (de las fronteras estatales a la libertad de movimientos), la revolución digital (de la información escasa en exceso de información), la industria 4.0 (de la utilización de elementos materiales, a la de datos y conocimientos), la transición energética (de la combustión de reservas fósiles al aprovechamiento de flujos naturales), el relevo geopolítico (de los EE.UU. a la China), el modelo de movilidad (del individual al colectivo), el modelo de consumo (de la posesión de herramientas materiales al acceso a servicios)... ¡Incluso se inicia una transición de modelo alimentario!
Todos estos procesos los han provocado dos hechos de carácter muy diferente pero complementario. Uno es la toma de conciencia de algunos retos que ponen dificultades crecientes a la continuidad de la actual relación entre las personas y también entre la especie y el planeta. Y el otro, la disponibilidad de nuevas herramientas tecnológicas que amplían enormemente nuestras capacidades y permiten hacer frente a estos retos, aunque a veces también los puedan agravar. Esto quiere decir que estamos ante un problema pero no de una situación insoluble, de situaciones que pueden tener momentos dramáticos pero que se pueden superar. Pero se tienen que gestionar bien estas transiciones, cosa que creo que no se está haciendo, por una insuficiente conciencia a nivel ciudadano, y por una posible carencia de competencia a nivel político.
"Estamos ante un problema pero no de una situación insoluble, de situaciones que pueden tener momentos dramáticos pero que se pueden superar"
Esta gestión pide algunos principios; comento cinco.
1. Acuerdo en el diagnóstico. No puede ser que para defender intereses concretos, que pueden ser incluso comprensibles, se pretenda desfigurar un problema poniendo en cuestión evidencias de tipo real o científico. Los intereses pueden ser tenidos cuenta a la hora de proponer medidas, pero no pueden paralizar la acción; y además ayudan a provocar desorientación en los ciudadanos.
2. Dirección global y gestión local. La gran mayoría de los temas que comporta la llegada de la nueva época tienen una dimensión global y, por lo tanto, piden soluciones globales. Es cierto que no son idénticos en todos los lugares y por lo tanto es bueno que sean gestionados localmente, pero no de forma autónoma y menos todavía independiente o soberana. Hace falta una revisión de las actuales instituciones multilaterales internacionales (ONU, G20, OIT...) o la creación de algunas nuevas que aseguren una dirección global de las actuaciones. En estas circunstancias, todo movimiento de repliegue o de regreso al pasado se tiene que hacer de forma muy cautelosa, puesto que puede tener más consecuencias negativas que positivas, y ser negativo a escala global.
3. Tecnología. Se tiene que evitar el miedo o la oposición en la tecnología, y aprovechar al máximo las oportunidades que ofrece para mejorar nuestras vidas y para encontrar soluciones en los problemas colectivos. Esto supone un esfuerzo muy importante de conocimiento, de aprendizaje, de divulgación y de ejemplificación por parte del sector público, junto con una fuerte promoción de su uso. La tecnología no es ni una finalidad en sí misma ni una moda, si no una herramienta de progreso que hay que poner al servicio de objetivos humanos y colectivos.
4. Incentivación y Regulación. En linea con el que acabo de decir, los poderes públicos siempre han tenido la responsabilidad de establecer objetivos democráticamente escogidos, de favorecer la investigación de tecnologías que puedan ser las más adecuadas, de orientar su uso hacia las prioridades sociales, y de regular este uso poniendo límites para evitar sus efectos negativos tanto personales como sociales. En una época de nuevas tecnologías tendrían que aparecer nuevas regulaciones. Pero en la actual transición observo una lentitud, cuando no una ausencia, de esta regulación. La lentitud puede ser hija de la velocidad y de la incomprensión, pero tanto ella como la ausencia son también hijas de una exagerada actitud respecto de la libertad, fruto de las ideas neoliberales que quieren desconocer sus límites.
"El que pasará en estas décadas del siglo XXI será mucho más complejo, seguramente tendrá más repercusión, y quizás será todavía más rápido"
5. Ganadores y perdedores. Uno de los aspectos imprescindibles de la gestión de unas transiciones de esta importancia es la vigilancia sobre las repercusiones que puede tener en personas, en grupos de personas, o en territorios. Algunas nuevas desigualdades que puede crear son seguramente inevitables, puesto que son intrínsecas a su naturaleza. Por lo tanto hacen falta dos cosas: un análisis de las medidas para intentar evitarlas o reducirlas, y unas actuaciones paralelas para compensarlas. La UE ha utilizado un nuevo concepto, la "transición justa", que creo que se tendría que imponer, evitando los efectos que la globalización económica y financiera de hace unas décadas tuvo, creando graves desigualdades, aumentado los niveles de pobreza y facilitando la acumulación de riqueza.
Lo que pasará en estas décadas del siglo XXI será mucho más complejo, seguramente tendrá más repercusión, y quizás será todavía más rápido. Mal gestionado, puede conllevar una fuerte inestabilidad socio-política.