Si emprender ya es una tarea titánica, mantener el pulso vital de un proyecto en el tiempo resulta un objetivo prácticamente imposible. Según los datos del INE, sólo el 40% de las empresas superan los cinco años de vida. Más todavía, de las 76.844 compañías que se fundaron en la España efervescente del 1992, sólo 16.000 se mantienen activas. La muerte repentina empresarial es un fenómeno global, con excepciones. En Japón, el nombre de KongoGumi genera un respeto reverencial para una firma que se mantiene activa desde el año 578 en uno de los negocios más volátiles cómo es el de la construcción.
¿Cómo lo hace una empresa para sobrevivir 15 siglos haciendo edificios? La fórmula mezcla artesanía, religión y buenos vínculos políticos. Un pergamino familiar de más de tres metros permite remontarse 40 generaciones atrás, hasta encontrar el nombre de KongoShigemitsu, que inició la larguísima trayectoria empresarial de la familia.
Shigemitsu fue uno de los tres artesanos de la región coreana de Baekje que viajaron a Japón por petición del Príncipe Shotoku, considerado el introductor del budismo al país. Hasta entonces, la religión de culto en el imperio era el sintoismo y no había tradición de maestros en la construcción de templos. Shotoku buscó en el estado budista de Corea y encargó a Shigemitsu la construcción del primer complejo religioso budista financiado por el estado, el Shitennoji de Osaka.
Quince años después de los inicios de los trabajos, el 593 se inauguró el templo, con las mismas características que hoy presenta: colores vivos, con una pagoda de cinco pisos y unos detalles hechos con madera que dio a los Kongo el reconocimiento de maestros artesanos.
Cómo se lo hace una empresa para sobrevivir 15 siglos haciendo edificios? La fórmula mezcla artesanía, religión y buenos vínculos políticos
Hasta el siglo XIX, la empresa Kongo Gumi renovará su alianza con las diferentes dinastías que gobernaron Japón con el encargo principal de hacer el mantenimiento del Shitennoji y las obras de reconstrucción necesarias después de guerras y de los varios desastres naturales que se sucedieron en la zona. Si bien los principales ingresos de la compañía provenían de su primer trabajo en Osaka, la expansión del budismo le permitió estampar su firma en otras construcciones emblemáticas del país, como el templo Koyasan y el castillo de la misma ciudad de Osaka.
Después de disfrutar de la protección y la abundante financiación que los Tokugawa proporcionaron a los constructores de templos budistas, la empresa sufrió las primeras dificultades de su historia con el inicio de la era Meiji, el 1868, que aplica preceptos occidentales, persigue el budismo y reinstaura el sintoismo como religión de culto.
Es en estos tiempos de dificultades cuando el 32º dirigente de la empresa, Yoshisada Kongo, escribe el Shokuke kokoroe no koto. Una lista de 16 preceptos sobre los cuales se sustenta la empresa desde su nacimiento y que incluye normativas formales –como la manera de vestir o de tratar los clientes-, metodologías de trabajo y de formación. El libro pone énfasis en la obligación de sus trabajadores de leer y aprender aritmética, y fija un periodo de 10 años de aprendizaje para perfeccionar las técnicas de trabajo y convertirse en maestro artesano.
Kongo Gumi genera un respeto reverencial por una firma que se mantiene activa desde hace 15 siglos
Pero si la compañía sobrevivió a la era Meiji fue por uno de los preceptos más innovadores incorporados por Yoshisada Kongo en su tratado. "El más importante es conservar el nombre de la familia Kongo, y para hacerlo, a lo largo de la historia hemos roto con la tradición cuando ha sido necesario para garantizar la supervivencia de la empresa".
Este principio permitió a la empresa diversificar su negocio y dedicarse a la construcción de casas tradicionales y recintos de oficinas, siguiendo la evolución de un Japón que entraba en el mundo industrial.
El 1912, muere el emperador Meiji y, con los Taisho, la empresa vuelve a acercarse al estado. A pesar de esto, el siglo XX será de grandes complicaciones para la empresa, con momentos dramáticos como el suicidio ritual de Haruichi Kongo por no ser capaz de mantener la empresa durante la gran recesión. Una muerte que permitió la subida de la única mujer directiva en la historia de la empresa, Yoshei Kongo, que consiguió remontar la compañía entrante en el negocio de la producción de ataúdes de madera.
Kongo Gumi trampeará durante todo el siglo XX con la construcción y mantenimiento de templos, los ataúdes y con proyectos inmobiliarios convencionales hasta el que al 1990 estalla la burbuja del sector en Japón y la empresa acepta, por primera vez, endeudarse. La situación financiera de la compañía se enreda hasta el que al 2005 suma una deuda de 33 millones de dólares.
El suicidio de Haruichi Kongo, uno de los dirigentes de la empresa, permitió la subida de la única mujer directiva
El peligro de desaparición conmocionó Japón, y el 2006 la empresa de Osaka Takamatsu decide incorporar Kongo Gumi a su negocio. Ahora, bajo el paragua de otra marca y con la dirección de Ogawa Kanji, la histórica compañía vuelve a estar especializada en edificios religiosos y mantiene la artesanía y la calidad como principios innegociables de su actividad, pero el enfoque es diferente. Kongo Gumi ya no espera encargos del gobierno, sino que promueve nuevos proyectos de construcción y restauración.
Según los datos gubernamentales, en Japón hay unos 75.000 templos y 80.000 santuarios. Kongo Gumi tiene trabajo por 15 siglos más.