Dicen que los curiosos vamos con un bloc de notas a todas partes, pero con la digitalización esto se ha convertido en un chat con nosotros mismos en una red social o un documento lleno de frases, borradores y enlaces de todo tipo en la entrada del escritorio de nuestras computadoras. A veces es complicado tener constancia de todo lo que sucede en un momento dado y ordenar los pensamientos. Lo mismo ocurre con los objetos. Hay algunas cosas que tenemos alrededor que nos son útiles o podrían serlo, pero su reflexión nos pasa desapercibida atendiendo a las diferentes urgencias de la cotidianidad. Con la filosofía sucede lo mismo: la utilizamos constantemente, pero no nos damos cuenta ni tenemos tiempo de dedicarle un rato, un instante de agradecimiento por la tarea que realiza en la organización de nuestra vida. La idea de esta nueva sección, La VIA de los objetos, surge precisamente aquí, en un conglomerado de cosas que necesitamos clarificar para entender, a partir de los siempre útiles símbolos de nuestra vida cotidiana.
Los blocs de notas parecen espacios ordenados, pero solo son una fantasía de nuestras expectativas. Lejos de tratarse de un conjunto de frases con sentido, es un mismo espacio donde soltamos, con la tinta de un bolígrafo o un lápiz que encontramos en el escritorio, todas esas cosas que debemos hacer, recordar o tener presente. De manera más o menos pulcra almacenamos en un formato de din-A5 toda una serie de información que no tiene nada que ver una con otra. Como en una de esas cajas donde guardamos cosas que no sabemos dónde poner, muchas veces hacemos lo mismo con nuestros pensamientos. Pero ¿por qué apuntamos tantas cosas? ¿Tenemos una memoria débil, o hacemos demasiadas cosas, muchas más de las que podemos recordar? Además, el bloc de notas tiene un peligro: se puede perder. Antes, la mayoría de las personas curiosas llevaba consigo un bloc de notas, que servía de agenda, recordatorio, bolsillo mágico donde guardar lo que no podía ser olvidado. De hecho, algunas camisas ya tenían un bolsillo pensado especialmente para colocar este tipo de objeto. Con la digitalización, tenemos estas libretas en la nube, donde no pueden perderse a menos que caiga el sistema global, momento en el cual todo lo que tuviéramos apuntado, de todas maneras, ya no sería útil porque significaría que se acaba nuestro mundo.
Pero ¿por qué apuntamos tantas cosas? ¿Tenemos una memoria débil, o hacemos demasiadas cosas, muchas más de las que podemos recordar?
"Comprar fruta, hacer la maleta, llamar a Jordina, terminar informe, revisar preguntas, felicitar a Didac, ...". La lista no termina nunca, y por eso renovamos bloc tras bloc, algunos más bonitos, algunos más prácticos, con el propósito de seguir anotando y dejando constancia de todo lo que hacemos. Algunas iluminadas, entre las cuales me incluyo, guardamos nuestros blocs de notas antiguos y los leemos de vez en cuando, cuando terminamos temprano el trabajo o antes de ir a dormir. Hay personas que los queman, simbolizando el final de una etapa estresante o el trabajo hecho, resuelto y terminado. Otros no llegan a acabarlos porque, antes de terminarlos, ya los han perdido en alguna parte. Los más modernos utilizan el móvil u otras aplicaciones en línea, y por eso no pueden hacer este ritual catártico. El caso es que el bloc de notas no deja de ser un mundo de posibilidades, un trocito de papel donde soltar cualquier cosa. Entre listas, libretas y blocs de notas ordenamos nuestra caótica existencia o día a día pacífico para tener un cierto seguimiento de lo que hacemos y dejamos de hacer, capturando así lo que de otra manera se nos escaparía, en un intento absurdo de sentirnos en control. ¿No era esta, al final, la finalidad de contarnos la vida y aprender de los errores del pasado? "Enviar artículo bloc de notas a Elena", hecho.