En el álbum de fotos de rey Frederik IX de Dinamarca no falta cabeza de las estampas clásicas de los monarcas. Escenas familiares, fotografías de despacho y, por supuesto, un retrato militar. Este peculiar mandatario, pero, cuenta con un revelatge poco común entre la gente de sangre azul. Fotografías con el torso desnudo, mostrando un dragón de inspiración asiática tatuat al pecho y todo tipo de flores y animales mitológicos decorando sus brazos. Un trabajo artístico obra de uno de los mejores tatuadors de la historia: George Burchett.
Desde su inauguración el 1900, el estudio de Burchett al Mile End Road de Londres se convirtió en un centro de peregrinación para toda el alta sociedad europea. Por las manos del Rey de los tatuajes, tal como era conocido, no sólo pasó las familias londinenses más benestants de principios del siglo XX, sino también algunos de los monarcas más poderosos del momento, como el mismo Frederik IX de Dinamarca, George V de Inglaterra o Alfonso XIII, abuelo del actual rey emérito.
Burchett hizo del tatuaje un elemento de distinción y se consolidó como artista de renombre en una disciplina despreciada hasta entonces gracias a un estilo exótico nunca ver. Una marca personal que reflejaba una biografía marcada por el movimiento constante.
La relación de Burchett con la tinta empieza bien pronto, cuando utiliza su hermano de cinco años para practicar sus primeros diseños. A la cabeza de poco tiempo, el chico decide ampliar horizontes y marcar la piel de sus compañeros de escuela a Brighton. El incipiente tatuador acumulaba fama y castigos por mala conducta, hasta que con 12 años es expulsado del colegio.
Harto de no poder desarrollarse como artista, Burchett se une a la marina, donde recorrerá el inmenso imperio británico y descubrirá nuevos diseños y técnicas de tatuaje a zonas como la India, el sudeste asiático, el Japón o el África. Un conglomerado de influencias que recogerá y con las que jugará en la piel de sus compañeros de viaje.
Cada vez más interesado por la tinta y menos implicado en su trabajo como militar, el artista aprovecha una parada en Israel para desertar y abrir su primer estudio en Jerusalén, donde recibe sus primeros clientes de renombre y donde se forja la leyenda.
Más de una década después de huir de casa, Burchett decide que es hora de volver, y se incluye un Davis como apellido para evitar la justicia, que lo buscaba por desertor. Al retorno en Inglaterra conoce los tatuadors de referencia del momento, Tom Riley y Sutherland MacDonald, que serán sus promotores.
Burchett supo unir la profesionalidad de sus mentores junto con un estilo nunca ver en Inglaterra para hacerse un nombre propio. A esto sumó una estrategia empresarial nunca ver antes en un estudio de tatuajes, creando productos paralelos como su línea de cosméticos de tatuaje, que causó furor entre las mujeres del Reino Unido, y aprovechando el escaparate de los medios de comunicación para exhibir sus grandes obras, como la estrella del circo, The Great Omi, al que convirtió en una cebra humana.