Ignacio Ramonet es uno de los pensadores con más renombre a escala internacional, especialmente en Europa. Desde 1990 hasta el 2008 dirigió la edición francesa de Le Monde diplomatique y desde ese año, la edición española de la publicación. Experto en geopolítica, estrategia internacional y periodismo, y consultor de la ONU. Autor y coautor de más de una veintena de libros, como Cinco horas con Fidel, La explosión del periodismo o El Imperio de la vigilancia. El último publicado, en el 2023, es el de La era del conspiracionismo. Su forma de mirar y de interpretar la modernidad y, por extensión, la globalización, hace de sus ideas un punto de inflexión necesario contra el pensamiento dominante.
Nos recibe, minutos antes de su encuentro en el Cornellà Creació Fórum, para hablar de geopolítica, poder, periodismo y verdad.
Tantos años al frente de una redacción de periodistas, habrás vivido en primera persona muchos de los cambios tecnológicos que han irrumpido en nuestra profesión.
El periodismo siempre está cambiando, vive en una constante crisis. Si hay una profesión que no es estable a lo largo de los años, es el periodismo, que está a caballo de los cambios tecnológicos. El periodista, durante sus 40 años de profesión, vive una infinidad de cambios tecnológicos trascendentales. Y eso ha sucedido desde las generaciones del siglo XIX hasta las actuales, con la llegada de la fotografía al periodismo, la radio, la televisión, el telégrafo, el teléfono, el teletipo, el morse, el cambio de maquinaria, la desaparición de la máquina de escribir, la llegada del ordenador, del móvil...
Y por consecuencia, también es cambiante la relación entre el lector y la información.
Ahora, por ejemplo, los consumidores de prensa son también productores. Todo el mundo tiene su red social y canal de comunicación. Todo el mundo produce información. El gran rival del periodismo, hoy por hoy, son las redes sociales. Una persona que en las redes tiene 50.000 o un millón de seguidores no tiene complejos frente a periódicos que tienen una difusión menor. Ha cambiado la relación de dependencia.
"El gran rival del periodismo, hoy por hoy, son las redes sociales"
De hecho, la estrategia de algunos medios pasa justamente por fichar a estos influenciadores.
Hemos pasado de medios de comunicación que eran soles, a medios polvo. Antes había tres o cuatro medios en la prensa escrita, en la radio, en la televisón, que eran como soles, centrales, todo giraba a su alrededor. Pero ahora no tenemos medios de masas, sino una masa de medios.
Un ejemplo lo tenemos en Estados Unidos, un país con 300 millones de habitantes. Los cuatro telediarios de la noche reúnen apenas a 20 millones de espectadores. Trump, en cambio, sólo con sus redes cuenta con unos 160 millones de seguidores. ¿Para qué va a ir Trump a un canal a hablar si sólo va a tener la cuarta parte de 20 millones de espectadores?
Las redes sociales han cambiado las reglas.
Unas reglas en las que todo el mundo es periodista, pero no todo el mundo sabe ser periodista, sólo los que lo son de verdad. Estos 5.000 millones de usuarios que hay en internet no hacen un periodismo exigente como el de un medio de comunicación: no contrastan la información, no están comprometidos con su lector. Sólo buscan difundir su información, que sea compartida. No hace falta que sea información veraz.
Y eso provoca una crisis de la verdad. Los hechos son relativos. Basta que tres personas digan que una cosa es de una manera para que sea cierta, como si la ciencia fuera democrática.
Es el dominio del clic.
Absolutamente: se prioriza aquello que más circula, lo que se viraliza. Las redes son los medios dominantes de hoy pero no actúan como medios. No priorizan el contenido, sino las impresiones. Y por ello, el espacio de la mentira y las fake news se ha agrandado enormemente. En las redes, la verdad vive acorralada: es difícil llegar a saber la verdad.
"Las mentidas tienden a circular con mayor rapidez que la verdad"
Y eso ha tomado una dimensión también en las campañas electorales. Tenemos muchos ejemplos ilustrativos: Trump, Bolsonaro (Brasil), Bukele (El Salvador), Milei (Argentina), Kast (Chile), la extrema derecha en toda Europa, Vox en España... Cualquier cosa que tu afirmes, lo importante es que circule. Y para que una cosa circule tiene que sorprender.
Y por desgracia, los bulos tienen tendencia a circular con mayor rapidez que la verdad. El hecho de que tengas la verdad no es garantía de que la puedas imponer.
¿Cómo saber si estamos bien informados o si estamos informando bien?
Si tienes la ambición de que la verdad informativa llegue a la mayoría de la ciudadanía, en este momento, es tremendamente difícil conseguirlo. Hoy el sueño de la democratización de la información se ha cumplido, es cierto. Cada ciudadano con el simple hecho de tener un móvil inteligente ya tiene la capacidad de tener un canal de televisión, emitir al mundo entero y conseguir una audiencia de millones. Pero eso no es ninguna garantía de verdad, al contrario.
Y parece que estemos creando una élite informada, aunque esta élite tampoco tiene garantías de ganar unas elecciones ni de imponer su verdad al resto: en Argentina Milei ganó las primarias con una serie de afirmaciones totalmente delirantes, aquí en España se han celebrado recientemente varios congresos de terraplanistas...
En todas partes está subiendo el oscurantismo. Si en el siglo XVIII, con la ilustración, vivimos un avance del racionalismo sobre lo irracional, hoy en día vivimos un retroceso objetivo del racionalismo frente a lo irracional.
¿A esta verdad que vemos acorralada cómo le afecta la llegada de la inteligencia artificial?
La inteligencia artificial viene a añadir otra dimensión a esto, aunque tambien es una herramienta que puede ayudar mucho. Hay trabajos muy repetitivos que se pueden agilizar enormemente. Si estás analizando la fluctuación de las acciones de una empresa desde los años 60 o realizando una encuesta, con la inteligencia artificial puedes ahorrarte mucho tiempo. Y, además, te presenta esas cifras con un relato muy decente. La inteligencia artificial sabe narrar, lo que a la larga puede provocar que acabe sustituyendo al redactor.
"El hecho de que tengas la verdad no es garantía de que la puedas imponer"
Y no sólo en el ámbito informativo: la inteligencia artificial va a imponerse en muchos sectores porque permite una economía de trabajo enorme.
¿Qué hecho o suceso internacional reciente no ha sabido cubrir bien el periodismo?
La guerra de Ucrania. Se ha cubierto fatal y aún se está cubriendo fatal. Si me preguntas, no tengo ni idea de lo que está pasando y sé que me están mintiendo.
¿Cómo lo sabes?
Hace unas semanas nos enteramos que Zelenski había sancionado y despedido a todos los directores de las oficinas de reclutamiento militar, donde los soldados van a inscribirse para ir al frente. Según el propio presidente, el 95% de esas estructuras eran corruptas: las familias estaban dando dinero al director de la oficina para que, en vez de enviar a su hijo al frente, enviase a otro. Eso en su día también se hacía aquí en España, durante la guerra de África y la guerra de Cuba.
Esta práctica lo que implica es que la guerra de Ucrania está viciada por la corrupción. Y es un crímen que sólo los pobres vayan al frente y los ricos se libren.
En Ucrania deben haber más de 2.000 periodistas cubriendo la guerra. ¿Quién nos había hablado de eso? Nadie.
¿Por qué no nos ha llegado? ¿El periodista ha comprado un relato y se ha acomodado en él o era información de difícil acceso para él?
Hay un consenso general en el que Ucrania es víctima y hay como cierta piedad, no se quiere explicar lo negativo. En esta guerra hemos comprado un relato en el que los ucranianos no matan a nadie, son los buenos, y sólo los rusos matan a gente. Pero no es así.
Y en el otro extremo, ¿qué está cubriendo bien el periodismo?
El periodismo ecológico es globalmente bastante bueno. Todo aquel periodismo que está informando sobre la cumbre del clima, el desastre que representa el cambio climático y reflexionando sobre la necesaria transformación de nuestras costumbres. También el periodismo feminista ha avanzado muchísimo. Aunque luego vemos casos extremos, como el caso Rubiales.
Que se ha cubierto como una tertulia de Telecinco.
Sí, porque ha encontrado al malo ideal. Rubiales es el malo ideal: lo tiene todo para que lo detestes. Orson Wells decía que una buena película tiene que tener un buen malo. Y en el relato feminista necesitas un buen malo, y Rubiales lo es.
"Rubiales es el malo ideal: lo tiene todo para que lo detestes"
Justo comentas dos casos que, en las audiencias, despiertan intereses muy diferentes. El de Rubiales y el feminismo, hoy en día, despierta grandes audiencias, però en el periodismo ecológico... cuesta conseguir audiencias cuando hablas de sostenibilidad.
Ahí está la gracia. Lo propio del periodista. Yo le decía a los periodistas del Le Monde Diplomatique cuando lo dirigía: el periodismo es también un género literario. No sólo es investigación y análisis, hay que saber escribir para llegar al lector, meterle literatura.