Cuando leí que el título del libro de SeydaKurt se titulaba Ternura radical pensé en un fuerteabrazo en un momento de alta tensión. Pensé en esos instantes de abrazos y besos durante un conflicto que despiertan la ternura de ambos bandos, que te hacen sonreír pensando que, sin embargo, el amor siempre es posible. Lo que no imaginaba es que, durante su visita a la Sección de Feminismos, a Kurt le gustaría tanto el jardín del Ateneu, se haría fotografías como la influencer que es (y que tanto le gusta ser) y que, inspirada por el espacio, nos leería un breve fragmento del libro en el que describe el jardín de su examante.
Siempre me ha gustado la palabra radical porque significa muchas cosas. Las palabras polisémicas son las que verdaderamente representan la riqueza de una lengua, de su uso y las composiciones del pensamiento y creatividad de quienes la aman y usan con cuidado, con ternura. Radical significa revolucionario, pero también originario, desde el inicio, desde la raíz. La acepción de la palabra que más me gusta es como adjetivo: "Que cambia por completo, de arriba abajo" (según diccionari.cat). Si tomamos esta definición, el amor es ciertamente una de las actividades más radicales que existen. El amor es de esas pátinas que se impregnan en todo lo que hacemos para hacernos la existencia más amable, más tierna. Quizá sea por eso que, para muchas personas, la vida sin amor no tiene sentido.
"El amor es ciertamente una de las actividades más radicales que existen"
Pero, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de amor? El amor puede ser el amor de una pareja pero también el amor hacia los amigos, la familia, las personas importantes de nuestras vidas. El amor puede ser también una práctica, una forma de enfrentarse al mundo. Amor puede ser proteger a los tuyos del riesgo, puede ser soltar lo que te duele, puede ser alentar y apoyar. El amor puede ser tantas cosas que cuesta mucho definirlo con precisión, y su práctica varía según el contexto, el tiempo, las personas. En nuestras formas de amor contemporáneas nos hemos olvidado de la ternura, del arte de ser amables unos con otros. Cuando hablamos de amor de pareja ya no pensamos tanto en el amor como en el sexo, la eficiencia de compartir una vida en común. Y esto no sólo es una pérdida por la propia experiencia del amor, sino también por la capacidad de expresar lo que sentimos sin miedos, sin frenos, sin represalias. Mostrar los mismos sentimientos y emociones parece que sólo ocurre cuando la relación se ha consolidado; la ternura en las primeras etapas de la relación está vista como una debilidad, como una angustia, como un defecto. Pero Kurt nos recuerda que no hace falta ser una romántica para ser tierna con personas con las que no necesariamente tenemos una relación profunda. La ternura, como paso crucial por el amor, pero también como previa, ha desaparecido en las interacciones personales de nuestra generación. El miedo al compromiso y el eterno deseo por la informalidad relacional evita todo tipo de ternura, pero no tiene por qué ser así. La ternura como capa superficial del amor se puede ejercer sin necesidad de amar, sin necesidad de sentir amor, pero puede ser una experiencia radicalmente transformadora para pacificar la forma en que nos relacionamos entre nosotros.
Mi amigo Andy pronuncia las palabras de una forma muy bonita cuando habla en catalán. La primera vez que le oí decir ternura me reí inocentemente, pero sonreí pensando que era bonito que una persona que está aprendiendo nuestra lengua destaque esta palabra que hemos olvidado tanto como en nuestro país de gente arisca por fuera y blanda por dentro. Mi generación ha roto con el amor romántico, pero se ha dejado la ternura por el camino, renunciando a ello por su similitud con el amor apasionado e irracional. Kurt invoca la ternura para recuperar este cuidado por los demás y por nosotros mismos, por entender que podemos ser mujeres empoderadas, fuertes y valientes, pero también radicalmente tiernas. Y es en este retorno de la palabra que reside la radicalidad de su apuesta literaria, pero también de su propuesta relacional: convertirse en radicalmente tiernos.