El pato laqueado preside las mesas donde, una vez, los canelones, las carrilleras de cerdo al vino tinto y las espinacas a la catalana camparon a sus anchas. La Casa Calvet (el primer edificio que Antoni Gaudí construyó, datado en 1900) albergó un magnífico restaurante homónimo durante 25 años y hasta no hace tanto. Ahora, estas suaves aves laqueadas se presentan en la mesa, en un ritual imperial que es fasto y es tradición, como antaño, pero con otros sabores.
Cocina china imperial y un nuevo imperio gastronómico
Si China Crown no fuera un gran restaurante haríamos un chiste fácil. El restaurante que se convirtió en chino. No lo es. Bueno, sí lo es, pero ¡qué chino! La cocina china ha sido vapuleada sin piedad en bufetes giratorios y menús con arroz tres delicias y rollitos de primavera hasta decir basta y hacer que algunos ciudadanos se avergüencen de su origen. La cocina china también es otra cosa. Puede ser excelente, tradicional y lujosa.
China Crown abrió antes de la pandemia, pero se ha mantenido cerrado (por motivos obvios) hasta hace bien poco. Cuando reabrió sus puertas, lo hizo con un menú tradicional que celebra el año nuevo chino (el del tigre) que ha podido degustarse hasta este pasado 15 de febrero.
La cocina china también es otra cosa. Puede ser excelente, tradicional y lujosa
Entrantes como la raíz de loto perfumada con osmanthus (planta de cuyas flores se obtiene un refinado aceite), el pollo vegetariano picante con especias o el pato a la sal Nanjing y la suave lubina ahumada. Entre los principales, una reconfortante sopa de gallina, unos bollos de col rellenos de carne de cangrejo Sheng Cai, cerdo estofado con huevo de pichón al vino Laojiu o unos sabrosos fideos con tres camarones (el coral, el cuerpo y el caldo de sus cabezas con aceite de cebolleta). De postre, un trozo de torta Nian Gao (una especie de turrón elaborado con arroz glutinoso, cacahuete y cerdo que comen en fin de año). Platos sorprendentes e inusuales.
Lo sabía Maria Li Bao, empresaria fundadora del grupo China Crown (conocida en el sector económico como la emperatriz de la cocina china), y artífice de esta sonada reapertura al presentarla en sociedad este pasado mes. Dueña de otros conceptos como China Crown Madrid, Shangai Mama, el japonés Tottori Shushi Bar o Fuku, vino con su familia en los años 80 siendo una niña y aprendió el oficio en el restaurante que sus padres abrieron en Aranjuez: la Gran Muralla. Ahora, cada uno de sus restaurantes busca la mejor zona, tiene sello distintivo y ofrece una experiencia exquisita. En China Crown Barcelona es la tradición.
La carta del restaurante se apoya en el pato laqueado, una de las elaboraciones más exquisitas de la cocina china, considerado tal manjar desde la Dinastía Ming, que sólo estaba reservado a los emperadores y su séquito más cercano. El ave de cuerpo entero y compacto, con la piel crujiente y oscurecida por la salsa con la que se baña durante horas, llega a la mesa para ser fileteado suavemente y depositado dentro de una crepe donde se adereza con salsa de judías fermentadas, piel crujiente u unos pequeños bastones de pepino y cebolleta al gusto. En este caso, Felipe Bao, director gastronómico del grupo, lo prepara según los cánones más tradicionales, con hasta 48 horas de preparación a sus espaldas. Se sirve en mesa con todo el ritual. “Es uno de los platos más demandados, tiene mucho éxito y si el cliente es nuevo, siempre le proponemos probarlo. No creemos que haya muchos sitios en Barcelona que tengan algo igual”, señalan uno de los solícitos camareros del establecimiento.
Cocina de imperioso sabor servida con cuidado en un intento de aproximar el fasto gastronómico a los banquetes de aquellos emperadores hace 400 años. Un elegante y pequeño viaje rápido por la historia sin movernos de la calle Casp.