Mi abuela utilizaba un delantal, y mi tía también. Mi madre no, ni tampoco mi prima. Supongo que hay costumbres que se pierden, costumbres que ya no tienen sentido en un contexto en el que deben hacerse demasiadas cosas a la vez. Recuerdo que cuando la abuela se ponía el delantal decía "anem per feina", era un gesto de empezar todo un ritual de preparación por lo que después sería una larga jornada laboral ni remunerada ni reconocida. "S’ha de treballar", me repetía mientras pelaba alguna verdura, cocinaba el huerto o doblaba la ropa con cuidado.
Cada domingo, mi padre preparaba la maleta de la semana en el pasillo, y lo dejaba todo bien puesto en la butaca, para no despertar a mi madre cuando se marchara al día siguiente por la mañana. Recuerdo que siempre había una americana, que necesitaba para trabajar, y yo siempre pensaba que era una prenda muy elegante, muy profesional, muy necesaria para dar una buena impresión. En mi imaginario, como en el de toda niña, se creó rápidamente la distinción entre la profesionalidad de la americana y el cariño del delantal y, sin que nadie tuviera que decir nada al respecto, entendí que servían diferentes funciones y representaban diferentes realidades.
"En mi imaginario, como en el de toda niña, se creó rápidamente la distinción entre la profesionalidad de la americana y el cariño del delantal"
Quince años más tarde celebramos una conferencia en la universidad en el marco del 8M, donde invitamos a diferentes referentes de la inclusión de la mujer en el mundo de trabajo para que nos compartieran su experiencia. Una representante de la comunidad gitana me explicó que, en su comunidad, eran las mujeres trabajadoras, y no las amas de casa, las que llaman delantal. "El delantal era una manera de tener todo lo que necesitabas a mano, de poder valerte tú misma y ofrecer el que fuera tu oficio. Cuando a veces hablamos con personas de otras comunidades, relacionan a nuestros delantales con las tareas domésticas, ¡pero para nosotros es todo lo contrario!". En ese momento me vino a la cabeza la imagen del padre y de la abuela fusionándose, y comprendí que todo era una cuestión de perspectiva que no tenía otra correlación que nuestra sociedad le había dado hasta ahora.
Hoy en día, la brecha salarial en Cataluña es uno de los temas persistentes del feminismo, que en el 2023 era del 19,69%. Es decir, que las mujeres cobraban, en promedio, casi un 20% menos que los hombres. Hace diez años, esta cifra era del 25%, lo que muestra una mejora pero que todavía muestra un problema persistente. Una de las propuestas que ha hecho la Consejería de Igualdad y Feminismos es la recopilación de Herramientas para la igualdad retributiva, o la Comisión de Igualdad y del Tiempo de Trabajo, en este punto de la película todas sabemos que, sin la complicidad de todas las partes, todo esfuerzo será insuficiente para lograr igualdad alguna.
"En el 2023, de media, las mujeres cobraban casi un 20% menos que los hombres. Hace diez años, esta cifra era del 25%"
Después de muchos años de celebrar el Día de la Mujer y de buscar las mil y una formas imaginativas de hacer fiesta y conciencia, parece que hay algo que bloquea el próximo paso. Y es que la parte más difícil de avanzar el feminismo es justamente la más aburrida: aprobar leyes, revisar protocolos y defender ante un juzgado completamente machista los derechos y deberes de nuestra ciudadanía en perspectiva de género. Lo difícil es criar a las criaturas sin estereotipos, y revertir dinámicas sociales que han quedado tan arraigadas a nuestra concepción de la sociedad. Es la parte complicada, no tan atractiva y difícilmente publicitable.
Es la parte donde la americana y el delantal no tienen pesos diferentes, y puede llevarlos cualquier persona para su futuro profesional. Sin embargo, son los cambios que nos hacen avanzar como sociedad, que blindan nuestros derechos para que sean indiscutibles. Por eso, para este mes de marzo, el conocido como mes de la mujer, menos lazos lilas y más delantales y americanas invertidas.