Catuxa Fernández e Ignacio Aldanondo son los arquitectos detrás de la marca de zapatos Aldanondoyfdez. Después de aprender de maestros artesanos y cerrar su estudio de arquitectura, los dos emprendedores se dedican a la creación artesanal de zapatos con técnicas tradicionales pero concepto moderno. Gallega y aragonés, coincidieron estudiando arquitectura en Pamplona, pero ahora producen zapatos de la más alta calidad. De entre 500 y 900 euros el par. Y no son de los más caros del mercado: la calidad de los materiales, la personalización, el diseño y sobre todo los procesos de producción, ligados a una filosofía casi anticapitalista y abrazando la sostenibilidad, tienen un precio.
Conocieron al maestro Pitu Cunillera, uno de los últimos artesanos del zapato, de quién aprendieron el oficio para, más tarde, aprender patronaje de CarlosPiñol. En cierto punto combinar arquitectura y zapatería se volvió incompatible. Desde final del 2016 se dedican plenamente a los zapatos. En el fondo, la arquitectura y los zapatos tienen mucho que ver: estructura, construcción, materiales, compartimentos, cargas...
Desde casa de Catuxa, en un piso en la calle Aribau, que además es el taller, iniciaron la aventura. En un principio ofrecían zapatos por encargo hechos a medida, el bespoke, con mucha aceptación internacional pero con cierta complicación en la producción. Así que lo arrinconaron para apostar por el prêt-à-porter. Los encargos se hacen en linea y el cliente puede personalizarlos, dado que la producción empieza cuando se pide un par.
"Queremos se valore que el precio no es caro, sino que con perspectiva es barato"
Aldanondoyfdez es una empresa de confección de zapatos en que los dos emprendedores controlan todo el proceso de creación de cada pieza. Cada zapato implica unas 200 acciones y aproximadamente 50 horas de trabajo. Cada par tarda de cuatro a seis semanas y envían incluso vídeos del proceso de producción al cliente. Hacen un máximo de 10 zapatos al mes. Y así quieren mantenerse, una cifra superior sería inasumible: "No creo que podamos hacer más de 100 pares al año y no creo que ningún año los hagamos, el éxito empresarial típico no casa con nuestra filosofía", dice Fernández. "Queremos se valore que el precio no es caro, sino que con perspectiva es barato", añade. Una filosofía anticapitalista: unos zapatos de calidad para toda la vida. Y es que el lujo es aquello que se puede reparar.
Barcelona y Florencia son los dos bastiones de este oficio, el del zapatero artesano. En la capital catalana se constituyó el primer gremio de zapateros en Europa el siglo XIII. Y hasta que el plástico y la industrialización degradó la calidad de lo que cubre nuestros pies.
El valor de los zapatos
"Es una cuestión de prioridades, la gente tiene un iPhone o se va un fin de semana fuera y no se gastan 500 euros en unos zapatos. Una vez conoces el trabajo que hay detrás y lo entiendes puedes decidir comprarlo pero no juzgar que es caro", opina Fernández.
Un zapato cumple una función, más allá de la estética. Según reflexiona Aldanondo es la diferencia entre necesidad y capricho: "Un litro de leche tendría que costar cinco euros, pero muchos productos de primera necesidad han sufrido una rebaja absurda de precios, igual que los zapatos, la hipernecesidad del producto hace que se haya devaluado, y en las conciencias de la gente, pagar más de 80 euros por unos zapatos es una obscenidad".
No obstante, no quieren confundir el valor asociado a las marcas con calidad: "Una bota Gucci puede estar producida igual que un zapato de Tempe para Zara".
La devaluación ha hecho desaparecer la artesanía: "Es más honesto un zapato artesano de 500 euros que uno de 30 euros, por no hablar de lo que implica su producción". "Podríamos llegar a decir que somos económicos, porque somos más bien sostenibles", ironizan. La artesanía es la alternativa más sostenible: "La artesanía es calidad honesta".
Tiempo, procesos manuales, patronar, materiales, cortar, coser... hay muchos motivos que hacen que un zapato sea bueno y se pague.
Para empezar las hormas, que en su caso son de madera. En un zapato artesanal se tiene que estirar selectivamente con unas pinzas la piel sobre las hormas de madera. En fábrica, las hormas son mucho más simples, menos "parecidas" a un pie y se cubren en dos gestos mecánicamente.
La estructura interior que refuerza el zapato y mantiene la forma también es una parte muy importante. Punta fuerte, contrafuerte y plantilla son las partes de esta estructura, un "chasis" que en los zapatos seriados es de plástico. En el caso de un zapato artesanal todas estas partes son de piel rebajada, hecho que prevé los malos olores, pero los hace más duros y resistentes. Si bien al principio seguro que hacen daño "los buenos zapatos se tienen que domar, pero después son para toda la vida y notas la diferencia", justifica Fernández.
"Es más honesto un zapato artesano de 500 euros que uno de 30 euros, por no hablar de lo que implica su producción"
El cambrillón, la viga que hay entre el tacón y la parte en qué apoyamos el pie y que hace que no se rompa, en los zapatos industriales es una pieza metálica, mientras que en los zapatos artesanales es una pieza de madera en forma de i griega reforzada con capas de piel tratada.
La suela y los tacones de un zapato bueno también son de piel trabajadas y bruñidas, aun así en los zapatos fabriles son de plástico o materiales de calidad muy inferior.
"En una fábrica todo está troquelado, es un ensamblaje de piezas, un zapato en serie que no se adapta a nada", afirman. Y todo queda encolado, cosa que propicia "obsolescencia programada". La tendencia y la moda quiere que tengamos muchos pares de zapatos malos y no uno pero bueno.
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La artesanía sobre todo cose en vez de encolar. "Hay dos grandes familias, el cosido blake y el goodyear, y esto es diferencial en la vida del producto", afirman. Coser a mano un zapato puede costar un día de trabajo.
El tipo de zapato también determina como de complicada es su producción, en cuanto a patronaje. Derby o blucher son más fáciles de montar que un oxford enterizo (de una sola pieza de piel), porque el material se tiene que adaptar a la horma y esto requiere tiempo. Cuanto más piezas tiene un zapato, más "fácil" es.
Por el lado de los materiales, si hablamos de cuero de Igualada y Banyoles, corcho del Empordà, yute y lino tejido en Allariz, en Ourense y rafia de Alacant, la calidad y proximidad se paga.
La artesanía del calzado en Barcelona
Hasta qué punto se es artesano si cose a máquina unos zapatos? Debates aparte, en nuestra casa hay varios aprendices herederos de una larga tradición. Aparte de Aldanondoyfdez, también encontramos Norman Vilalta, Ramon Cuberta o la marca El Cuervo que hacen también zapatos bespoke, o sea, a medida, con unos precios más elevados a partir de mil euros. "El artesano, si no hace todo el proceso, al menos lo conoce", dice Aldanondo.