En la facultad de Sociología y Ciencias Políticas se celebra, como cada miércoles a la hora de comer, una asamblea de estudiantes. Comen de un táper o de un bocadillo comprado en la cantina y hablan de las próximas acciones de ese sindicato estudiantil. Uno de ellos, con un pañuelo palestino al cuello, habla alto y claro. Hay que ser contundente en la protesta. Habla del aumento del precio de las matrículas, de la necesidad de crear un comité en apoyo al personal de limpieza de la facultad, de los equipos de acogida para estudiantes recién llegados y, por supuesto, es hiperfeminista. Es un hombre emancipado. Todos aplauden y, medio en broma, medio en serio, sus compañeros y compañeras lo nombran portavoz de la asamblea de estudiantes.
Aparece en portadas de periódicos levantando el puño, con su mirada azul, adolescente y lleno de ilusiones y sueños
Meses más tarde, tras una huelga general en la que los estudiantes han tenido un papel importante, el joven ha salido en los periódicos y ha hablado de manera brillante ante algunos medios de comunicación. Los temas domésticos de la facultad ahora se han convertido en cuestiones de alcance social: habla del derecho universal a la vivienda, de una justicia global o de una transformación ecológica. Lo invitan a tertulias en la radio y televisión y aplauden su discurso. Aparece en portadas de periódicos levantando el puño, con su mirada azul, adolescente y lleno de ilusiones y sueños. Algunos hablan de la generación que pone en jaque a la antigua política. Otros, directamente, lo consideran un meme.
En el poco tiempo que lleva en la asamblea, su historial de “conquistas” es bastante grande. “Eres un pico de oro” le dijo, al oído, una compañera apoyada en la barra de una discoteca mientras él le pedía un tercer cubata. Desde la pista de baile la gente admiraba la simpatía de nuestro protagonista. La pareja estaba riendo y parecía conectada, pero ella estaba borracha y, en cierto modo, muerta de miedo. Así que, intimidada por la personalidad insistente de aquel joven al que nunca nadie le decía que no, “aceptó” la grotesca proposición de ir a los sucios baños de la discoteca. Ya de madrugada, ella volvía sola y desubicada. Él había tomado un taxi y se metía en la cama con su pareja, que lo besaba medio dormida y cariñosamente le decía: “hueles a alcohol”.
Y he aquí que anuncia en una rueda de prensa que, junto a otros compañeros y compañeras de la facultad, se presentarán a las próximas elecciones, ¡y es tal la sorpresa al verse directamente dentro del Congreso de los Diputados, que la fiesta que organizan es mayúscula! Su dimensión pública y política es irreprochable. Desde su escaño defiende los derechos humanos. Se enfrenta al presidente, al líder de la oposición. Es trending topic en X (antes Twitter) y en el mes de marzo lleva camisa lila.
No pide perdón, al contrario, se considera una víctima de la política, del patriarcado y de un sistema que hace aguas por todas partes
Pero ay, que un día aquella compañera de la asamblea consigue reunir el valor suficiente para poder contar lo que pasó aquella noche y comprueba que la lista de mujeres que se sintieron agraviadas, acosadas y asaltadas sexualmente por él era enorme. Había periodistas, compañeras de partido, chicas de la facultad, administrativas… Todos lo sabían y nadie decía nada. Los debates dentro de la formación son intensos. Debe prevalecer la presunción de inocencia y (ellos, los hombres) preguntan por qué no lo denunció al día siguiente y sale ahora, que el joven brillante está en la cresta de la ola. Es un capital político importante que la izquierda de este país no puede dejar perder. Por un lado, la pública, es un joven brillante, y por otro (la privada), otro agente activo de la cultura de la violación.
Una comparecencia breve y retóricamente excesiva significa la muerte política del joven brillante. No pide perdón, al contrario, se considera una víctima de la política, del patriarcado y de un sistema que hace aguas por todas partes.
Ellas, que se unen y se apoyan, con la intimidad de quienes comparten el trauma, piden que la izquierda las proteja a ellas de la misma manera que protege a sus políticos.