Mis amigos más íntimos son muy bruscos en el pequeño comité, y eso me encanta porque me permite relajarme y decir lo primero que se me pasa por la cabeza cada vez que nos encontramos. En sociedad, es importante mantener las formas. Pero en un sofá, después de probar la última receta que ha aprendido nuestro amigo en la clase de cocina, tomando una cerveza o un té caliente, dependiendo de la época del año, nos relajamos y hablamos de manera mucho más distendida. “Si Google quiere saber cuántas veces voy al baño al día, se lo digo. A mí Google me ha cambiado la existencia. Me da igual darle todos los datos que quiera. Que duerma conmigo, si eso es lo que quiere”, soltó Aleix. Siempre he presumido de tener amigos que piensan muy diferente y que tienen ambiciones vitales muy variadas, pero ese día se encendió un debate muy interesante sobre compartir datos o no. El caso es que comenzamos una conversación bastante acalorada sobre si Google era o no un buen software, y hasta qué punto era conveniente sacrificar privacidad por practicidad, y viceversa. Y empezamos a divagar, con argumentos.
En 1998, LarryPage y SergeyBrin, en aquel momento dos estudiantes de doctorado de la Universidad de Stanford, desarrollaron un algoritmo llamado PageRank, que clasificaba páginas web en función del número y la calidad de los enlaces que recibían de otras páginas a partir de palabras clave. Hoy en día, Google es una de las empresas tecnológicas más influyentes y grandes del mundo, una palabra que todo el mundo conoce, y un buscador que ha originado miles de conceptos innovadores. ¿Qué haríamos hoy sin Google Maps? Yo, ciertamente, llegaría mucho más tarde a los sitios. ¿Cómo organizaríamos nuestra vida, las llamadas, los recuerdos, los documentos y las fotos? ¿Dónde buscaríamos información sobre qué es más saludable para desayunar, cómo se llamaba el rey que fundó las universidades españolas o de qué manera...?
Google, como cualquier otra empresa, no es neutral, y tiene grandes implicaciones políticas, económicas y sociales
Uno de los conceptos que mejor ha trabajado es la neutralidad. Google, como cualquier otra empresa, no es neutral, y tiene grandes implicaciones políticas, económicas y sociales. Sin embargo, cuando pensamos en Google, la primera imagen que nos viene a la cabeza es la neutralidad. Quizás por el uso de colores primarios, quizás por la nitidez de sus tonalidades y diseños. El caso es que nadie podría relacionar, a primera vista, algo confuso con la tarea de Google, ni tampoco asociarlo con alguna ideología o servidumbre hacia una idea de entender la vida. Su objetivo original era mejorar la forma en que las personas accedían y encontraban información en Internet, pero es evidente que, después de unas pocas décadas de existencia, Google se ha convertido en mucho más que eso: Google es una forma de organizar nuestra vida, una forma de habitar el espacio digital y un lugar que proporciona una cierta sensación de seguridad y facilidad para todos los que lo utilizan, un hecho que claramente ha sido deliberado por los mejores equipos del planeta.
Un segundo valor que asociamos con Google es la impersonalidad. ¿Quién está detrás de Google? Para escribir este artículo tuve que rascar para encontrar el nombre de su CEO, Sundar Pichai, y también para encontrar los principales cargos de su estructura. Google no es Amazon, ni tampoco Tesla. Google no hace grandes esfuerzos publicitarios ni sensacionalistas: Google funciona. Google tiene una misión y la lleva a cabo, pretendiendo ser un espacio y una herramienta que va más allá de lo que es: una de las compañías tecnológicas más influyentes a nivel mundial, que domina toda la publicidad en línea y la gran mayoría de las búsquedas en Internet, así como lidera las principales innovaciones en inteligencia artificial y tecnología. De nuevo, una situación que no es banal, sino altamente premeditada. El poder de Google se puede considerar utilitarista, según la teoría de JohnStuartMill, ya que se centra en maximizar el beneficio que genera y minimizar el sufrimiento o dolor. En términos empresariales, esto se podría traducir en cómo Google identifica y cubre las "necesidades del mercado" o en las "soluciones innovadoras que ofrece". De esta manera, se alinea con la premisa utilitarista de Mill: una acción es justa si contribuye al bienestar del mayor número de personas.
Finalmente, Google sigue el principio de la navaja de Ockham, introducido por su propio creador, Guillermo de Ockham, que describe que «en igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la más probable». Google busca ser una opción intuitiva y fácil de navegar, que genere una sensación de sencillez en un espacio digital que aún supone un reto para muchas personas. Google es acogedor, con buenas o malas intenciones, y se muestra como la opción más deseable entre otros navegadores y prestaciones porque es muy sencillo de comprender y utilizar. Así, más allá de la oscuridad o claridad de sus intenciones, Google se percibe como un espacio que está al alcance de todos.
Y por si estas intenciones no han quedado suficientemente claras, la propia compañía ha creado un manifiesto de 10 principios donde comparte su filosofía, llamado “las diez verdades”: (1) Nos centramos en el usuario, y lo demás viene solo; (2) Lo mejor que se puede hacer es especializarse en una sola cosa; (3) Rápido es mejor que lento; (4) La democracia en la web funciona; (5) No es necesario que estés en tu escritorio para obtener una respuesta; (6) Puedes ganar dinero sin hacer el mal; (7) Siempre hay más información por descubrir; (8) La necesidad de información traspasa todas las fronteras; (9) No tienes que vestirte de gala para ser formal; y (10) Genial no es suficiente. Verdades que ni son tan verdaderas ni tan neutrales, sencillas e impersonales como parecen, pero que han logrado que bajemos la guardia y no nos importe, en caso de necesidad, compartir alguna de nuestra información más esencial, como cuántas veces vamos al baño al día con la plataforma.