Dos conocidos se encuentran en el tren de Renfe que va del Maresme a Barcelona. Y una vez se han saludado y preguntado por sus vidas hablan sobre el trabajo. Lo hacen en un tono alto, con ciertos asientos de distancia, hecho que permite al resto del vagón hacer de público oyente. "¡Pues yo trabajo en Price (Pwc) ahora!", dice uno. "¿Y cuántos días bajas a trabajar a Barcelona?". "Tres días, ¿y tú?". "Yo solo uno. No me pagan muy bien, pero valoro tener que ir sólo un día". Y continúan la conversación hablando sobre todo el tiempo que han perdido en la vida, yendo cada día a la oficina.
La historia la explica Josep M. Ganyet, ingeniero, empresario y colaborador de VIA Empresa frente a la atenta mirada de Juan Álvarez, gerente de recursos humanos de Renfe. Es una conversación real que ha escuchado justo de camino a la mesa de debate organizada por Ibercaja y VIA Empresa titulada Los nuevos hábitos de trabajo y que va como anillo al dedo con la conversación mañanera de los dos conocidos en el tren.
El proceso de transición de la sociedad industrial hacia la sociedad digital se manifiesta en la manera de trabajar de hoy en día. No trabajamos ni entendemos el trabajo (ni la productividad, ni el espacio-tiempo, ni el compromiso) como lo hacíamos hace cincuenta años. "Somos hijos de la sociedad industrial y padres de la sociedad digital", decía hace pocos días Genis Roca, consultor y escritor, en su artículo de opinión en VIA Empresa, y así lo ha desarrollado este jueves a lo largo de su ponencia. "La industrialización tenía por objetivo ordenar y organizar procesos. Hacer que los procesos no fallaran, que tuvieran estabilidad, un sistema, una garantía, que pasaran un control de calidad": Según Roca, los procesos tenían que ser estables. Si no funcionaban, se mejoraban, pero nunca se cambiaban. "Y nosotros somos hijos de esta cultura y manera de hacer -indica-. Pero ahora necesitamos gente que sepa introducir cambios". Aunque no sepamos muy bien el modelo final que resultará de estos cambios.
El trabajo ya no es un pasaporte social
Roca explica que cuando tenía 25 años, el trabajo era considerado un pasaporte social: "era la manera de presentarnos. En mi generación, el trabajo era el camino del éxito, tanto económico como social". Pero las cosas han cambiado. Hoy en día, tener una jornada laboral completa no es garantía de tener éxito económico, de hecho, no asegura a la persona tener una vida digna, "o llevar a casa todo lo que haga falta", indica Roca, quien añade: "Me parece detectar que hay gruesos de población que no se han creído la promesa de que el trabajo les dará todo".
González Reyes: "No hay Gran Renúncia, sino gran decepción"
Es el resultado de la precarización. Y esto comporta frustración, falta de compromiso y las famosas renuncias. En este sentido, Carlos González Reyes, director de Esic Barcelona DRHO y experto en recursos humanos, apunta que "no hay Gran Renuncia, sino Gran Decepción". El mercado laboral de España y Catalunya no es tan dinámico como el de EE.UU., por eso aquí "no hay una gran renuncia, pero sí una gran decepción".
Esther Sánchez, directora de Recursos Humanos de Baxi, apunta que esta frustración viene porque "se ha descuidado a las personas en las decisiones empresariales". Que para tener en cuenta el factor humano de verdad, "se tiene que tener a una persona que se dedique, que esté junto al CEO y al mismo nivel que el director financiero". Y añade: "Si el objetivo de todo el mundo es crear valor estratégico, es difícil que formes parte de este valor si solo eres un número".
"El trabajo ya no es garantista del éxito social. Ahora lo es tener tiempo por los amigos o hacer actividades más allá de la jornada laboral", apunta Roca. Y de hecho, Esther Ortega, directora de recursos humanos de la Cambra de Comerç de Barcelona, afirma que ha visto también este cambio de prioridades en la Cambra: "Nos cuesta retener talento porque, a pesar de que tenemos políticas flexibles de verdad, hay gente que quiere otras cosas, nuevas experiencias. Simplemente, quieren cambiar de sector o se van a hacer un proyecto social".
Y no puedes hacer nada. Solo asumirlo. "Aceptar la rotación", como dice González. Y en vez de retener el talento, "retener el conocimiento", como apuntan el tándem Ganyet y Roca.
El teletrabajo y el espacio-tiempo
Aunque esta transformación de los puestos de trabajo no es cosa de la pandemia, no hay duda que ha acelerado todos los procesos y que, de hecho, ha comportado una nueva manera de hacer, un nuevo estado de ánimo y unas exigencias por parte del trabajador. Son exigencias que "giran más alrededor del tiempo, que no del salario", indica Roca.
Y en este sentido, cuando se ha perdido tiempo de presencialismo, también se ha puesto en evidencia que no todo el mundo evalúa adecuadamente la productividad. "Hay mandos que se han quedado sin criterios o métricas para medirla", apunta Roca. Y pregunta: "¿Cuál es la productividad de una persona que hace teletrabajo?". "Pero es que quizás no tenemos que hablar tanto de productividad, sino de contribución", responde Sánchez, de Baxi. Ella cree, de hecho, que la vía es que las empresas no contraten en clave tiempo-horas, sino en tiempo-valor. En este sentido, Ortega apunta que en la Cambra han cambiado los procesos y ahora ya no tienen evaluaciones, sino que están "implementando la cultura del feedback, de bajo hacia arriba".
Ganyet: "Una manera de saber si alguien es rico, es observar cuánto tiempo dedica al almuerzo"
Sobre el debate del tiempo, Anna Fornés, directora de la asociación Factor Humà, alerta que "se tiene que tener cuidado justamente con las desigualdades sociales", que justamente se reflejan en esta flexibilidad en el tiempo. De hecho, Ganyet apunta que "una manera de saber si alguien es rico, es observar cuánto tiempo dedica al almuerzo".
En este sentido, con la voluntad de en poner valor el factor del espacio-tiempo, Ganyet apunta que él, como empresario, no puede competir con salarios o condiciones de la globalidad, pero sí lo puede hacer "con flexibilidad total. Yo te quiero a tí u tu a mí. Yo me adapto a tíy tú a mí.
Sólo hay una vida
Al fin y al cabo, debatir sobre el trabajo es hablar sobre la vida. "El tiempo es vida", afirma Sánchez. "Vida solo hay una y esto nos lo ha enseñado la pandemia", asegura Fornés. "La pandemia ha puesto de relieve los asuntos emocionales. La gente lo que quiere y prioriza es estar bien", ha apuntado Miquel Guiot Rocamora, abogado y directivo especializado en gobernanza.
Alcaraz: "La gente ha encontrado su propósito y ahora el reto de las empresas es intentar alinear el propósito de la empresa con el de las personas"
Para Eduard Alcaraz, presidente de FeliciCat, la palabra mágica es propósito. "La gente ha encontrado su propósito y ahora el reto de las empresas es intentar alinear el propósito de la empresa con el de las personas". Guiot apunta que "las nuevas formas de trabajar ponen a prueba la confianza y la responsabilidad" y, por eso, son muy importantes las relaciones. De hecho, para Alcaraz, el camino también este, el de los vínculos. "La gente feliz es la que tiene relaciones de calidad", apunta.
Una transición ¿con cadáveres?
Todos los expertos están de acuerdo: estos hechos y tendencias son fruto de un proceso de transición, todavía inacabado. Queda pendiente, "encontrar el equilibrio entre los nuevos modelos y preparar a los equipos directivos", indica Roca. "¿Cómo estamos enseñando a nuestros directores y directoras a que lideren en remoto?", cuestiona Fornés.
No se sabe se logrará en 17 años o en 50. Lo que se sabe es que no será mañana y que, durante el proceso de conseguirlo, "habrá crisis", apunta Genís. "Habrá cadáveres, profesionales y de empresas", añade Josep Maria Feliu, director de Recursos Humanos del RACC. Porque el cambio es positivo, es necesario, pero no es opcional. "Es una obligación adaptativa", afirma Sánchez.