Leer sobre cultura: Parasiemprismo

Tanner solo ve una solución: volver a hacer de la nostalgia una emoción a gestionar como cualquier otra y ser más devotos del silencio y la contemplación

Da igual como sean de complejas las máquinas y cuántas inteligencias diferentes puedan desarrollar, el caso es que no tienen moral | iStock
Da igual como sean de complejas las máquinas y cuántas inteligencias diferentes puedan desarrollar, el caso es que no tienen moral | iStock
Barcelona
10 de Agosto de 2024

Nada termina, dicen. Pero hay cosas que es necesario que terminen para que tengan sentido. No puede ser siempre tu cumpleaños, ni tampoco puedes estar siempre locamente enamorado de alguien. No puedes ser siempre un niño y, para muchos, eso de vivir para siempre nos resultaría más una pesadilla que otra cosa. Hay un valor en lo que termina, así como en echar de menos lo que ya no está. Aunque a veces puede ser doloroso o incómodo, aún lo sería más estirar un chicle de algo que hace tiempo que se acabó.

En casa somos muy fans de Harry Potter. De hecho, mi madre tenía un acuerdo no escrito con la librería de confianza para que siempre le dieran los libros un poco antes del día en que se ponían a la venta en las librerías. Desde hace unos meses, sin embargo, nos estamos cansando de todos los productos, secuelas, libros alternativos y nuevas ediciones que no dejan de sacar en una industria que sólo enriquece unos royalties que hace tiempo que se volvieron absurdos. Lo mismo está pasando con la saga de Star Wars de George Lucas. Y estos son solo algunos de los muchos ejemplos que destaca Grafton Tanner en Parasiemprismo, editado por la editorial Tigre de Papel en 2024.

La finalidad de lo que Tanner ha llamado 'parasiemprismo' es, justamente, suprimir la nostalgia como emoción para que eso de "echar de menos" nunca sea una realidad

La nostalgia es una sensación dolorosa, pero no más que la solución que el capitalismo ha encontrado para ella: el parasiemprismo que, en palabras de Tanner, es "la sensación, incómoda y pegajosa, de que todo es lo mismo" o, en palabras del compositor François J. Bonnet, "un tiempo estático en el que no puede pasar nada". Si ante la nostalgia los humanos reaccionamos con explosividad, el capitalismo, que sólo busca mantener aquellos procesos que nos pueden aportar lucro económico o un gasto sostenido y amable, fuera de conflicto, busca eliminarla. Sí, la finalidad de lo que Tanner ha llamado parasiemprismo es, justamente, suprimir la nostalgia como emoción para que eso de "echar de menos" nunca sea una realidad. ¿Cómo podrías echar de menos algo que nunca se ha terminado?

Hace años que la ciencia juega a romper los límites humanos, y uno de sus últimos juguetitos es la inteligencia artificial. A mí el progreso tecnológico ya no me parece algo demasiado deseable a priori, pero cuando estás de vacaciones y a tu amigo le despierta una voz de Cristiano Ronaldo diciéndole que es el mejor y que le esperan cosas muy bonitas para comenzar el día, te das cuenta de que quizás, y solo quizás, esto se nos está yendo de las manos. Y cuando ves un video de Lola Flores anunciando una cerveza empiezas a ver las cosas de otra manera.

Hemos satisfecho carencias a partir del consumo de su anhelo y, con ello, la nostalgia se ha convertido en una sensación que podemos modificar a partir de nuestra voluntad

Hemos congelado el tiempo para poder seguir lucrándonos con él. Hemos estirado los chicles hasta límites inimaginables como la paleta de maquillaje de Luna Lovegood y hemos creado bases de datos infinitas donde guardar todas aquellas fotografías que, si desaparecen, también lo hacen de nuestras vidas. Hemos entrado, en palabras de Tanner, en un estado beta permanente del cual ya no se puede escapar y donde la nostalgia se ha eliminado para convertirla en un producto. Un producto a preservar, restaurar y, finalmente, parasiemprizar. Hemos hecho remixes de todas las canciones antiguas y hemos resucitado a todos los grupos de música, grandes clásicos y películas para que su esencia se adapte for years to come a todo lo que hacemos. Hemos satisfecho carencias a partir del consumo de su anhelo y, con ello, la nostalgia se ha convertido en una sensación que podemos modificar a partir de nuestra voluntad.

El ahora no ha desaparecido, pero el por siempre de las cosas que ya no están a nuestro alcance (como sí lo está el ahora) resulta mucho más atractivo. La obsesión por continuar una narrativa ya muerta convierte nuestra existencia en una existencia agotadora, donde la nostalgia se ha convertido en el peor de los males del capitalismo: un narcótico. Por eso, hay que recordar que si parte de la cultura reside en el arte de preservar lo que se ha hecho hasta ahora, "una cultura que solo preserva no es cultura", como decía Mark Fisher. Ante este panorama, Tanner solo ve una solución: volver a hacer de la nostalgia una emoción a gestionar como cualquier otra y ser más devotos del silencio y la contemplación. Aceptar que, al fin y al cabo, sin clásicos no se puede avanzar, que una narrativa que se extiende hasta el infinito acaba agotándose. Que lo que se acaba es, muchas veces, la única manera de dar lugar a un nuevo comienzo.