Cuando el 2002 Pelé se convirtió en la imagen para Viagra, la opinión pública se exclamó por el atrevimiento del el exfutbolista a la hora de mostrarse como la cara universal de la impotencia sexual masculina. "Son muchos los hombres que tienen problemas de erección y que, muchas veces, no van a ver el médico por vergüenza", explicaba el astro brasileño en el comunicado que publicó para dar explicaciones. Después de todo, el tratamiento que publicitava consistía al tomarse una simple pastilla azul. Nada del que sentirse avergonzado. Quizás habría tenido más dudas si el remedio hubiera pasado por un trasplante de testículos de cabra. Puede parecer un sin sentido, pero es justamente el método que convirtió a John R. Brinkley en el médico más famoso y rico de los Estados Unidos a principios del siglo XX.
La biografía autorizada del doctor Brinkley explica como le vino a la cabeza la idea de utilizar testículos de cabra como remedio a la impotencia. Al año 1916, el médico llegó con su mujer en el minúsculo pueblo de Milford, en Kansas, donde abrió una pequeña farmacia donde atendía los vecinos de la zona. Un día del 1918, uno de los paciente se acercó y le pidió al doctor si lo podía ayudar con sus problemas de erección, al que el ocurrente médico respondió con un chiste: "Tus problemas se acabarían si tuvieras testículos de cabra". Desesperado, el vecino suplicó a Brinkley que hiciera la operación y el médico aceptó a cambio de 150 dólares -1.800 al cambio actual-. Meses después, aquel primer paciente se presentó en la tienda con su primera criatura.
Una historia muy inspiradora, si no fuera porque la biografía autorizada del doctor fue encargada, pagada y edulcorada con todo tipo de leyendas inventadas por el mismo Brinkley. La historia real John R. Brinkley es la de un aspirante a médico que no fue capaz de sacarse la carrera en una escuela de medicina no convencional –ni reconocida oficialmente- y que acumuló escándalos por mala praxis y estafas allá por donde pasó.
Estafas y clínicas alternativas
Con apenas 27 años, Brinkley decidió dejar los estudios, pero esto no le impidió ejercer. El 1912, el autodenominado médico se alió con el estafador James E. Crawford para abrir la Greenville Electro Medic Doctores, a Carolina del Sur. Una clínica donde prometían solucionar la impotencia con la inyección de una solución –que resultó ser agua con colorante- o con un método alternativo, que consistía en una terapia supuestamente importada de Alemania y que bautizó como "medicina eléctrica". Esta primera aventura sólo duró dos meses, puesto que tuvo que huir con todo tipos de deudas con proveedores farmacéuticos y amenazas de clientes insatisfechos.
Su caso llegó a los medios de comunicación y a los tribunales, por el que Brinkley escapó del estado y empezó su vida de cero. Efectivamente, cuatro años después volvió a probar las suyas dotes médicas a Milford dónde, sí, abrió una farmacia de gran éxito, que poco después se convirtió en una clínica de 16 habitaciones donde se ganó el respecto de la comunidad por sus curas contra la epidemia de gripe del 1918.
Brinkley era un vecino estimado. Un buen médico, que pagaba sueldos altos a sus trabajadores y que invertía en un pueblo que había pasado de tener cuatro casas a ser uno de los centros neurálgicos de la zona gracias a su actividad. Un golpe reconstruido su prestigio, volvió a estimular los sueños de virilidad de sus conciudadanos, este golpe con el famoso transplantament de testículos de cabra. Una operación que cobraba a 750 dólares, unos 9.200 al cambio.
Sus éxitos lo hicieron famoso primero en los estados del cercando y, en poco tiempo, en todos los Estados Unidos gracias, sobre todo, al poder de la publicidad. Primero, a través de los diarios, pero poco después con la utilización de un aparato que fascinaba a Brinkley: la radio. El médico invirtió buena parte de su fortuna al levantar una torre de transmisión de gran potencia e inaugurar la KFKB, una emisora con una programación donde se sucedían actuaciones en directo de diferentes artistas de folk y country con anuncios de medicina alternativa, relatos emocionados de sus clientes y consultas del mismo Brinkley, que fue un pionero en la atención médica remota.
La KFKB multiplicó la popularidad del médico, pero también le trajo problemas. Alarmados por sus métodos alternativos, por su éxito y por su riqueza, la American Medical Association (AMA) y la Federal Radio Comission se aliaron para iniciar un bombardeo de demandas contra Brinkley por mala praxis médica y por la programación "obscena" de su radio.
La American Medical Association (AMA) y la Federal Radio Comission iniciaron un bombardeo de demandas contra Brinkley
Brinkley sorteó la revocación de su licencia de radio construyendo en México una nueva torre más alta y con potencia suficiente como para llegar a todas las casas de los estados, y contó con un ejército de clientes satisfechos que sirvieron de testigos en sus juicios médicos y que fueron la clave para que pudiera seguir ejerciendo.
Todo va seguir igual hasta el 1938, cuando el doctor Morris Fishbein publicó un artículo llamado "Moderno Medical Charlatans" en el diario de la AMA donde exponía todos los motivos por los cuales consideraba a Brinkley un estafador. Enfurecido, el exitós médico demandó a Fishbein y preparó el juicio con la misma estrategia de testigos fanáticos de su método.
Efecto placebo
El problema, pero, fue que la defensa de Fishbein este golpe llegó a juicio con todo un equipo de reputats médicos que demostraron que el trasplante tenía el mismo efecto que si abriera y vallas una herida sin más. Es decir, puro efecto placebo. Además, en aquellos tiempos, Brinkley había patentado una solución líquida e inyectable con el sustrato de los testículos de cabra que acababa con las operaciones y que, de nuevo, resultó ser agua con colorante. Durante el juicio también se demostró que su método había acabado con la vida de, al menos, 42 personas, no como resultado de la inocua intervención, sino por infecciones derivadas de las condiciones de sus instalaciones.
Hundido por las evidencia, Brinkley acabó reconocimiento la ineficacia de sus métodos, la invalidez de su título y unos ingresos de 1,1 millones de dólares en su último año de actividad. Una fortuna indecente por la época que perdió de golpe, como resultado de la montaña de demandas que se le acumularon justo después de perder aquel juicio. Sólo tres años después, moría arruinado.
Pelé puso cara a los problemas de impotencia, pero como mínimo no gastó una fortuna para ponerse unos testículos de cabra que, de ninguna forma, le devolverían las erecciones.