Lydia Cacho es una escritora y periodista mexicana que vive exiliada en España por sus investigaciones periodísticas. Ha dedicado más de 35 años de su vida a documentar lo peor de la humanidad, investigando y destapando redes de tráfico sexual de mujeres y menores. En 2005 fue secuestrada y torturada por destapar una red de pornografía infantil que implicaba a personalidades importantes y políticos mexicanos. No fue hasta el 2021 que pudo ver detenido a el ex-gobernador de Puebla, Mario Marín, artífice de la maquinaria judicial y policial que llevó a Cacho a ser detenida, secuestrada y torturada.
Cacho se ha convertido en un referente internacional en la lucha por los derechos internacionales. Es embajadora de Buena Voluntad por la Agencia de las Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen. Su labor como periodista de investigación ha sido reconocida con 55 premios internacionales y ha sido considerada una de las mujeres más influyentes del mundo, por la Newsweek & The Daily Beast. Ella, que actualmente vive exiliada en Espanya, en Madrid, por recibir amenazas de muerte, dedicó -paradójicamente- su charla en el último encuentro del Cornellà Creació Fòrum, en el Museu Agbar de les Aigües, al miedo. La tituló La aventura de vivir sin miedo.
¿Cómo puede vivir sin miedo una persona que ha sido torturada y secuestrada, y que ha recibido amenazas de muerte?
Descubrí muy temprano que para enfrentarte a la violencia necesitas tener mucha claridad sobre aquello que sientes y piensas. Hay todo un proceso de trabajo personal detrás de esto y tiene que ver con la elección de mi profesión: decidí ser una periodista de investigación especializada en crímenes contra mujeres y niños. Y desde que empecé a especializarme en esta rama del periodismo, a los 23 años, entendí que tenía que conocerme muy bien, especialmente mis debilidades, y aprender a fortalecer algunas áreas de mi vida.
Asumes el miedo y el riesgo, ¿por un objetivo mayor?
Definitivamente. Y entender la psicología es una gran ayuda. El miedo generalmente lo procesamos desde la incertidumbre. Muchas veces tenemos miedo a aquello que no conocemos o que no ha sucedido todavía. Pero yo ya conocía lo que había: comencé a documentar toda aquella violencia hace muchos años. Aprendí muy pronto sobre aquello que sufrían o temían aquellas mujeres, niños y niñas.
"La gran mayoría de nosotros nos salvamos porque el cerebro consigue hacer este salto mortal del miedo a la esperanza"
Obviamente tuve miedo cuando fui torturada y secuestrada. Tuve miedo a ser asesinada, que es lo que me decían que harían conmigo aquellos policías. Pero siempre hay un mecanismo de salvación en el ser humano: la gran mayoría de nosotros nos salvamos porque el cerebro consigue hacer este salto mortal del miedo a la esperanza. Hay un momento en el que dices “voy a sobrevivir”, “esto lo voy a superar”. Y esta reacción tiene más que ver con un proceso bioquímico de supervivencia, que con una decisión informada.
¿Cuál fue tu primer contacto con la trata de personas? Aquel momento en el que decidiste dedicar tu profesión a luchar por la igualdad y la libertad de las mujeres y los niños.
Cuando estudiaba periodismo me tocó ir a cubrir una historia que había sucedido en el sudeste de Quintana Ro, en la península del Yucatán, y en este reportaje, entrevisté a unas mujeres que me empezaron a contar que sus hijos habían sido abusados sexualmente en la zona Maya. Empezaron a salir nombres de gente con poder, patriarcas y políticos, que se protegían los unos a los otros. Fue la primera vez que me explicaron que había taxistas que llevaban a niñas pequeñas para llevárselas a turistas de Cancún. Parecía insólito.
Y eso sucedió hace 36 años. En aquel momento no hablábamos de trata de personas, ni siquiera entendíamos muy bien cómo funcionaba bien este delito. Se nombraba de otra manera, aunque ahora que veo mis notas de aquel entonces, me doy cuenta de que ya sabíamos y entendíamos que había algo ahí que cubrir. Yo lo cubrí como violencia sexual, abuso infantil y prostitución forzada, pero no con el lenguaje actual de la ley.
¿Qué consecuencias han tenido tus publicaciones?
Tengo la certeza de que han tenido consecuencias muy positivas, aunque yo haya sufrido negativas. Se han roto muchas de estas redes, muchos de los delincuentes que denuncio en mis libros han acabado en prisión, mis libros han servido para iniciar investigaciones judiciales… pero la parte que más me emociona es la función pedagógica de mi trabajo, estar ayudando a gente y dándoles herramientas: tanto a hijos, como padres y maestros.
Y esta pedagogía traspasa países y culturas. Has estado en 134 países, investigando y compartiendo tu experiencia. ¿Qué te has encontrado en España?
España tiene una característica muy singular. Tiene un activismo feminista muy fuerte, que ha logrado incursionar en el sistema educativo de una manera que pocos países han logrado. Y eso quiere decir que las personas feministas han estado yendo a las escuelas y están informado a niños y jóvenes sobre sus derechos y sobre la igualdad, y eso es muy positivo.
"En España hay una clarísima ausencia de activismo masculino y eso es un problema gravísimo"
Pero, por otro lado, la sociedad se ha polarizado respecto a ciertas posturas sobre el feminismo y el machismo, y hay una clarísima ausencia de activismo masculino. Y es un problema gravísimo, que también sucede en el resto del mundo. Desde mi punto de vista, es un efecto boomerang que, por suerte, es mucho menor de lo que parece, que se ve magnificado por el altavoz de las redes sociales, y a pie de calle no tiene tanta magnitud.
De todos modos, veo preocupación en la ciudadanía por no saber cómo resolver el problema del machismo cultural en los niños pequeños.
Pero esta misma preocupación nos indica que vamos por buen camino, ¿no?
Así es, y demuestra un cambio importante en la sociedad. Aunque me preocupa la ceguera y sordera de la sociedad respecto a la trata en particular, que en parte es lógico, porque nos da miedo. Y de eso hablo en mi último libro: ¿cómo superas el miedo para poder entender y ayudar a las personas de tu entorno? El miedo no te deja ver ni creer, lo has de superar para poder realmente ayudar.
Has dedicado 35 años de tu vida a documentar un lado muy oscuro de la humanidad. Escuché hace tiempo a Nicolas Valle, corresponsal de guerra de TV3, decir que en lo más oscuro del ser humano, en el caos y en la destrucción, también había encontrado la bondad más inmensa, el amor más grande, lo más bello.
En el lado oscuro de la historia, conoces casos asombrosos. Conoces a amas de casa que, después de perder a su hija, deciden hacerse activistas; te encuentras con personas que de manera altruista se dedican a rescatar a estas chicas víctimas de trata de personas... Aunque a veces los seres humanos intentamos encontrar expresiones grandilocuentes del poder, las valentías más heroicas, y realmente creo que las que más valen la pena son las pequeñas valentías, las del día a día.
"Si vas a autocensurarte tienes que preguntarte por qué y para qué"
Hablando de valentía, para aquel periodista que calla -sea por presión, miedo o intereses-, ¿cuándo es mejor hablar y cuando callar?
Yo no puedo defender la autocensura porque nunca me he autocensurado. De hecho, por eso soy freelance: ningún medio me quiere contratar (se ríe). Soy problemática respecto a esto, siempre digo la verdad, y me siento muy orgullosa.
Si vas a autocensurarte tienes que preguntarte por qué y para qué. Si tiene que ver con perder tu trabajo o con una serie de aspectos vitales en tu vida, si es un miedo real y no imaginario, me parece que es válido tomar la decisión que se crea conveniente. Yo he tomado la mía: no autocensurarme nunca. Se lo debo a las personas que he entrevistado y que han compartido conmigo el don de su verdad.