Frank Sinatra aparecía a la portada de la revista Time el 29 de agosto de 1955. El artículo dedicado al artista aseguraba que el cantante era tan exitós que tenía que pagar un millón de dólares de la época en impuestos e incluía las declaraciones de un agente anónimo que consideraba a Sinatra "el icono más sexy del show business" y se mostraba desesperado para tenerlo en su cartera. Por desgracia del representante, el crooner italoamericà era una figura inamovible de Columbia Recuerdos.
Sinatra no era la única estrella del sello. La nómina de artistas de la discográfica incluía a superventas como Tony Bennett, Doris Day o Duke Ellington, entre otras. La retahíla de éxitos que la compañía producía en serie sonaban por todo el país, pero el negocio generado no satisfacía las expectativas del presidente de la compañía, Edward Wallerstein. Sí, las ventas de los vinilos de sus cantantes a las ciudades eran extraordinarias, pero que pasaba en las grandes zonas rurales de los Estados Unidos alejadas de las tiendas de discos? Wallerstein se obsesionó con este vacío de mercado formado por millones de personas y buscó la manera de introducirlos en el negocio. La solución, el Columbia Recuerdo Club, nacido el 1955.
Con el Columbia Recuerdo Club la discográfica pasaba a ser también una empresa de servicios. El planteamiento era simple: los fans de los artistas del sello podían subscribirse al club y recibir en casa las últimas novedades de sus cantantes preferidos. Para hacerlo, la empresa se apoyaba en los cada vez más potentes servicios de mensajería que operaban a todo el país. Un tipo de Spotify al buzón.
La jugada de Columbia fue un éxito instantáneo. En un solo año, el servicio contaba con 125.175 subscriptores y colocó 700.000 vinilos, por unas ganancias de 1,7 millones de dólares generados por la compañía. Wallerstein quiso aprovechar el empujón y el 1956 trasladó la sede del club en Nueva York, donde creó un gran centro de distribución. De nuevo, una jugada maestra. Aquel año, se llegó a los 687.652 miembros y se vendieron 7 millones de discos, generando así un negocio de 14,8 millones de dólares.
El éxito de la iniciativa no fue tan sólo fruto de la novedad, sino también de las estrategias de marketing adoptadas por la empresa. Columbia sólo ponía en oferta los discos lanzados en los últimos tres meses, de forma que los fans de Frank Sinatra tenían que decidirse rápido si no querían ver como el último trabajo de su artista preferido desaparecía del catálogo.
Marcas rivales como Capitol o RCA no tardaron a crear servicios similares, el que provocó una guerra interna por el control de los comerciales y una dispersión de los subscriptores que, de todos modos, no puso en peligro el negocio. Tanto es así, que el Columbia Recuerdo Club se reinventó para adaptarse a la aparición de nuevos formatos.
De hecho, se considera que la etapa dorada del servicio llegó a los años '80 y '90, con la aparición de la casete y del CD. En la red podemos encontrar decenas de pósteres de Columbia House (la versión "vuitantera" del club) en los que el sello ofrece 13 discos por un solo dólar, con artistas de renombre como The Beach Boys, Diana Ross, Boston, Michael Jackson entre otras. El club, pero, llegó a su punto culminante con la eclosión del pop, el grunge y el hip hop. Las ventas de artistas como el mismo Jackson, Madonna, Pearl Jam o Cypress Hill hicieron que la facturación de este sistema de suscripción llegara a los 1.400 millones de dólares el 1996.
Aquel momento de esplendor fue el preámbulo de su caída. El agosto de 2015, la empresa anunciaba la finalización de su servicio de suscripción postal, después de haber facturado "sólo" 17 millones de dólares durante el año anterior. La razón de esta caída fue, no hay que decirlo, el estallido de las plataformas digitales, con Spotify y Apple Music al frente.
Pero la moda del vintage puede dar una segunda oportunidad a Columbia Recuerdo Club. Según informaba The Wall Street Journal, el sello quiere aprovechar la segunda juventud que está viviendo el mercado del vinilo para volver a lanzar un sistema de suscripción sólo por este formato de discos. Una segunda oportunidad porque los norteamericanos vuelvan a abrir el buzón con la esperanza de encontrar la cara siempre sonriente de Sinatra en un recopilatorio de sus grandes éxitos.