Gabriel Jené dirige La Mallorquina desde 1992 y, desde hace ocho años, preside la asociación Barcelona Oberta. Representa la segunda generación al frente de la compañía familiar concebida como una tienda ubicada en las galerías de Maldà de Barcelona y convertida, 75 años después, en una de las marcas de textil del hogar más conocidas en Catalunya. Desde Barcelona Oberta conjuga su vocación asociativa y reivindica una Barcelona abierta al visitante y al comercio de centralidad.
¿Qué son las mantas mallorquinas?
Hace 75 años, cuando mi padre y mi tío montaron la empresa, las mejores mantas del mercado se hacían en Mallorca y se las llamaba las mallorquinas. Eran lisas, con unas rayas azules y rojas arriba y abajo. Se vendían muy bien y tenían mucha fama
¿Es este vuestro vínculo con Mallorca?
Fue este en un inicio. Aunque después mi padre conoció a mi madre, que también es mallorquina.
Es el pequeño de tres hermanos y el que cogió las riendas del negocio.
En todas las empresas familiares tiene que haber un liderazgo. Si no hay un liderazgo o hay más de uno, la cosa se complica. Pero en este caso nos organizamos: yo asumo el liderazgo y ellos tienen otros papeles, también muy importantes en la empresa, en los ámbitos de producto y comercial.
Una sucesión muy consolidada: 30 años al frente de la empresa familiar.
Todo empezó en el 90, cuando, por enfermedad de mi padre, vimos que era necesario hacer frente a un relevo generacional, que se hizo oficialmente en 1992. Fue el momento en el que dejamos de ser una tienda y entendimos La Mallorquina como una empresa. Empezamos a pensar en la experiencia del cliente. Apostamos por los centros comerciales: abrimos en Glòries, en La Maquinista, en Passeig de Gràcia…
Hasta llegar a los 10 locales.
Y un equipo de 70 personas.
¿Es este el camino a seguir con el paso del tiempo? ¿La expansión territorial?
Sí y no. La evolución natural de la empresa depende mucho de la penetración en el mercado online. Nuestro camino es el omnicanalidad, que el cliente nos pueda encontrar en ambos mercados, y esto obliga hacer a una expansión territorial diferente: no tan capilar y quizás más estratégica, con un claro objetivo de visibilización.
Hemos visto que tenemos una buena cuota de mercado en linea allí donde tenemos tienda física -en Catalunya- pero no es tan buena allí donde no tenemos locales, como Madrid y el resto de España. Por lo tanto, no es tan importante distribuir tiendas por la ciudad sino ponerlas en lugares geográficos donde no estás, y así poder ofrecer una buena omnicanalidad.
Jené: "Hay mucha gente que no se llama nunca, que se comunica exclusivamente por Whatsapp o Instagram"
¿La Mallorquina llegará a Madrid?
Ahora estamos invirtiendo mucho en el online e intentando coger musculatura suficiente para que esto, en un tiempo, sea posible. El reto ahora mismo es el online.
¿Que dejó la primera generación?
Una empresa muy bien posicionada en Catalunya y una marca con las bases que permitieron después hacerla crecer hasta donde lo hemos hecho. Su manera de hacer está en nuestro ADN, aunque la dirección la llevamos de otro modo. Las empresas hemos evolucionado mucho culturalmente. Tenemos una visión más colegiada de todas las relaciones que tenemos, incluso con los clientes internos, los colaboradores de La Mallorquina. La distancia entre los propietarios de la compañía y el resto de miembros de la empresa ya no es tan grande como lo era antes, los procesos son más participativos.
Es la evolución natural de la cultura empresarial.
Sí. Las generaciones actuales han sido educadas con unos esquemas de valores diferentes, desde el punto de vista tecnológico y también relacional, que hacen que interpreten las cosas de manera diferente.
¿Un ejemplo?
La llamada telefónica tiene un significado añadido. Hay mucha gente que no se llama nunca, que se comunica exclusivamente por Whatsapp o Instagram. Y el hecho de llamar le crea una sensación de intimidación o de obligación de respuesta inmediata.
Parece una tontería, pero no lo es. Es un cambio de comportamiento muy grande que afecta a todas las maneras de actuar, relacionarnos y consumir.
En la centralidad buscan una marca, una experiencia; en la proximidad buscan conveniencia, un producto de necesidad inmediata
Habla de la gestión del talento pero también de la relación con el cliente.
Exacto. Necesitas incorporar un talento que sepa comunicarse con este cliente y facilitar los canales para hacerlo. Una pata del negocio es puramente tecnológica: datos, redes sociales, e-commerce…
Siempre ha tenido una vocación muy asociativa. Fue el primer presidente de Comertia, del 2002 hasta el 2006, y años más tarde fundó Barcelona Oberta, entidad que todavía preside. ¿Cuál es el objetivo de Barcelona Oberta, ocho años después de su fundación?
Barcelona Oberta es una federación de asociaciones que defiende y representa el turismo de compras, que quiere preservar el comercio de centralidad. Aquel que, a diferencia del comercio de proximidad, necesita del visitante para mantener su actividad económica. Un comercio que está en la calle Pelai o a Passeig de Gràcia paga una renta más alta porque el propietario y el mercado entienden que tiene una capacidad de atraer muchos más dividendos allí que en otra zona.
¿Son los mismos clientes, los que compran en un lugar y otro?
Quizás son los mismos pero buscan cosas diferentes. Un comercio no le roba nada al otro. En la centralidad buscan una marca, una experiencia; en la proximidad buscan conveniencia, un producto de necesidad inmediata.
Estamos convirtiendo Barcelona en una ciudad de barrios
¿Y cómo conviven ambos modelos en Barcelona?
Tendrían que poder convivir, pero estamos convirtiendo la ciudad, que es capital y de centralidad, en una ciudad de barrios. Pero lo cierto es que el centro no puede funcionar como un barrio. Hay una carencia de respeto y promoción hacia el comercio de centralidad, y esto se ve en la movilidad. Hay un problema de accesibilidad para visitar el centro de Barcelona.
¿Qué modelo pedís? Pasemos de la crítica a la construcción.
Se tiene que facilitar el acceso del visitante. Mejorar la movilidad. Tener un mayor transporte público metropolitano. La ciudad no tiene un déficit de infraestructuras de movilidad colectiva pero sí que las tiene todo el entorno metropolitano.
En Passeig de Gràcia, Plaça Catalunya y la avda. Diagonal, la regeneración del comercio ha sido de igual o de mayor calidad que el anterior
¿El comercio ha superado la pandemia?
Estamos entrando en un ciclo post-pandémico, con daños colaterales de la pandemia más presentes en unas zonas que en otras. Ciutat Vella, por ejemplo, no se ha recuperado de la pandemia.
¿Lo dice por los locales que se han quedado vacíos?
Y no solo. También por el efecto de sustitución de los que se han quedado vacíos. Hay una bajada muy importante de la calidad de los nuevos negocios que han entrado: tiendas de alimentación cutres o de carcasas de móviles… En Passeig de Gràcia, Plaça Catalunya y la avda. Diagonal también cerraron locales, pero la regeneración del comercio ha sido de igual o de mayor calidad que el anterior.
¿Pero las moratorias no han servido justamente para establecer cierto equilibrio en Ciutat Vella?
Por un lado, Ciutat Vella tiene una implantación muy compleja, desde el punto de vista arquitectónico -son locales difíciles-, pero también la restricción de usos puede haber impulsado a negocios justamente a escoger otros barrios para no tener que esperar dos años para conseguir una licencia de actividad.
Acabemos como hemos empezado, con La Mallorquina, pero en clave de futuro: ¿cómo se presenta la tercera generación?
Todavía son jóvenes. Hay ingenieros, arquitectos, psicólogos, químicos, comunicadores... Hay talento diverso. Lo importante es que sean felices haciendo aquello que les gusta y ya se verá si dentro de esta elección caben en la empresa. Tenemos claro, pero, que se tienen que formar y que tienen que ganar experiencia fuera de La Mallorquina. Nosotros, eso sí, tenemos la ilusión y vocación de poder dar el testigo a una tercera generación, aunque todavía no ha llegado el momento.