
“¡Tienes que verla, es buenísima!”. Durante una pausa para el café, hablando con Luc, me recomienda Anora, una película que aún ninguno de nosotros sabe que en unos meses ganará un Oscar. No tengo ni idea de qué va, pero mi amigo parece sorprendido y entusiasmado. Hace meses que tengo uno de esos cupones de descuento para ir al cine más barato, así que decido que le voy a dar una oportunidad. “Manuel, ¿qué haces el jueves?”. Y ya tenemos al amigo murciano, amante de los bioscoops de Ámsterdam, liado para ir a verla juntos.
Llegamos al cine y la sala está llena. Luc me ha dicho que es un poco rara, pero que es muy buena, que está muy bien filmada y que los personajes son fantásticamente estrambóticos. Le pregunté si hacía reír, y me dijo que mucho. Le transmito el mismo mensaje a mi amigo Manuel mientras le pregunto cómo le ha ido la semana y nos ponemos brevemente al día de nuestras vidas. Empieza la película. Me río. Lloro. Me parto de risa. Se me rompe el corazón. Me enfado. Me vuelvo a enfadar mucho. Me frustro y digo que ese chico es imbécil. Lloro y pienso que esa chica, en el fondo, solo quería salir de su vida. Pienso en el dinero. Pienso que la familia tiene demasiado dinero. Pienso que todos tenemos un precio. Me río como una loca otra vez. Al final, respiro y miro con ternura a la pareja en el coche. Lloro de nuevo.
La semejanza de la película con Pretty Woman es innegable en la trama, pero la puesta en escena es absolutamente distinta. Es una historia paralela, pero no tiene nada que ver. La Pretty Woman de Julia Roberts y Richard Gere es la romantización de una situación de abuso e injusticia. Anora es un retrato crudo de la vida tal como es, con un punto delulu que aporta un toque cómico a la tragicomedia. Si la primera es el exceso de azúcar de pensar que con un poco de magia todas las historias terminan bien, la segunda es la constatación de que a veces la trama es más importante que el final.
'Anora' es un retrato crudo de la vida tal como es, con un punto 'delulu' que aporta un toque cómico a la tragicomedia
Otro punto interesante es la construcción del personaje protagonista, uno de los Oscar que ha ganado el largometraje: Vivian Ward (Julia Roberts en Pretty Woman) es una pobre criatura, más representada como víctima que como mujer fuerte e independiente, de la que no sabemos cómo acabó trabajando como prostituta y que se enamora de un cliente atractivo que, además de rico, la trata como una princesa. En cambio, a Anora se la caracteriza más como una mujer que ha sobrevivido gracias a su ingenio y que se cruza con un niñato que vive de los millones de sus padres y que, aunque no es ni de lejos ningún príncipe azul, puede ofrecerle el estilo de vida que ella desea (aunque sea por un rato). Si en Pretty Woman lo que mueve la trama es la esperanza de una vida mejor, en Anora es la conciencia de que la vida tiene momentos de felicidad, pero el desenlace no siempre es la victoria que esperábamos.
Así, podríamos decir que Pretty Woman se basa en una idea de la vida fundamentada en la meritocracia y el idealismo, propia de mentalidades como el sueño americano o las premisas de autores como Immanuel Kant y Jean-Jacques Rousseau, que confían en que, a pesar de los retos y problemas de la vida, existe un orden moral justo (Kant) y los seres humanos somos buenos por naturaleza (Rousseau). Seguramente el hecho de que se estrenara en el año 1990, un momento de esplendor en la economía y la política de las sociedades occidentales, influyó en que la narrativa de la película se orientara hacia esa tendencia prometedora: una historia de confianza en el progreso personal, en la redención a través del amor romántico y en la movilidad social como un destino accesible para todos. En línea con las predicciones de Francis Fukuyama sobre el fin de la historia, se presenta como un relato optimista.
En cambio, Anora ofrece una filosofía ligada al tiempo presente, treinta años después: la vida como una batalla entre la condena absurda y el deseo de ser feliz, y la fragilidad de la felicidad como un final no garantizado. Anora bebe de la concepción de la libertad de Simone de Beauvoir, es decir, como una lucha constante sin certezas absolutas. Una película completamente existencialista, en la línea de autores como Albert Camus o Hannah Arendt, que centran su pensamiento en el reconocimiento de la finitud, la aleatoriedad y la fragilidad del destino humano.
'Anora' bebe de la concepción de la libertad de Simone de Beauvoir, es decir, como una lucha constante sin certezas absolutas
Las dos películas se han comparado mucho en los últimos días, pero lo único que tienen realmente en común es que cuentan la historia de dos trabajadoras sexuales, algo que no es muy habitual en el cine de gran público. “¡Joder con los rusos!”, me suelta Manuel cuando se encienden las luces de la sala. Nos reímos juntos y comentamos la jugada. Con Manuel siempre se comenta la jugada, porque aunque su apariencia de modernillo te haga pensar que es una persona jovial, en realidad es un abuelo entrañable que ríe por lo bajo. Unos meses después, la mañana tras los Oscar, recibo un mensaje de Manuel al despertarme: “Menudas pelis elegimos, solo ganadoras de Oscar”. Me río mucho y veo que Mikey Madison ha ganado el Oscar a mejor actriz. Sonrío. Me parece una buena victoria.