Generaciones de barceloneses lo han conocido como Ca la Nuri, un grupo de restauración barcelonés que en su 60 aniversario desempolva sus orígenes en Poblenou con la apertura del Bar Núria. La historia de Familia Nuri (el nuevo nombre que toma el grupo) se inició en 1962 cuando Nuri y Jordi abrieron un modesto bar en Poblenou. Tenían poco más 20 años, pero una pasión inmensa por hacer crecer el negocio y dedicar su vida a la noble institución del tapeo. Ahora, cuentan con cinco establecimientos en Barcelona, algunos tan populares como Ca la Nuri o Xiroi.
Bar Núria, reescribiendo la historia de un bar de Poblenou
Bar Núria era un local sencillo en el que la gente pasaba la tarde jugando al dominó y comiendo tapas caseras de esa cocina sabia, “de fonda”, que casi ha desaparecido en Barcelona. Migraron a otras zonas de la ciudad abriendo distintos locales (a los ya citados se añaden Arrozal y Sal Mar), algunos, muy exitosos, a pie de la playa de la Barceloneta y demostrando que lo suyo era cocinar bien y hacernos felices en las sobremesas. 60 años después el negocio fundacional reabre en la Rambla del Poblenou, el barrio donde han crecido las tres generaciones de restauradores, con el mismo nombre y estandarte: Bar Núria.
El producto de temporada —los primeros rossinyols, la ensalada de higos y jamón, los sonsos con una fritura suelta y recia— brilla en su corta carta, al igual que otros platos, ya clásicos, como los mejillones a la plancha, embutidos y quesos, huevos de Calaf estrellados y recetas de siempre como el fricandó de ternera. Aunque nada sería lo mismo sin un arroz del día, una de las recetas que actualizan a diario con los sabores que ofrece el mercado y que nos recuerda por qué Familia Nuri es uno de los referentes en arroces de la ciudad. Recomendable su arroz del Senyoret (típico de Valencia), denominado así porque presenta el marisco y el pescado limpios y pelados encima y con una historia simpática que habla de que se ideó en el restaurante La Pepica bajo las querencias del famoso pintor Joaquín Sorolla a quien no le gustaba ensuciarse las manos. Recomendable también los postres caseros de la casa como la suculenta torrija con pan de focaccia bañada en crema catalana quemada y el pastel de queso con mermelada casera.
Andreu Sanchez, jefe de sala, canta ante el cliente los fuera de carta y sus precios y recomienda en función del hambre y las apetencias qué tomar y para qué dejar hueco. Y eso —nos cuentan— es siempre marca de la casa: “Es una forma de tratar al cliente con la que siempre nos sentimos identificados, aconsejarles, guiarles y hacerles disfrutar de nuestra cocina y del ratito que pasen con nosotros. Para nosotros ese es el verdadero valor y sello del grupo”, explica. Las raciones son generosas, el producto es variado, competente y está bien tocado, ajustando el punto de cocción al tamaño.
El nuevo Bar Nuria rememora con su estilismo las antiguas tabernas de barrio de toda la vida con sus mesitas de mármol brillante, mobiliario de madera rojizo, vitrinas y espejos aquí y allá que agrandan la estancia y confieren personalidad “a hogar”. Nada está dejado al azar. Tampoco, una preciosa barra en la acristalada entrada que invita a colarse y ver qué se cuece ahí. Uno de esos locales pensados para celebrar la vida en el barrio, en cualquier momento del día y con quien sea.