El otro día, poco después de haber publicado una fotografía del centro de Ámsterdam en mi Instagram (cosa que hago más veces de lo que me gusta reconocer), recibí la respuesta de una amiga: "¿Y ya te gustará vivir en este país de extrema derecha?" Mi amiga, neerlandesa y catalana de acogida, es claramente lo que podríamos llamar una persona sensible a las luchas de la justicia global. Me gusta hablar con ella porque, aunque venga de diferentes generaciones y orígenes, siempre que la veo aprendo muchas cosas. Es una mujer fuerte, terca y con las ideas claras. El caso es que en ese momento me di cuenta de que los periódicos de mi ciudad de acogida estaban llenos de portadas sobre lo que parecía ser el nuevo presidente del país, un político estrafalario de carrera con el cabello oxigenado y unas ideas de extrema derecha sobre la deriva que debía tomar el país.
Después de trece años con Mark Rutte al frente de los Países Bajos como presidente, y después de las más estrafalarias combinaciones para formar gobierno, hace unas semanas el pueblo neerlandés decidió en las urnas a sus miembros del Parlamento. Para sorpresa de todos, salió como coalición ganadora la liderada por Geert Wilders y su Partido por la Libertad (PVV por sus siglas en neerlandés). Faltó poco para que todo el país se llevara las manos a la cabeza.
Mark Rutte ha estado trece años al frente de los Países Bajos como presidente
De la noche a la mañana, los Países Bajos pasaron de ser percibidos por sus habitantes como un estado frugal y socialdemócrata de manual a una potencia condenada al fracaso por lo que será, si todo va como apunta, un liderazgo ultraconservador y de extrema derecha. Pronto tendremos otro líder europeo con ideas neoliberales, xenófobas y contrarias a la llegada de migrantes de otros países. En cuestiones de cambio climático, la perspectiva tampoco mejora. Algunos activistas ambientalistas ya han manifestado su rotunda oposición a lo que parece ser el nuevo gobierno: "cuatro años más de negación del cambio climático".
Después de la caída del gobierno saliente en julio pasado, el 22 de noviembre hubo elecciones al parlamento del país donde llevo viviendo desde hace unos meses. Fueron diversos los motivos que llevaron al gobierno pasado al colapso: los retrasos en las compensaciones por los terremotos en Groningen, la crisis de la vivienda, una fuerte crisis del gobierno con los agricultores, un error de un programa de inteligencia artificial de servicios sociales que acusó a más de 20.000 familias de estafa y una falta de confianza en la política son los principales motivos que han afirmado los diferentes actores del país. Y eso que, después de Viktor Orbán, Rutte había sido el líder de la UE que más tiempo había estado en el poder.
Hay cuatro partidos mayoritarios en el país: el Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD), donde había gobernado hasta ahora Rutte; la alianza laborista y verde (GL/PvdA); el Partido de la Libertad (PVV), partido de Wilders con ideología ultraderechista e islamófoba; y Nuevo Contrato Social (NSC), formación nueva de ideología cristianodemócrata. Estos cuatro partidos son los mayoritarios, pero si por algo es famoso el país, es por tener una gran variedad de oferta de partidos. Este hecho lleva a los neerlandeses a hacer algo que hacen poco a menudo: bromas que causan gracia. Esta colección de partidos debe ocupar los 150 asientos del Parlamento neerlandés, y para formar gobierno se necesitan 76 escaños en mayoría. La diversidad de partidos y las diferentes tendencias de sus ciudadanos hacen que el país haya sido liderado por coaliciones desde hace más de un siglo. El partido que ha ganado ahora es el liderado por Wilders, un señor de 60 años, que lleva 25 años en política y que se reconoce por sus cabellos oxigenados, hecho que muchos comunicadores políticos han empezado a estudiar para ver si su popularidad entre los líderes de extrema derecha es correlación o causalidad.
Wilders es un señor de 60 años, que lleva 25 en política
Nunca nadie vota a la extrema derecha, pero a veces sale ganadora, lo que demuestra que no hace falta ser de extrema derecha para votarla en unas elecciones. El comentario de mi amiga me hizo pensar: era evidente que ella no había votado a Wilders, pero seguro que gran parte de las personas que conoce sí lo habían hecho. De hecho, también gran parte de mi pequeña red holandesa, y seguro que gran parte de las personas con las que me cruzo por la calle. Pero cuando gana la extrema derecha en un país parece que nadie le haya votado. Todo el mundo se queja y revela, pero son pocos los que se atreven a afirmar, sin miedos, su elección política.
La cosa será descubrir qué puede llegar a destruir a Wilders, y cuáles son las consecuencias prácticas y efectivas de un discurso ultraconservador y xenófobo. En gobiernos de otras potencias occidentales hemos visto cómo, al final, salvo algunos puntos críticos, es poco lo que puede llegar a retrasar un nuevo liderazgo extremado. Sin embargo, Países Bajos es conocido por la frugalidad de sus políticas y por su rápida adaptación a los ritmos económicos globales, lo que ha hecho preocupar a muchos de los sectores progresistas y activistas. Si Wilders se lo propone, ese podría ser el giro a la derecha del país. Quedará por ver, pues, cómo queda el gobierno y cuáles son las prioridades que marca en sus primeros 100 días de mandato. Os dejo que debemos embarcar.