El curioso repartidor de paquetes

El curioso repartidor de paquetes | Toni Galmés
El curioso repartidor de paquetes | Toni Galmés
Toni Galmés | VIA Empresa
Ilustrador
Barcelona
20 de Diciembre de 2024
Act. 20 de Diciembre de 2024
El curiós repartidor de paquets | Toni Galmés
El curiós repartidor de paquets | Toni Galmés

Son las seis de la mañana y el termómetro de la furgoneta marca un grado. Lleva la acreditación y el chaleco amarillo y se dirige a la máquina de café. Saluda efusivamente a los demás, que apenas le prestan atención. El café está muy malo, la verdad, pero oye, "es gratis", así que se lo bebe de un sorbo para entrar en calor y, antes de dirigirse a la zona de control, se sirve otro.

 

Hace cola, detrás de todos los demás. Están en silencio y solo se oye el pitido de los dispositivos electrónicos. No se conocen, por lo tanto, no cruzan ni una palabra. Él lo intenta y lanza algún comentario sin pretensiones. “¿Qué, una ruta larga hoy?”. O un “Buf, qué frío… esperemos que suban un poco las temperaturas hacia media mañana…”

En una de esas aperturas entreve el vientre de la bestia: una gigantesca nave llena a rebosar de cajas y más cajas

Llega al punto de control, donde escanea su acreditación y, de inmediato, recibe una notificación en el móvil con todas las instrucciones. Su mirada curiosa se fija en una puerta por la que la gente entra y sale frenéticamente, y en una de esas aperturas entrevé el vientre de la bestia: una gigantesca nave llena a rebosar de cajas y más cajas. Él sonríe y piensa que empezamos a vivir en una realidad distópica, como en un episodio de Black Mirror.

 

En fin, regresa a la furgoneta, terminándose el segundo café y frotándose las manos. Ah, la furgoneta… qué bien se está ahí. Pasa uno, dos, tres controles. Las furgonetas, una detrás de otra y con una coordinación increíble, van siguiendo el recorrido marcado. Él pone Chaikovski en Spotify y sonríe mirándolas. Es como si todos los vehículos formaran parte de una preciosa coreografía. Al llegar al punto indicado, baja de la furgoneta y los sacos de paquetes ya están preparados dentro de unas jaulas de metal.

Esta es la parte logística más importante: todos los paquetes deben tener espacio dentro de la furgoneta y, no solo eso, sino que deben estar bien organizados según el orden de entrega. “Este paquete lo dejo aquí al lado, porque será el último”. Y en pocos segundos, ya está listo para empezar la ruta. Hoy tiene 116 entregas. Calcula, así a ojo, que trabajará unas 10 horas y que, con un poco de suerte, llegará justo para cenar con la familia. Exhala, pone música y se dirige al centro de la ciudad, que hoy es un auténtico caos.

Es un trabajo solitario, aunque él, simpático como es, saluda efusivamente y dice "¡Felices fiestas!" cuando entrega los paquetes

A partir de aquí, ya os podéis imaginar cómo es un día de trabajo para nuestro protagonista. Entrega, entrega y deja la furgoneta en doble fila, entrega, entrega, este no está y se lo dejo al vecino, entrega, entrega, un bocadillo rápido al mediodía, entrega. Es un trabajo solitario, aunque él, simpático como es, saluda efusivamente y dice "¡Felices fiestas!" cuando entrega los paquetes. No siempre obtiene respuesta. Cuando le abren la puerta, le gusta imaginar cómo será la vida de la persona a quien va dirigido el paquete. Se puede saber mucho de la gente solo mirando la entrada de su casa… Y sonriendo para sus adentros, continúa su camino.

Hace rato que ya es de noche. La ciudad está preciosa, con las luces de Navidad. Los comercios bajan las persianas y la gente se apresura para ir a cenar con los suyos. A él le queda un último paquete, que había dejado en el asiento del copiloto. Llega sin problemas frente al portal y observa que hay luz en la ventana. Antes de bajar de la furgoneta, saca de la mochila un disfraz rojo y blanco. Se mira en el retrovisor asegurándose de que estará irreconocible.

Toca el timbre y, desde el rellano, escucha unos pasos que se acercan a abrir. No puede aguantar la risa y hace un "jijiji" bajo la barba postiza que le pica en la nariz. Un niño de cuatro años, que apenas llega al pomo de la puerta, abre la pesada puerta. Al verlo, queda maravillado. Él le hace un gesto con el dedo para que no diga nada, y el niño, con los ojos bien abiertos, niega con la cabeza. Le entrega el paquete mientras le dice "¡Feliz Navidad!" fingiendo una voz grave. Antes de cerrar la puerta, él y el pequeño se funden en un largo abrazo.

—"¿A que no sabes quién ha venido, papi?"
Y antes de que pueda decir “¿Quién, hijo mío?”, el pequeño responde: “¡Papá Noel!”

Klaus, que así se llama él, regresa a casa después de casi 11 horas de trabajo físico por menos de 9 euros la hora. Está destrozado y solo quiere dormir, pero cuando abre la puerta, su hijo grita: —"¿A que no sabes quién ha venido, papi?". Y antes de que pueda decir “¿Quién, hijo mío?”, el pequeño responde: “¡Papá Noel!” Klaus finge una enorme sorpresa mientras entra al comedor. La mesa está puesta. El árbol está encendido y, debajo, hay un regalo.

Feliz Navidad a todos.