02
de Mayo
de
2013
Act.
03
de Mayo
de
2013
Las viñas del Penedès, las rabasses de buen tipo que se renuevan desde hace siglos, no sólo aguantan todas las embestidas de las crisis y de la competencia. Son ahora más lozanas que nunca. Sobre todo las que aportan los mostos que acontecen cava. Josep Lluís Bonet, de 71 años, presidente de la empresa familiar Freixenet, nos lo dejó claro mientras almorzábamos en el Hotel Palace de Barcelona (antes Ritz), convocados por Foro Europa-Tribuna Cataluña.
Bonet encomendó optimismo. Lo comentaron unos compañeros de mesa. Quizás muchos fuimos a aquel encuentro predispuestos a ver la botella de la realidad medio llena, y no medio vacía. Cogí este comportamiento positivo al saludar allí, cuando entraba, en Núria Base, presidenta de la firma de moda Armand Base, y miembro de la Fundación de Marcas de llamada. Otro invitado, Ferran Tarradellas, ninguno de la representación de la Unión Europea en Barcelona, también me causó esta impresión cuando hablé con él antes de sentar a mesa. Está claro que era el día siguiente de Sant Jordi, un día en que año tras año -y cada vez más- hay en las calles de Cataluña un estallido espontáneo de joya, esperanza, tolerancia y sensibilidad. El disgusto que nos dio el Barça de aquella noche pasada (4-0!) sólo empañaba un poco los ánimos de la mañana.
"Soy un optimista visceral", dijo Josep Lluís Bonet, cuando le preguntaron sobre el futuro de las empresas catalanas. Saldremos adelante, aclaró, si internacionalizamos más nuestras marcas: la de cada empresa, pero también las marcas Barcelona y Cataluña. Las ventas de cava catalán en España cayeron un 6'28 % en 2012. En parte por el boicot. Lo compensaron, con creces, las ventas en todo el mundo. La casa Freixenet es líder mundial en el sector del cava con etiquetas señeras como Carta Nevada, abierta el 1941, uno de los años más oscuros de la posguerra; y Cordón Negro, estrenada el 1974, el año más llevar de la crisis del petróleo que estalló el 1973.
Sus maestros
Bonet, el optimismo lo tiene de alcurnia. Los de can Freixenet traen al ADN el orgullo legítimo de la marca y una sana ambición empresarial. Bonet, doctor en Derecho y profesor por oposición, reconoce que tuvo dos primeros maestros. Uno en la Universidad: el catedrático Josep Lluís Sureda, a quién muchos alumnos recordamos como un sabio de verdad (inteligente y civilizado como era, ahora no lo ficharían como tertulià, ni a la radio ni a la televisión).
Bonet tenía otro maestro, en casa suya: el tío Josep Ferrer Sala, de 87 años, siempre con un ojo puesto sobre los viñedos y otro sobre los datos. Presidente más que honorífico, Ferrer Sala, como muchos seniors catalanes, entregó siempre sus excedentes de impulso personal a causas culturales catalanas y solidarias: Museo Nacional de Arte Cataluña, Orfeón Catalán, Liceo, Fundación Bosch y Gimpera.
El empujón viene de lejos. Francesc Sala y Farrés, bisabuelo de Josep Ferrer y Sala, convirtió los vinyets de Can Sala, en Sant Sadurní d'Anoia, en cuna de esta potencia internacional de los vinos escumosos que factura 500 millones de euros el año. Era en 1914. El próximo año, pues, harán fiesta gorda.
Bonet encomendó optimismo. Lo comentaron unos compañeros de mesa. Quizás muchos fuimos a aquel encuentro predispuestos a ver la botella de la realidad medio llena, y no medio vacía. Cogí este comportamiento positivo al saludar allí, cuando entraba, en Núria Base, presidenta de la firma de moda Armand Base, y miembro de la Fundación de Marcas de llamada. Otro invitado, Ferran Tarradellas, ninguno de la representación de la Unión Europea en Barcelona, también me causó esta impresión cuando hablé con él antes de sentar a mesa. Está claro que era el día siguiente de Sant Jordi, un día en que año tras año -y cada vez más- hay en las calles de Cataluña un estallido espontáneo de joya, esperanza, tolerancia y sensibilidad. El disgusto que nos dio el Barça de aquella noche pasada (4-0!) sólo empañaba un poco los ánimos de la mañana.
"Soy un optimista visceral", dijo Josep Lluís Bonet, cuando le preguntaron sobre el futuro de las empresas catalanas. Saldremos adelante, aclaró, si internacionalizamos más nuestras marcas: la de cada empresa, pero también las marcas Barcelona y Cataluña. Las ventas de cava catalán en España cayeron un 6'28 % en 2012. En parte por el boicot. Lo compensaron, con creces, las ventas en todo el mundo. La casa Freixenet es líder mundial en el sector del cava con etiquetas señeras como Carta Nevada, abierta el 1941, uno de los años más oscuros de la posguerra; y Cordón Negro, estrenada el 1974, el año más llevar de la crisis del petróleo que estalló el 1973.
Sus maestros
Bonet, el optimismo lo tiene de alcurnia. Los de can Freixenet traen al ADN el orgullo legítimo de la marca y una sana ambición empresarial. Bonet, doctor en Derecho y profesor por oposición, reconoce que tuvo dos primeros maestros. Uno en la Universidad: el catedrático Josep Lluís Sureda, a quién muchos alumnos recordamos como un sabio de verdad (inteligente y civilizado como era, ahora no lo ficharían como tertulià, ni a la radio ni a la televisión).
Bonet tenía otro maestro, en casa suya: el tío Josep Ferrer Sala, de 87 años, siempre con un ojo puesto sobre los viñedos y otro sobre los datos. Presidente más que honorífico, Ferrer Sala, como muchos seniors catalanes, entregó siempre sus excedentes de impulso personal a causas culturales catalanas y solidarias: Museo Nacional de Arte Cataluña, Orfeón Catalán, Liceo, Fundación Bosch y Gimpera.
El empujón viene de lejos. Francesc Sala y Farrés, bisabuelo de Josep Ferrer y Sala, convirtió los vinyets de Can Sala, en Sant Sadurní d'Anoia, en cuna de esta potencia internacional de los vinos escumosos que factura 500 millones de euros el año. Era en 1914. El próximo año, pues, harán fiesta gorda.